Boris Glikman
Había una vez un wombat llamado Wally, un tipo realmente amable. Siempre
caminaba con una sonrisa en el rostro y era en todo momento bondadoso y
considerado con quienes lo rodeaban: con los canguros viejos y los jóvenes, con
los kookaburras adultos y también con los polluelos. Nunca dejaba de quitarse
el sombrero y decir “¡Buen día!” a cada animal que encontraba, preguntar por su
salud y ofrecer ayuda si la necesitaban.
Con el tiempo, los pájaros y las bestias empezaron a
sospechar de Wally, el wombat.
—¿Cuál podría ser la razón por la que es tan amable,
respetuoso y servicial con todos? Seguramente debe haber un motivo oculto” —susurraban
entre ellos mientras Wally pasaba alegremente durante su caminata matutina.
Así que le pidieron a Mona, la lagarta monitor, que
observara sigilosamente el comportamiento de Wally en su vida privada. Sin
duda, pensaban los canguros, equidnas y kookaburras, Wally debía dejar de lado
su amabilidad y mostrar su verdadera naturaleza en casa.
Después de varias semanas de vigilancia constante,
Mona regresó con los resultados: Wally, el wombat, era tan amable y considerado
en su vida privada como lo era en público. Nunca levantaba la voz, jamás hacía
berrinches y nunca decía ni hacía nada cruel en casa. Lo único ligeramente
inusual que Mona notó en él era la cantidad extraordinaria de tiempo que pasaba
hablando por teléfono.
Aun así, las criaturas del bosque seguían sin estar
convencidas de la bondad de Wally. Entonces, idearon otro plan brillante:
adherir furtivamente un diminuto dispositivo de lectura mental a la cabeza
peluda y redonda de Wally. De esta manera, tendrían por fin una prueba
irrefutable de los pensamientos malvados que él mantenía ocultos. Los canguros,
equidnas y kookaburras se frotaban las patas y las alas con júbilo mientras
esperaban impacientes los resultados. Por fin descubrirían lo que realmente
pensaba de ellos y cuáles eran los pensamientos oscuros que cruzaban su mente
mientras fingía hacer buenas acciones.
—Seguramente —se decían—, no puede ser que Wally no
tenga pensamientos impuros de envidia, codicia, vanidad y odio. Sin duda, debe
revelar su verdadero ser en lo que considera la privacidad absoluta de su
mente.
Pero ¡ay!, los pensamientos que registró la máquina de
lectura mental eran tan puros y virtuosos como las acciones de Wally. Nunca le
cruzó por la mente un pensamiento de odio; solo tenía sentimientos afectuosos
hacia cada criatura del bosque. Los animales quedaron atónitos y
desconcertados. Habían buscado en cada rincón de la mente de Wally un solo
pensamiento mezquino, un mínimo indicio de malicia o celos, pero no encontraron
nada.
Entonces, los pájaros y las bestias comenzaron a
sentirse molestos y frustrados con Wally por ser siempre tan bueno, feliz y
amable.
—¡No podemos permitir que un bicho raro tan peligroso
viva entre nosotros! —proclamaron—. ¡Algo drástico debe hacerse, y debe hacerse
de inmediato!
Decidieron enfrentar a Wally y exigirle una
explicación por su extraña conducta.
—Wally el wombat, ¿por qué eres siempre tan amable y
puro de pensamiento y corazón? —quisieron saber—. ¿Por qué eres siempre tan
feliz y bondadoso con todos?
Este estallido repentino de los canguros, equidnas y
kookaburras angustió mucho a Wally, y no vio otra opción que revelar a los
otros animales la fuente de su felicidad y bondad.
Abrió su maletín y sacó un aparato con gran
entusiasmo.
—¡Contemplen el mePhone! ¡El primer teléfono con el
que puedes llamarte y hablar contigo mismo! Lo inventé yo mismo y ha
transformado por completo mi vida y mi carácter. Me ha traído dicha y ha hecho
mi corazón puro —anunció Wally con su voz aguda rebosante de emoción—. Si me
dan tiempo, puedo fabricar mePhones para todos ustedes y vendérselos a un
precio muy razonable. ¡Sus vidas cambiarán también!
Todos los animales rieron a carcajadas.
—¡Ja, ja, ja! ¡Qué broma! ¿Para qué necesitaríamos
llamarnos a nosotros mismos? ¿Cómo podría el mePhone hacer alguna diferencia en
nuestras vidas?
—Si no están completamente satisfechos con el
producto, les devolveré su dinero sin hacer preguntas. ¿Qué tienen que perder?
—replicó Wally.
Así que, más por lástima que por otra cosa, todos los
pájaros y bestias aceptaron comprar el mePhone.
Inevitablemente, al principio hubo cierta aprensión al
usar el mePhone, pues ningún animal estaba seguro de qué tipo de respuesta
recibiría al llamarse a sí mismo por primera vez. ¿Y si la llamada inesperada
se consideraba una invasión inaceptable de la privacidad?
Con el tiempo, esos temores se disiparon cuando la
mayoría de las criaturas descubrieron que eran recibidas con calidez y
entusiasmo, y que sus llamadas eran una grata sorpresa. Hablar consigo mismo
resultó ser como hablar con un viejo amigo al que no habías visto en mucho
tiempo, y la conversación fluía con naturalidad.
Para su sorpresa, los pájaros y las bestias
descubrieron que había grandes beneficios en tener una buena charla consigo
mismos, ya que nunca se habían detenido a hacer un examen honesto de sus vidas.
Siempre estaban ocupados buscando comida, cuidando a sus crías y tratando de
acallar la pregunta persistente de si eran realmente felices. Como resultado,
habían perdido todo contacto con su verdadero yo.
Así que fue una experiencia reveladora poder mantener
una conversación profunda y significativa consigo mismos. Ahora podían ponerse
al día con aspectos de su vida que nunca habían tenido oportunidad de pensar,
enterarse de noticias vitales que se habían perdido mientras avanzaban por la
senda del bosque de la vida.
No pocas veces se derramaron lágrimas al revelarse
verdades que las criaturas se habían ocultado a sí mismas, expresadas con
franqueza y sin rodeos. Las conversaciones adquirieron un tono confesional, ya
que los secretos más oscuros y problemas que solo uno mismo conocía fueron
revelados abiertamente a través de la línea telefónica. Con frecuencia, los
animales se sorprendían al descubrir lo que realmente sentían en su interior:
que en realidad no estaban felices con su posición en la comunidad del bosque o
que hacía mucho tiempo habían dejado de amar a alguien. En otras ocasiones, la
voz al otro lado de la línea les recordaba los sueños olvidados, los deseos y
necesidades que habían reprimido durante demasiado tiempo.
El emú recordó finalmente cómo, cuando era joven,
siempre había soñado con aprender a volar y comenzó a tomar clases en la
escuela de vuelo local. El demonio de Tasmania descubrió un lado más amable y
gentil de su naturaleza y decidió dedicar el resto de su vida a la enfermería.
El kookaburra, al darse cuenta de que estaba harto de actuar siempre como un
payaso, decidió estudiar artes dramáticas para convertirse en un actor serio.
La koala, al ver por primera vez lo perezosa y con sobrepeso que estaba, contrató
a un entrenador personal para ponerse en forma.
Todas las criaturas del bosque estaban profundamente
agradecidas con la invención de Wally y le otorgaron grandes honores. El bosque
se convirtió en un lugar mejor y más feliz gracias al mePhone, ya que los
pájaros y las bestias finalmente comenzaron a ser fieles a sí mismos. Al haber
desterrado sus tormentos internos, ahora se trataban unos a otros con
amabilidad y respeto. La vida antes del mePhone se convirtió en un recuerdo
lejano y descolorido, y ningún animal podía imaginarse jamás vivir sin uno.
Título
original: Wally, the Wombat, and his mePhone
Traducción: Sergio Gaut vel Hartman
Boris Glikman es escritor, poeta y filósofo. Las mayores influencias en su escritura son los sueños, Kafka, Borges y Dalí. Sus historias, poemas y artículos de no ficción han sido editados en revistas electrónicas y publicaciones impresas. Boris ha aparecido varias veces en la radio, incluyendo la radio nacional australiana, interpretando sus poemas e historias y discutiendo el significado de su trabajo. Dice: "Escribir para mí es una actividad espiritual del más alto grado. La escritura me da el conducto a un mundo que es inalcanzable por cualquier otro medio, un mundo que está poblado por Verdades Eternas, Preguntas Inefables y Belleza Infinita. Es mi esperanza que estas historias mías permitan al lector echar un vistazo a este universo".