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viernes, 14 de marzo de 2025

EL ESPÍA DEL QUINTO PISO

 

Detelina Barutchieva

 

Está parada en la entrada del edificio. Una puerta se cierra. Es en el segundo piso. A la derecha. El muy pillo conoce los sonidos de todos los pisos. El crujir de las puertas, de las ventanas, el ruido de las aspiradoras, por supuesto, cada aspiradora tiene su timbre; el correr de las duchas.

Sabe quién y cómo se tira pedos. En el segundo piso a la izquierda los ruidos recuerdan salvas de artillería. Precisamente el sonido de un oboe llega desde el piso inferior; en la planta baja suena un silbato. Él no considera inapropiado escuchar pegando el oído a la puerta de los otros departamentos. Los vecinos deben tomarlo en cuenta. No puedes creer a ciegas, es obligatorio que la confianza se base en hechos. Qué les gusta y qué no, su opinión sobre los otros, la orientación política. La información es una carta de triunfo. Nadie está en condiciones de hacerte una jugada. La táctica es elemental. Murmura: aquel te odia y comienza la guerra en la planta. Petrov, eres de los mejores, y aquí no te quieren precisamente por eso. De otro modo, por qué Ivanov te iba a decir que eres un idiota. Después es todavía más fácil: Ivanov, ¿sabías que Petrov dijo que eres un desgraciado? Adivina quién gana. Ja, ja, ja.

Pero ahora su prioridad es el del segundo piso, por el momento. Suele engañarlo y pasar sin que la sienta. Entonces se pone nervioso, incrédulo respecto a las costumbres de ella. Se escurre por las escaleras, se detiene frente a su puerta. El silencio absoluto lo hiere como si fuera un cuchillo en el estómago. Se enfurece, ya que, aunque sea incoherente, ha confiado en ella. Baja, lo que no implica ninguna seguridad; es una egoísta total. Lo obliga a agudizar el oído, a vigilarla, a acecharla largo tiempo. Lo derrumba esa habilidad que tiene ella para escurrirse; lo cansa. Mientras que en la espera, su ego descontento se infla. Se separa del cuerpo. Recorre las plantas, agudiza el oído ante los ruidos, olfatea, observa. Aquella ventana, alguien corre las cortinas, la luz en el salón es tenue, desde hace dos noches que es la misma. Puede ser que se hayan ido, que hayan dejado prendida la lámpara a propósito para que pensemos que están en la casa.

A veces le da sueño, exactamente cuando a esa le da por entrar o salir. Dura segundos; luego, escruta el aire con la mirada, hay uno que perfila los rasgos difusos de una espalda, cuesta arriba por las escaleras. Diría que tiene alucinaciones, pero hay pruebas materiales. Las huellas de las botas de invierno, señales que le inundan de rabia los intestinos. Logra alcanzar la espalda ya mencionada, y esta se sobresalta. Por lo menos así le parece. Luego recupera el control, y junto con él, la burla que lo caracteriza.

Es un combatiente. No es que quiera ser malo, a veces simplemente es necesario. Se las arregla. Le enseñaron que los actos indignos son erróneos, incluso los pensamientos. Los errores deben ser castigados. Los ajenos.

Ella naturalmente es una bruja. Un vampiro que lo desafía y que se alimenta de sus emociones. Ansiedad, impaciencia, ira.

Él se disculpa, sufre. Pierde la orientación. Arde por dentro. Se asfixia. Vuelve en sí lenta y asombrosamente, pero su ira no se ha derretido. La tensión se convierte en un falsete, en palabras entrecortadas y rabiosas. No se va a tranquilizar hasta que no la machaque y la pueda arrojar como si fuera un avioncito de papel.

Hoy ella se mueve según el horario previsto. Generalmente sale a las ocho. Está en ropa de casa, es decir, va al mercado. Después de una hora regresa, se refugia en su piso. Conecta el ordenador, él se tranquiliza, manso. Ella está adentro. No se esperan sorpresas. Al cabo de dos horas pone su oído en la puerta de ella. Está en el pasillo, respira rítmicamente en el escalador mecánico. Más tarde habla por teléfono. Él lo escucha todo. A veces son asuntos muy interesantes, que merecen ser conocidos. Quién, dónde, qué, los nombres habituales. Algún día serán de utilidad. Señora Gueorguieva, su amante… Por favor, no se preocupe, su esposo no se enterará. Lo podemos arreglar. Nos vemos entonces.

Pero a la del segundo piso no la soporta. Le hace crujir los intestinos. Lo vuelve loco el olor de su perfume que permanece durante horas en las escaleras. Le molesta su nariz pequeña, la boca grande. Le dan náuseas las camisetas y los vaqueros quinceañeros en los que se mete. Una mujer de edad, pasada de madura. Definitivamente no le gusta.

Se empequeñece, se encoge como un perrito, nervioso y excitado. Sufre convulsiones de odio. No será como ella quiere, pero no puede determinar exactamente qué es lo que ella quiere. Se le contraen los músculos de la cara, le corre el sudor por todo el cuerpo, le empapa la camiseta.

Empuña la pala y la escoba. Recién ha terminado de barrer las escaleras, la entrada, el sendero del jardín. No puede confiar en la mujer del aseo. Ya han cambiado más de veinte. Incluso cuando les ponen ayudantes no logran cumplir las exigencias más simples, elementales; véalo usted mismo: aquí se te pasó una mancha, allá quedó polvo. ¿Que cómo lo veo? Muy fácil: miro con atención. Si lo recuerdas, te lo advertí, el trabajo no es mucho, pero es de responsabilidad. Controlo lo realizado en persona. Está tocado, ofendido por la falta de dedicación. De la suciedad que la gente deja tras de sí.

Pero está obsesionado con lo que ocurre en el segundo piso. Pone esfuerzos increíbles para no moverse, para no hacer ruidos. Es todo oídos. Desde lejos escucha el sonido de los pasos que se acercan y pasan. El tiempo es su aliado. Ella no tiene otro lugar por dónde pasar. No puede volar. Ahora le dirá lo que piensa de ella. No lo dirá a sus espaldas, sino en la cara. Si es necesario, hará que se detenga. Asumirá una actitud furiosa y completamente enojada. Fin de la anarquía. De la diversidad de posiciones. En la entrada reinará el orden. Perfecto. Lo han de observar todos. Ella inclusive. Obligatoriamente. A la fuerza. Cuando pase, lo habrá de saludar. Él no es un monumento, ni un cuadro colgado en la pared. Tiene que mirarlo los ojos, con la mayor amabilidad.

Salió con ropa de casa. Es imposible que haya pasado sin verla. Nuevamente ve solo las huellas de sus zapatos de invierno.

Eso de que sea independiente como lo era su exnovia lo hace caer en el pánico. Desde hace dos meses la visita un hombre. Un bruto en vaqueros. Le comunicó de inmediato que esa no es la entrada no hay ningún burdel. El tipo rugió. Si fuera un poco más bajo, le daría su merecido. Aún no sabe cómo lo hará, pero lo hará. Les echará a perder el juego.

Le va a joder la vida.

Ella tiene un gato. Ya le hizo notar que maúlla muy fuerte. Ella respondió que es un animal, que no le puede clausurar el hocico. Claro que puede. Que lo cape o si tanto le interesa su virilidad, que le coloque un bozal. Venden bozales para perros pequeños. En caso contrario, comenzará a reunir firmas ya que molesta a los propietarios de la planta. Semejante cosa se hace cuando hay perros, pero él se las arreglará, escribirá que el gato es un perro, nadie mirará lo que está firmando.

Tocará el timbre con solemnidad. Apuntará el papel con el dedo. Dirá: mira lo que quieren los vecinos, y agregará, muy serio: saca el gato de aquí antes de que esto se ponga más feo. Todavía no ha pensado qué es lo peor, pero si lo fuerzan, lo hará. Que se joda si es tan tonta.

Comienza a cansarse, ya está harto, seguramente le ha subido la presión sanguínea. Está levemente sonrojado. Pero seguirá allí hasta que ella aparezca. No debe darle ni un minuto de tranquilidad. De lo contrario, pensará que ha renunciado.

¡Cómo va a renunciar, ella nunca se saldrá con la suya!

 

Título original: Шпионинът на петия етаж

Traducción: Eliza Popova

Detelina Barutchieva ha trabajado durante largos años como redactora en la Televisión Nacional Búlgara. Es guionista de series de emisiones televisivas y documentales, como Hombres del Renacimiento de hoy, El tercer ojo, Ju o el arte de vivir, De nadie, Muere con rapidez, Metodi Savov, la cruz de un ser humano. Su cuento "Rana, príncipe", publicado en 2003 en el periódico Nosotras, las mujeres, ha sido galardonado con un premio en el Concurso Internacional de Literatura organizado por el Foro de Mujeres del Mediterráneo, con sede en Marsella, Francia. El primer libro de la autora en español es Hola y adiós, una colección de cuentos cortos que se publicó en Bulgaria en 2009 y en Argentina en 2015. Su primera novela se titula Amores, y fue editada en 2010; la segunda es La jaula, de 2013. Actualmente la autora trabaja en una serie de ficciones cortas que compondrán su próximo libro.

miércoles, 12 de junio de 2024

GEO

Detelina Barutchieva

 

Estoy frente a él. Pica trozos de salami con un tenedor. Quisiera decirle que parece venenoso, pero la elección fue mía.

—Me apetece comer un embutido, cualquiera, no importa cuál —me había dicho. ¿Me devolverá el dinero? Sé con qué recursos cuenta.

—Tienes gastos en medicamentos, de médicos y los taxis que usas para trasladarte. —Mueve enérgicamente la cabeza. Que me devuelva el dinero, de lo contrario no habrá vino. Es de Sandanski. Casero. Sabe cómo engañarme el astuto. No soy un borracho, pero me gusta beber.

Dos veces en mi vida he tenido la suerte de encontrarme con vino tinto casero de Sandanski. Estaba de visita en esa misma ciudad. La anfitriona, amante del vino, siempre tenía un conocido a mano y cuando lo llamaba venía con unas cuantas botellas de plástico de vino tinto. Él mismo lo hacía. Era fantástico. Y las dos veces ocurrió antes de Navidad. Bebimos, dormimos y continuamos, frescos como lechugas hasta las cinco de la mañana. No sé qué bebimos hasta la noche, no reparé en eso, pero al amanecer de nuevo no teníamos nada. Repetimos el programa del día anterior. La anfitriona dijo que solo bebía tres litros al día, más no podía porque se emborrachaba.

Geo se sirve de una botella de plástico de cinco litros, bebemos de igual a igual, como hombres, veo que ya bebimos la mitad.

—Me voy —digo. No es una amenaza, las piernas no me sostienen.

—Mira, Trébol de Cuatro Hojas —dice, haciendo alusión a mi nombre—. Mira los retratos de mi madre y mi padre. Y este de aquí soy yo.

Sé que tiene un hermano, que aparece cuando las cosas se ponen mal, y una ex esposa y una hija ya grande. A todos les importa un comino. Desconozco la razón, no hago conjeturas. Seguro que eso le pesa, no puede no pesarle, pero sigue adelante.

Ha sido mi vecino durante varios años. Yo, en la casa de al lado, hace por lo menos veinte. Nos emborrachamos juntos desde hace apenas dos veranos. No soy sociable, tengo mis propios ritmos. Solo salgo cuando me da la gana. No es nada raro, entonces, que no hayamos coincidido antes.

Lo busco. No está en ninguna parte. Llamo, el teléfono está apagado o fuera del área de cobertura... no quiero escuchar eso... o bien… no, no quiero oír la continuación.

El corazón... —dijo—. Mi hermano me llevará. A las diez en punto de la mañana.

Quiero saber qué pasó en el hospital. Le deseé todo lo mejor. Y volver a beber vino en su estudio.

—¿Vino? ¡Ah, qué increíble! Y yo muriéndome.

—No te quejes. Te ayudarán. Volveremos a beber vino.

Llamaron del hospital el viernes por la noche.

—No soy un familiar —respondí—. Tiene un hermano. No sé su teléfono. ¿Le pasó algo?

—No se preocupe —escuché.

Estamos de nuevo con el tinto. Esta vez en mi casa. En la entrada de al lado está pegado su obituario. Pero él está aquí y en muchos otros lugares donde sus deseos y sus fantasías lo llevan. Estaba físicamente discapacitado. Hoy es el día de su funeral. No voy, porque no quiero verlo en el ataúd. Por eso ha venido a verme.

Bebo un trago de vino tinto. Por él.

—¿Dónde estás? —le pregunto.

Para mañana prometieron que saldrá el sol, que él no podrá ver.

Bebe un trago. Por mí.


Título original: Гео
Traducción del búlgaro: Sergio Gaut vel Hartman & IA GPT


Detelina Barutchieva ha trabajado durante largos años como redactora en la Televisión Nacional Búlgara. Es guionista de series de emisiones televisivas y documentales, como Hombres del Renacimiento de hoy, El tercer ojo, Ju o el arte de vivir, De nadie, Muere con rapidez, Metodi Savov, la cruz de un ser humano. Su cuento "Rana, príncipe", publicado en 2003 en el periódico Nosotras, las mujeres, ha sido galardonado con un premio en el Concurso Internacional de Literatura organizado por el Foro de Mujeres del Mediterráneo, con sede en Marsella, Francia. El primer libro de la autora en español es Hola y adiós, una colección de cuentos cortos que se publicó en Bulgaria en 2009. Su primera novela se titula Amores, y fue editada en 2010; la segunda es La jaula, de 2013. Actualmente la autora trabaja en una serie de ficciones cortas que compondrán su próximo libro.

EL ENCUENTRO

 Laura Irene Ludueña   La reconoció de inmediato. Mary Shelley estaba sentada sola en el banco de una plaza oscura, como hurgando en sus r...