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sábado, 15 de noviembre de 2025

LA LUZ DE SUS VIDAS

Boris Glikman 

"Delighted by Light" by the artist Michael Cheval.

Quizás era inevitable que a alguna mente brillante del Departamento de Investigación y Desarrollo de cierta compañía de fama internacional se le ocurriese, durante una sesión de brainstorming, la idea de una bebida compuesta únicamente de luz pura. El concepto esencial que la sustentaba era de una simplicidad extrema. En estos tiempos modernos y acelerados, pasar por el largo y enrevesado proceso de necesitar que la luz del Sol sea fotosintetizada por las plantas en energía química, la cual luego debe convertirse en moléculas de carbohidratos, que nosotros debemos consumir y digerir para finalmente incorporar la energía del Sol a nuestros organismos… ¿Por qué no omitir todas esas etapas intermedias y simplemente capturar, embotellar e ingerir directamente la energía del sol?

A la directiva le encantó la propuesta y apoyó su realización por todos los medios posibles. Así, menos de un año después de poner en marcha el proyecto, el producto apareció en las tiendas: un reconfortante y delicioso elixir de luz solar natural, libre de conservantes, azúcar añadida o sabores artificiales.

La bebida proporcionaba un impulso instantáneo de energía, saciaba el hambre sin necesidad de digestión, apagaba la sed al instante y hacía sentir un agradable calor por todo el cuerpo. Y, por supuesto, era adecuada para todo tipo de dietas, incluidas –pero no limitadas a– kosher, halal, vegetariana, vegana, crudivegana, sin gluten y frutariana. Nadie podía objetar nada, pues se trataba de luz pura proveniente directamente del Sol. Y, de manera fortuita, también resultaba ideal para quienes estaban a dieta, ya que según la famosa ecuación E = mc², incluso una cantidad minúscula de masa libera una enorme cantidad de energía, y así uno podía beber grandes cantidades de esa poción sin prácticamente ganar peso.

Sorprendentemente, además de satisfacer las necesidades físicas más básicas (comida, agua, calor) en la jerarquía de necesidades, esta bebida también permitía al consumidor –y esto fue una consecuencia completamente imprevista– alcanzar al instante la iluminación espiritual una vez ingerida, cumpliendo así la necesidad más elevada en la jerarquía: el anhelo de autorrealización. (Quizás no debería haber sido tan inesperado, pues al ingerir la luz las personas, ipso facto, quedaban iluminadas por dentro, que es exactamente lo que significa la iluminación; además, la estructura morfológica misma de la palabra “enlightenment” revelaba su íntima conexión con la luz).

Este efecto fortuito era perfecto para la sociedad contemporánea, pues dado que el mundo digital proporcionaba información instantánea, comunicación instantánea, entretenimiento instantáneo y gratificación instantánea de necesidades y deseos, era natural que existiera también una gran demanda de autorrealización instantánea. Y con este producto ya no hacía falta pasar incontables horas meditando y repitiendo mantras, ni sentarse a los pies de un gurú, ni trepar las montañas del Himalaya en busca de monasterios. En su lugar, existía la conveniencia de un despertar espiritual inmediato en una botella, accesible para todos.

La campaña publicitaria se construyó alrededor de los eslóganes “¡IluminaCIÓN™ instantánea en una botella!”, “¡Comida rápida para el cuerpo y el alma!” y “¡Deja que la luz te DesLUMBRE!”. Por una vez, la realidad correspondía exactamente a las afirmaciones promocionales, pues era verdaderamente un invento único en su especie, jamás visto.

Y así, como era de esperar, todos corrieron a comprar la nueva bebida, pues, además de su obvia atracción para el público general, resultaba irresistible para una variedad de personas con necesidades específicas, como los deportistas que buscaban un aporte de energía inmediato, los buscadores espirituales que anhelaban la verdad sobre sí mismos y el universo, y los obsesionados con el peso, que la incorporaron de inmediato a sus regímenes meticulosos. Por supuesto, a los niños también les encantaba, por su valor de novedad y sus propiedades casi mágicas.

Este éxito rotundo dio a la empresa la libertad y el impulso para experimentar con nuevas variedades del producto. El sabor de la luz solar original era una mezcla de melón y naranja. Más tarde, se ofrecieron muchos otros sabores, a medida que los investigadores de la compañía capturaban y embotellaban luz de otros objetos celestes y también de fuentes artificiales.

Se descubrió que cada planeta y estrella tenía su propio sabor único: la luz de la Luna era más fresca en el paladar que la luz solar y tenía un elemento indefinible que uno no lograba describir; Marte sabía un poco a jugo de tomate; Venus era bastante ácida y casi avinagrada, por lo que se recomendaba beberla combinada con luz de otras fuentes; Júpiter y Saturno, como correspondía a su naturaleza gaseosa, eran como el mejor champagne burbujeante; y las supernovas tenían un sabor extremadamente picante, explosivo en la boca, que solo los muy valientes o muy insensatos se atrevían a probar. También se descubrió que las iluminaciones de cada ciudad poseían un sabor particular, aunque los amantes de la vida sana preferían únicamente bebidas provenientes de fuentes naturales y despreciaban los sabores artificiales de bombillas, luces fluorescentes o letreros de neón, que invariablemente sabían a vino barato.

Con este producto en el mercado, muchos creían que el mundo se encaminaba hacia una existencia utópica en la que la humanidad finalmente se liberaría de su pesada y aprisionadora dependencia de plantas y animales para su nutrición; y en la que el hombre común, al volverse instantáneamente iluminado, vería más allá de los estrechos límites del interés propio y de la autopreservación, y comprendería que todo está inextricablemente conectado y que todos somos uno.

Sin embargo, quienes eran optimistas y creían que sería por fin posible alcanzar un estado idealista habían olvidado un aspecto profundo y paradójico de la naturaleza humana: cualquier cosa que traiga placer y disfrute está sujeta al abuso, al mal uso y al exceso. Consecuentemente, la misma fuente de gratificación y dicha, como por ejemplo el alcohol, podía convertirse –y lo hacía– en una amenaza mortal para la propia existencia. Así, la obesidad y todas las enfermedades que conllevaba eran comunes en las sociedades con alimentos en abundancia; el alcoholismo asolaba muchos países; y las adicciones a sustancias legales e ilegales destruían incontables vidas.

Dado que esta bebida satisfacía de inmediato –y en un solo producto– tantas necesidades humanas, era inevitable que algunos se volvieran adictos. Como suele ocurrir con los adictos, encontraron maneras de evitar la opción de comprar legalmente una cantidad limitada del producto, y empezaron a consumir cantidades ilimitadas gratuitamente mirando directamente al Sol y dejando que la luz fluyera tanto a través de sus bocas abiertas como de sus ojos. Ingerir luz a través de los ojos era algo que los no adictos jamás harían, y esa experiencia particular se comparaba con inyectarse heroína, pues daba un subidón aún mayor.

A estos adictos se les llamó rápidamente “soladictos” o “sunkies” (un acrónimo de “sun” y “junkie”), y esta palabra coincidía además con la connotación de “hundirse”, lo cual resultaba muy apropiado, pues ningún drogadicto había caído tan bajo como estos sunkies. La mayoría de las personas enganchadas a narcóticos podían rehabilitarse y volver a ser miembros respetados de su comunidad. Los adictos al Sol, sin embargo, renunciaban voluntariamente a su vista y a su movilidad –dos de las facultades más preciosas y vitales que posee un ser humano– y asumían una existencia estática, semejante a la de una planta, permaneciendo arraigados en un mismo lugar. No les importaba nada más que seguir el recorrido diario del Sol por el cielo con sus cabezas giratorias, usando su sentido del calor para localizarlo –pues sus retinas habían quedado quemadas– y beber su luz.

In Sol Veritas –en el Sol reside toda Verdad– era su lema y principio rector, pues creían que el Sol era el portal hacia la realidad última y la única fuente de verdades eternas y absolutas. Su discurso proselitista hacia los no adictos era bastante persuasivo: afirmaban que, una vez que uno comenzaba a mirar al Sol, se daba cuenta rápidamente de lo insignificantes y grises que eran los asuntos de la vida cotidiana, y de lo llenas de significado y magníficas que eran las revelaciones inagotables y la belleza infinita que emanaban del Sol, el lugar donde residían la perfección, la trascendencia y la pureza. También ensalzaban la estabilidad y seguridad de sus vidas actuales, pues el movimiento del Sol, perfectamente predecible por milenios, disipaba las incertidumbres de su antigua existencia.

Uno encontraba sunkies por todas partes: sentados, de pie o tumbados sobre las aceras, las carreteras, la hierba, el barro, los charcos o las cunetas, totalmente ajenos a su entorno. Sus extremidades, atrofiadas por la completa falta de movimiento, se transformaban en algo parecido a ramas de árbol marchitas y grotescas, acentuando aún más su aspecto vegetal. La visión de estos adictos era tanto repugnante como indescriptiblemente triste, especialmente porque muchos eran jóvenes que habían sacrificado todas las promesas que el futuro les ofrecía.

La mayor tragedia era que los sunkies negaban que sus vidas se hubieran convertido en una tragedia. No solo se volvían ciegos físicamente, sino también ciegos a la realidad de su situación, convenciéndose de que eran seres superiores que llevaban vidas superiores, los únicos en posesión de los secretos últimos de la existencia. Se veían a sí mismos como parte de una casta de élite, la vanguardia de una utopía igualitaria por venir, pues ante el Sol todos eran iguales. Estos Hijos del Sol –como preferían llamarse, en referencia a su supuesta filiación con la estrella, pues se sentían renacidos al contemplarla de forma inquebrantable, y también en referencia a la hermandad que creían haber alcanzado– no se sentían perturbados por su pérdida de vista y movilidad, pues no había nada en la Tierra que quisieran o necesitaran ver o hacer. De hecho, consideraban su ceguera e inmovilidad una bendición, pues no solo les impedía distraerse de su devoción total al Sol, sino que, aún más importante, evitaba que sus mentes y almas se contaminaran con las imperfecciones e iniquidades que marcaban y definían la existencia terrenal.

Así, la luz en una botella, antes la mayor bendición para la humanidad, se convirtió en su mayor maldición, provocando una calamidad inimaginable antes de su llegada al mercado, pues ¿quién podría haber imaginado que personas sanas optarían voluntariamente por convertirse en vegetales inmóviles, sacrificando sus vidas solo para poder mirar fijamente al Sol y sentir su cálida sonrisa sobre sus rostros? Los sunkies estaban ya completamente perdidos para la sociedad, tanto física como mentalmente, y ningún tipo de rehabilitación era posible para ellos. En la más amarga de las ironías que tan a menudo se repiten a lo largo de la historia, la humanidad, habiéndose liberado de su dependencia de las plantas y alcanzado la mayor libertad que jamás había poseído, veía ahora cómo una proporción cada vez mayor de su población elegía llevar una existencia semejante a la de una planta.

Pero esta tragedia mundial en desarrollo importaba poco a la compañía que había llevado la bebida al mundo, pues sus técnicos trabajaban afanosamente en una creación aún mayor, que sin duda superaría en popularidad a la luz embotellada. Inspirado en el café y los fideos instantáneos, el nuevo invento en preparación ya tenía un nombre comercial: Insta-Vida, y, una vez completado, permitiría a una persona experimentar toda su vida en un instante. Esta era, razonaba la directiva, la máxima aspiración y meta en una era obsesionada con lo instantáneo: al condensar tu vida entera en un solo momento, ya no tendrías que arrastrarte durante décadas de interminables rutinas repetitivas, ni atravesar las porciones banales y aburridas de la existencia, sino que podrías terminar con todo ¡en un santiamén! Además, obtendrías una ventaja insuperable sobre tus rivales en el ámbito de la vida rápida.

Con el atractivo de los beneficios navideños en mente, la directiva presionaba sin descanso a ingenieros y científicos para que trabajaran cada vez más rápido, de modo que Insta-Vida pudiera aparecer en el mercado para la época navideña. Y así, era solo cuestión de tiempo antes de que este nuevo invento arrasara en el mundo, y la gente comenzara a vivir y morir más rápido que las efímeras mayfilies.


Título original: The light of their lives

Traducción del inglés. Sergio Gaut vel Hartman

 

Boris Glikman es escritor, poeta y filósofo. Las mayores influencias en su escritura son los sueños, Kafka, Borges y Dalí. Sus historias, poemas y artículos de no ficción han sido editados en revistas electrónicas y publicaciones impresas. Boris ha aparecido varias veces en la radio, incluyendo la radio nacional australiana, interpretando sus poemas e historias y discutiendo el significado de su trabajo. Dice: "Escribir para mí es una actividad espiritual del más alto grado. La escritura me da el conducto a un mundo que es inalcanzable por cualquier otro medio, un mundo que está poblado por Verdades Eternas, Preguntas Inefables y Belleza Infinita. Es mi esperanza que estas historias mías permitan al lector echar un vistazo a este universo".

viernes, 28 de febrero de 2025

WALLY, EL WÓMBAT, Y SU MEPHONE

 

Boris Glikman

 

Había una vez un wombat llamado Wally, un tipo realmente amable. Siempre caminaba con una sonrisa en el rostro y era en todo momento bondadoso y considerado con quienes lo rodeaban: con los canguros viejos y los jóvenes, con los kookaburras adultos y también con los polluelos. Nunca dejaba de quitarse el sombrero y decir “¡Buen día!” a cada animal que encontraba, preguntar por su salud y ofrecer ayuda si la necesitaban.

Con el tiempo, los pájaros y las bestias empezaron a sospechar de Wally, el wombat.

—¿Cuál podría ser la razón por la que es tan amable, respetuoso y servicial con todos? Seguramente debe haber un motivo oculto” —susurraban entre ellos mientras Wally pasaba alegremente durante su caminata matutina.

Así que le pidieron a Mona, la lagarta monitor, que observara sigilosamente el comportamiento de Wally en su vida privada. Sin duda, pensaban los canguros, equidnas y kookaburras, Wally debía dejar de lado su amabilidad y mostrar su verdadera naturaleza en casa.

Después de varias semanas de vigilancia constante, Mona regresó con los resultados: Wally, el wombat, era tan amable y considerado en su vida privada como lo era en público. Nunca levantaba la voz, jamás hacía berrinches y nunca decía ni hacía nada cruel en casa. Lo único ligeramente inusual que Mona notó en él era la cantidad extraordinaria de tiempo que pasaba hablando por teléfono.

Aun así, las criaturas del bosque seguían sin estar convencidas de la bondad de Wally. Entonces, idearon otro plan brillante: adherir furtivamente un diminuto dispositivo de lectura mental a la cabeza peluda y redonda de Wally. De esta manera, tendrían por fin una prueba irrefutable de los pensamientos malvados que él mantenía ocultos. Los canguros, equidnas y kookaburras se frotaban las patas y las alas con júbilo mientras esperaban impacientes los resultados. Por fin descubrirían lo que realmente pensaba de ellos y cuáles eran los pensamientos oscuros que cruzaban su mente mientras fingía hacer buenas acciones.

—Seguramente —se decían—, no puede ser que Wally no tenga pensamientos impuros de envidia, codicia, vanidad y odio. Sin duda, debe revelar su verdadero ser en lo que considera la privacidad absoluta de su mente.

Pero ¡ay!, los pensamientos que registró la máquina de lectura mental eran tan puros y virtuosos como las acciones de Wally. Nunca le cruzó por la mente un pensamiento de odio; solo tenía sentimientos afectuosos hacia cada criatura del bosque. Los animales quedaron atónitos y desconcertados. Habían buscado en cada rincón de la mente de Wally un solo pensamiento mezquino, un mínimo indicio de malicia o celos, pero no encontraron nada.

Entonces, los pájaros y las bestias comenzaron a sentirse molestos y frustrados con Wally por ser siempre tan bueno, feliz y amable.

—¡No podemos permitir que un bicho raro tan peligroso viva entre nosotros! —proclamaron—. ¡Algo drástico debe hacerse, y debe hacerse de inmediato!

Decidieron enfrentar a Wally y exigirle una explicación por su extraña conducta.

—Wally el wombat, ¿por qué eres siempre tan amable y puro de pensamiento y corazón? —quisieron saber—. ¿Por qué eres siempre tan feliz y bondadoso con todos?

Este estallido repentino de los canguros, equidnas y kookaburras angustió mucho a Wally, y no vio otra opción que revelar a los otros animales la fuente de su felicidad y bondad.

Abrió su maletín y sacó un aparato con gran entusiasmo.

—¡Contemplen el mePhone! ¡El primer teléfono con el que puedes llamarte y hablar contigo mismo! Lo inventé yo mismo y ha transformado por completo mi vida y mi carácter. Me ha traído dicha y ha hecho mi corazón puro —anunció Wally con su voz aguda rebosante de emoción—. Si me dan tiempo, puedo fabricar mePhones para todos ustedes y vendérselos a un precio muy razonable. ¡Sus vidas cambiarán también!

Todos los animales rieron a carcajadas.

—¡Ja, ja, ja! ¡Qué broma! ¿Para qué necesitaríamos llamarnos a nosotros mismos? ¿Cómo podría el mePhone hacer alguna diferencia en nuestras vidas?

—Si no están completamente satisfechos con el producto, les devolveré su dinero sin hacer preguntas. ¿Qué tienen que perder? —replicó Wally.

Así que, más por lástima que por otra cosa, todos los pájaros y bestias aceptaron comprar el mePhone.

Inevitablemente, al principio hubo cierta aprensión al usar el mePhone, pues ningún animal estaba seguro de qué tipo de respuesta recibiría al llamarse a sí mismo por primera vez. ¿Y si la llamada inesperada se consideraba una invasión inaceptable de la privacidad?

Con el tiempo, esos temores se disiparon cuando la mayoría de las criaturas descubrieron que eran recibidas con calidez y entusiasmo, y que sus llamadas eran una grata sorpresa. Hablar consigo mismo resultó ser como hablar con un viejo amigo al que no habías visto en mucho tiempo, y la conversación fluía con naturalidad.

Para su sorpresa, los pájaros y las bestias descubrieron que había grandes beneficios en tener una buena charla consigo mismos, ya que nunca se habían detenido a hacer un examen honesto de sus vidas. Siempre estaban ocupados buscando comida, cuidando a sus crías y tratando de acallar la pregunta persistente de si eran realmente felices. Como resultado, habían perdido todo contacto con su verdadero yo.

Así que fue una experiencia reveladora poder mantener una conversación profunda y significativa consigo mismos. Ahora podían ponerse al día con aspectos de su vida que nunca habían tenido oportunidad de pensar, enterarse de noticias vitales que se habían perdido mientras avanzaban por la senda del bosque de la vida.

No pocas veces se derramaron lágrimas al revelarse verdades que las criaturas se habían ocultado a sí mismas, expresadas con franqueza y sin rodeos. Las conversaciones adquirieron un tono confesional, ya que los secretos más oscuros y problemas que solo uno mismo conocía fueron revelados abiertamente a través de la línea telefónica. Con frecuencia, los animales se sorprendían al descubrir lo que realmente sentían en su interior: que en realidad no estaban felices con su posición en la comunidad del bosque o que hacía mucho tiempo habían dejado de amar a alguien. En otras ocasiones, la voz al otro lado de la línea les recordaba los sueños olvidados, los deseos y necesidades que habían reprimido durante demasiado tiempo.

El emú recordó finalmente cómo, cuando era joven, siempre había soñado con aprender a volar y comenzó a tomar clases en la escuela de vuelo local. El demonio de Tasmania descubrió un lado más amable y gentil de su naturaleza y decidió dedicar el resto de su vida a la enfermería. El kookaburra, al darse cuenta de que estaba harto de actuar siempre como un payaso, decidió estudiar artes dramáticas para convertirse en un actor serio. La koala, al ver por primera vez lo perezosa y con sobrepeso que estaba, contrató a un entrenador personal para ponerse en forma.

Todas las criaturas del bosque estaban profundamente agradecidas con la invención de Wally y le otorgaron grandes honores. El bosque se convirtió en un lugar mejor y más feliz gracias al mePhone, ya que los pájaros y las bestias finalmente comenzaron a ser fieles a sí mismos. Al haber desterrado sus tormentos internos, ahora se trataban unos a otros con amabilidad y respeto. La vida antes del mePhone se convirtió en un recuerdo lejano y descolorido, y ningún animal podía imaginarse jamás vivir sin uno.

 

Título original: Wally, the Wombat, and his mePhone

Traducción: Sergio Gaut vel Hartman


Boris Glikman es escritor, poeta y filósofo. Las mayores influencias en su escritura son los sueños, Kafka, Borges y Dalí. Sus historias, poemas y artículos de no ficción han sido editados en revistas electrónicas y publicaciones impresas. Boris ha aparecido varias veces en la radio, incluyendo la radio nacional australiana, interpretando sus poemas e historias y discutiendo el significado de su trabajo. Dice: "Escribir para mí es una actividad espiritual del más alto grado. La escritura me da el conducto a un mundo que es inalcanzable por cualquier otro medio, un mundo que está poblado por Verdades Eternas, Preguntas Inefables y Belleza Infinita. Es mi esperanza que estas historias mías permitan al lector echar un vistazo a este universo".

 

miércoles, 1 de mayo de 2024

EL DÍA QUE MURIÓ INTERNET

 Boris Glikman



Era ampliamente conocido que Internet había estado enferma durante algún tiempo. Su mala salud la había hecho bastante descuidada en la ejecución de sus deberes. Algunos tenían que soportar días de frustración hasta que se establecía una conexión en línea, mientras que para otros la conexión seguía yendo y viniendo cada segundo, como una bombilla parpadeante.

Por un tiempo, Internet flotó en una condición medio muerta, con un pie en la tumba, y la humanidad contuvo la respiración, temiendo que Internet continuara deteriorándose y luego se rindiera por completo.

Y luego llegó el día en que Internet exhaló su último aliento y nadie podía creer su mala fortuna. Era difícil entender que Internet ya no habitaba en el mundo y que la carga de vivir nunca más se aligeraría con la siempre presente alternativa de escapar hacia una existencia en línea. Ya nadie tendría el privilegio del lujo de tener dos mundos en los que vivir.

Los técnicos informáticos más eminentes de la tierra fueron asignados a la tarea de realizar la autopsia. Su conclusión unánime fue que Internet había muerto de causas virtuales. Lo que nadie había sospechado era que Internet poseía una vida finita. Todos siempre habían asumido que estaría ahí para siempre, sin embargo, también llevaba dentro de sí las semillas letales de la desconexión eterna.

El siguiente problema más apremiante fue el entierro. Problemas nunca antes considerados necesitaban ser abordados con urgencia, pues la vista de una Internet sin vida yaciendo postrada en el suelo era demasiado desgarradora para que el mundo lo soportara. ¿Dónde debería celebrarse la ceremonia fúnebre? ¿En qué idioma o código informático debería realizarse el servicio conmemorativo? ¿Quién debería dar el elogio fúnebre? ¿Dónde enterrarla?

El problema más intratable de todos fue a quién invitar al servicio. Se reservó un cierto número de boletos para aquellos más afectados por la muerte de Internet: adictos a la pornografía en línea, marginados sociales, introvertidos arraigados, celebridades obsesionadas con Twitter, los herederos de príncipes nigerianos y residentes a largo plazo en el mundo virtual de Second Life. De lo contrario, era casi imposible determinar quién estaba genuinamente afligido y quién solo quería asistir a la ceremonia para ser parte de esta ocasión histórica.

Finalmente, estos asuntos se resolvieron, aunque no dejó satisfechos a todos, y el mundo le dio a Internet el adiós que se merecía. Justo después del funeral, el mundo se apagó, lamentando la partida de Internet y recordando con nostalgia cómo podía responder cualquier pregunta; satisfacer todas las necesidades emocionales, mentales, espirituales, intelectuales y corporales; emocionar la mente y los sentidos; proporcionar información instantánea, entretenimiento, relajación, gratificación y excitación, así como permitir la comunicación instantánea con personas de todo el mundo, e incluso curar la soledad. Trágicamente, dada la magnitud y profundidad de la pérdida, algunos no pudieron soportar continuar viviendo en un mundo sin Internet y cerraron sesión permanentemente en este mundo.

Una vez que la ola desenfrenada e histérica de dolor finalmente se calmó, la humanidad se serenó y gradualmente se dio cuenta de que Internet había degradado y desfigurado realmente sus vidas.

Recordaron con horror y consternación cómo Internet había atrapado a las personas con sus innumerables tentáculos, haciendo que desperdiciaran sus vidas en el intrincado pantano del mundo virtual; cómo buscar en Google había reemplazado la sabiduría que viene con la edad, la experiencia, el aprendizaje y cómo, con información instantánea siempre al alcance de la mano, se perdía el valor del conocimiento; cómo la realidad en línea se convirtió en el único mundo y la realidad real fue abandonada y olvidada, como la hermana sencilla de una chica hermosa; cómo Internet robó a la vida su riqueza y belleza multifacéticas y redujo el mundo a una pequeña pantalla rectangular; cómo el mundo en línea se convirtió en una prisión en la que la humanidad se encerró voluntariamente y luego tiró la llave, junto con sus vidas.

La humanidad reconoció ahora cómo Internet había alterado fundamentalmente la naturaleza de las relaciones sociales y la naturaleza de la relación de uno consigo mismo. Inventada para facilitar la comunicación y unir al mundo, Internet, en cambio, se convirtió en la herramienta perfecta para la disimulación, distorsionando la verdad y separando a la gente del mundo, permitiendo así que las personas no solo tergiversaran sus verdaderos pensamientos y sentimientos, sino que falsificaran sus vidas enteras y la esencia misma de su ser, tanto para otros como para ellos mismos.

La gente descubrió que los dedos no eran solo para escribir y mover el ratón, sino que también tenían otros usos; que de sus torsos se extendía un par de extremidades inferiores que podían usarse para caminar por la dimensión espacial; que la evolución había equipado sus cuerpos con el medio ideal para transmitir pensamientos y sentimientos; que sus caras poseían músculos bien desarrollados que podían emplearse para señalar emociones como (entre muchas otras) sorpresa, molestia, felicidad y frustración. En consecuencia, se podía lograr una comunicación exitosa sin dispositivos electrónicos intermediarios. Lo más sorprendente de todo fue la revelación de que otras personas no eran idénticas a sus iconos, planas y siempre atrapadas en la misma pose con la misma sonrisa en sus caras, sino que eran seres tridimensionales, moviéndose y cambiando sus expresiones faciales.

Tener amigos y parejas en el mundo físico significaba que estabas libre de la precariedad, la incertidumbre y la falta de fiabilidad de las amistades y relaciones en línea, y ya no estabas sujeto a las acciones y decisiones caprichosas de tus amigos en la web, para quienes, después de todo, solo eras una entidad etérea y abstracta que podía ser eliminada instantánea y permanentemente de sus vidas con solo hacer clic en un ratón. En consecuencia, la constante amenaza de que los amigos y amantes en línea cesaran inexplicablemente todo contacto y desaparecieran para siempre había desaparecido por completo.

Los tutoriales "De vuelta a la realidad" resultaron ser muy populares y útiles, cubriendo temas como "Aprender a hacer una sola tarea"; "Conociendo al sol y al cielo" y "Cómo sobrevivir en un mundo que no se puede retocar con Photoshop".

La vida recuperó lentamente su significado a medida que la humanidad salía, paso a paso, del abismo en línea que había cavado para sí misma. Sin Internet, ya nadie tenía que lidiar con el problema de cómo equilibrar su vida entre los dos mundos. El tiempo comenzó a fluir más lentamente; ya no se anhelaba la gratificación instantánea; la contemplación y la paciencia revelaron su verdadero valor. Ahora estaba claro que la realidad en línea proporcionaba solo un significado parcial y efímero; que las emociones sentidas en el mundo web eran solo sentimientos artificiales fugaces; y que la verdadera autoestima no venía de la popularidad en las redes sociales, sino desde dentro.

Cada ser humano ahora experimentaba la vida directamente, en lugar de a través del lente distorsionador, disminuyente y vicario de una pantalla de computadora; enfrentando las cosas buenas y no tan buenas en sus vidas sin escapar al mundo en red y evitando así la realidad de su existencia; y siendo fieles a sí mismos, en lugar de esconderse detrás de sus iconos e identidades en línea. Solo entonces las personas se dieron cuenta de cuán profundamente e intrincadamente Internet había tejido su hilo fatal en cada aspecto de la existencia humana y cuánto se había ganado el día en que Internet murió.

 

Título original: The day Internet died

Traducción del inglés. Sergio Gaut vel Hartman

 

Boris Glikman es escritor, poeta y filósofo. Las mayores influencias en su escritura son los sueños, Kafka, Borges y Dalí. Sus historias, poemas y artículos de no ficción han sido editados en revistas electrónicas y publicaciones impresas. Boris ha aparecido varias veces en la radio, incluyendo la radio nacional australiana, interpretando sus poemas e historias y discutiendo el significado de su trabajo. Dice: "Escribir para mí es una actividad espiritual del más alto grado. La escritura me da el conducto a un mundo que es inalcanzable por cualquier otro medio, un mundo que está poblado por Verdades Eternas, Preguntas Inefables y Belleza Infinita. Es mi esperanza que estas historias mías permitan al lector echar un vistazo a este universo".

 

 

domingo, 21 de abril de 2024

BIENVENIDOS A LA MÁQUINA

 Boris Glikman

 

Un joven, en plena juventud, encuentra unas instrucciones extremadamente largas, complicadas y abstrusas sobre cómo construir un aparato de algún tipo. Se siente intrigado y obsesionado por estas instrucciones y dedica todas sus horas a la construcción de este artilugio, cuya función y propósito desconoce por completo y desea desesperadamente descubrir. 

Pasan años mientras se esfuerza por comprender y seguir minuciosamente cada paso de las aparentemente interminables instrucciones. Tan absorto está en su tarea, que no le preocupa en absoluto el paso del tiempo.

Está convencido de que, una vez terminada la máquina, todo el trabajo y el tiempo que le ha dedicado se justificarán retrospectivamente y su vida cobrará el sentido del que ahora carece.

A veces, como recompensa por un día de duro trabajo, el hombre da rienda suelta a su imaginación y en su mente comienzan a materializarse todo tipo de escenarios maravillosos: el aparato resulta ser un vehículo capaz de viajar más rápido que la luz, o puede utilizarse para visitar el Más Allá, o acceder a universos paralelos, o un dispositivo que le permitirá cambiar el pasado, o le concederá la inmortalidad, o incluso la lámpara de un genio que cumplirá todos sus deseos. Tal vez incluso se trate de una máquina que le permita acceder a mundos física y lógicamente imposibles, como un mundo en el que el negro es blanco, 1= 0, la mentira es verdad y la vida es muerte. Finalmente, ¿y si, en efecto, se trata de instrucciones para construir a Dios?

De vez en cuando, la determinación del hombre vacila momentáneamente y le asaltan dudas fundamentales sobre lo que está haciendo. ¿Siempre estuvo destinado a descubrir las instrucciones del aparato, o fue mera casualidad que diera con ellas? ¿Fue una bendición o una maldición para él haberlas encontrado? ¿Hay otros que también construyen sus propias máquinas o él es el único que lo hace? ¿Y si, para no enfrentarse al sinsentido y la vacuidad de su propia existencia, no hace más que ocuparse de un trabajo sin sentido que nunca llegará a nada, o que desembocará en la construcción de alguna cosa mundana e insignificante?

Otras veces se pregunta si la máquina no es más que una entidad metafórica, y él no es más que un personaje de una parábola alegórica que intenta transmitir, a través de sus acciones, alguna verdad profunda y esencial sobre la existencia, una verdad ante la que, por desgracia, él mismo está ciego y no puede comprender.

Con el paso de los años, sus manos pierden destreza, su vista pierde agudeza, su espalda pierde flexibilidad y su mente se debilita. Tareas que antes apenas requerían esfuerzo físico y mental ahora exigen toda su atención y su fuerza, dejándolo exhausto.

Y así, tras el largo y arduo periodo de construcción, el componente final está listo para ser colocado en su lugar. Solo falta fijarlo con la última tuerca y el último tornillo, y el aparato estará completo. Mientras lo hace, el hombre se siente cautivado por el poderoso encanto que parece irradiar la estructura terminada. Se imagina que nunca se separará de ella para contemplar eternamente su sobrecogedora belleza.

Entonces se da cuenta de que está viviendo los últimos momentos de su existencia mortal. A medida que su visión se oscurece, ve que la máquina que ha construido durante toda su vida parece el lugar de descanso ideal y que no le queda más remedio que ubicarse en ella para toda la eternidad.

 

Título original: Welcome to the machine 

Traducción del inglés: Sergio Gaut vel Hartman


Boris Glikman es escritor, poeta y filósofo. Las mayores influencias en su escritura son los sueños, Kafka, Borges y Dalí. Sus historias, poemas y artículos de no ficción han sido editados en revistas electrónicas y publicaciones impresas. Boris ha aparecido varias veces en la radio, incluyendo la radio nacional australiana, interpretando sus poemas e historias y discutiendo el significado de su trabajo. Dice: "Escribir para mí es una actividad espiritual del más alto grado. La escritura me da el conducto a un mundo que es inalcanzable por cualquier otro medio, un mundo que está poblado por Verdades Eternas, Preguntas Inefables y Belleza Infinita. Es mi esperanza que estas historias mías permitan al lector echar un vistazo a este universo".

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