Mostrando entradas con la etiqueta Martín Cipriani. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Martín Cipriani. Mostrar todas las entradas

domingo, 19 de mayo de 2024

UN RACIMO DE BANANAS VERDES

Martín Cipriani 

 

Estoy parado frente a una mesa cubierta por un mantel rojo. Miro mis manos, están sanas. No hay rastros de sangre ni de los cortes. Sobre la mesa situada en el centro de la habitación están la taza de café caliente y la fuente de vidrio, intacta, con un racimo de bananas verdes. La habitación es cuadrada y amplia. El piso, el techo y las paredes son de concreto. No hay ventanas. En el extremo izquierdo de una de las paredes hay una puerta de metal cerrada con candado. En la pared opuesta y en el extremo derecho hay una puerta similar, pero sin trabas. De pronto se oyen tres golpes secos con espacio de cuatro o cinco segundos entre uno y otro. Me acerco a la puerta sin trabas y al abrirla un destello de luz me ciega. Cuando este se desvanece y puedo abrir los ojos me encuentro de pie al lado de la puerta con candado en la misma habitación. Me acerco hasta la mesa, la taza de café esta fría. Las bananas parecen tener un tono más claro. Vuelvo a oír los golpes en la puerta, secos, distanciados. Abro y el destello vuelve a cegarme. Automáticamente aparezco delante de la puerta con candado en la misma habitación. El color del café ya no tiene la misma intensidad y las bananas están amarillas. Intento volver atrás, pero la puerta con candado es infranqueable. Estoy furioso y desorientado, no entiendo lo que pasa. Se oyen tres golpes, atravieso la puerta. Las bananas están cubiertas de pintas negras, el café está en el fondo de la taza y en la superficie hay unas manchas blancas. Suenan los tres golpes, paso al otro lado… Las bananas están negras y la taza de café es un criadero de hongos. Vuelvo a escuchar los tres golpes en la puerta, la vuelvo a atravesar. Le doy una patada a la mesa. La fuente y la taza se hacen mil pedazos en el piso. Las bananas en completo estado de descomposición vuelan y manchan una de las paredes. El mantel cae y cubre el charco que dejó el café derramado. De nuevo los tres golpes, atravieso la puerta y todo sigue igual excepto por la mancha de café en el mantel que ya está seca. Corro como un loco y atravieso la puerta tantas veces que pierdo la cuenta. Cuando mi físico no me permite continuar me detengo. Entonces puedo ver que las patas de la mesa están oxidadas y que el mantel es solo un montón de jirones descoloridos. Del café no hay rastros y solo se puede ver una leve sombra de las bananas que salpicaron la pared. Caigo de rodillas, lanzo un alarido y me largo a llorar, estoy desesperado. Camino a cuatro patas sobre los restos de la taza y la fuente. Las manos y las rodillas me sangran. Me paro de frente a la puerta con candado, apoyo la palma de las manos y le doy un golpe seco con la frente. Quedo un poco aturdido, pero eso no me impide embestir a la puerta por segunda vez. Me hago un corte en una ceja y se me empapa el rostro de sangre. Entonces tomo un poco de distancia de la puerta y después de una corta carrera le doy un golpe que me hace desvanecer. 

Cuando despierto estoy parado frente a una mesa cubierta por un mantel rojo. Miro mis manos, están sanas. No hay rastros de sangre ni de los cortes. Sobre la mesa situada en el centro de la habitación están la taza de café caliente y la fuente de vidrio, intacta, con un racimo de bananas verdes.

 

 

Martín Cipriani vive en Soldini, provincia de Santa Fe. Es comerciante, músico y compositor. El relato "Un racimo de bananas verdes" forma parte de la Antologia de invierno del taller de escritura creativa de la profesora Mariana Mazover.

 

LA CIUDAD Y SUS ESTACIONES

Franco Ricciardiello   Por ejemplo, en invierno a las cinco de la tarde ya es de noche, la cálida luz de los escaparates guía el paseo por...