Mostrando entradas con la etiqueta Gerson Lodi-Ribeiro. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Gerson Lodi-Ribeiro. Mostrar todas las entradas

domingo, 23 de noviembre de 2025

TEMPORADA ALTA

Gerson Lodi-Ribeiro

 

—Conexión de Capella en la línea ansible. Es la gobernadora de los elfos en este sector de la periferia galáctica. Ya sabe lo que ellas quieren, ¿no? —El humano oye al programa maestro de la agencia susurrar dentro de su mente.

—Por desgracia. Vamos a dejarla en stand-by.

—Ella no apreciará en absoluto esa descortesía humana.

—Tal vez sirva para ablandarla un poco.

—¿Ablandar a una lady-elfo? Bueno, jefe, usted es quien manda.

El humano, alto y esbelto parpadea con la nítida impresión de que el sentido del humor del programa maestro de la agencia se está volviendo cada vez más sutil y afilado con el paso de los años.

Le pide al sistema oculto bajo el panel de roble sintético que reduzca la velocidad de transmisión de datos a su mente. Abre sus ojos azul claro y observa el paisaje desplegado en la ventana panorámica de su despacho.

Anochece en ese hemisferio de Marte. El panorama del crepúsculo rojo sobre aquellas mesetas serenas, visto desde la cima del volcán Olympus Mons, es un espectáculo incomparable en todo el Sistema Solar. Vastas llanuras rojas se extienden decenas de kilómetros en todas las direcciones, recortadas por cauces secos de ríos de un pasado muy antiguo y salpicadas aquí y allá por oasis verdes, lugares donde los trabajos de terraformación ya están avanzados.

Un alienígena que se encontrara con ese paisaje magnífico, visto desde los amplios ventanales polarizados de la oficina general de la agencia de turismo temporal, difícilmente imaginaría que se trata de una holografía ingeniosa proyectada desde el interior de la sala.

La estancia fue excavada en el núcleo de un pequeño asteroide; una roca que describe una órbita circular muy ajustada, cuyo radio es menos de una décima parte del radio de la órbita de Mercurio.

Una roca de apenas unos pocos kilómetros de longitud había sido remolcada hasta aquel lugar, donde permanece no sólo debidamente camuflada bajo el intenso flujo de la fotosfera, sino que además aprovecha una fracción sustancial de la energía incidente.

La ubicación exacta de la agencia es uno de los secretos mejor guardados de la humanidad y uno de sus pocos triunfos. Algunas civilizaciones galácticas imaginan que la agencia se encuentra en Honolulu, la capital de la Tierra. Otras creen que sus instalaciones están en la cima del volcán más grande del Sistema Solar. Apenas dos de las varias localizaciones falsas disponibles.

—¿Y entonces, Arthur? —La pregunta del programa maestro retumba en su mente, desviando su atención de la tarea que realiza con la ayuda de la otra IA. Suprime el bloqueo telepático para hacer la invasión menos dolorosa—. ¿Puede atender a la jerarca de los elfos ahora? La criatura viene mostrando señales claras de impaciencia y, sinceramente, no parece dispuesta a esperar más.

Contrariado, el humano da por concluido el diálogo que viene manteniendo con la IA residente en el panel frontal. Las actividades de rutina en la gestión de la agencia de turismo deben ser dejadas de lado una vez más en favor de las buenas relaciones diplomáticas de la humanidad con una de las civilizaciones galácticas dominantes en este sector de la periferia.

Pasa las manos por su largo cabello desordenado, intentando arreglarlo lo mejor posible. Levemente molesto, emite dos breves órdenes mentales. La primera, para que su sillón gire ciento ochenta grados, quedando frente al holotanque de comunicaciones. La segunda, para que la iluminación ambiental se atenúe bastante. La agudeza visual de los elfos es muy superior a la de los humanos sin implantes retinianos.

—¿No puede retenerla un poco más?

El programa maestro suelta una risita baja, que uno diría entre dientes, si los tuviera. Arthur sospecha que él también se está volviendo más voluntarioso a cada actualización, y a medida que los siglos pasan y los administradores humanos se suceden.

—Ella ya está harta de mi conversación. Y, a decir verdad, el sentimiento es recíproco. Amenazó con interrumpir la comunicación tres veces y está, en este preciso instante, insinuando que la demora podría llegar a tener consecuencias bastante desagradables para el progreso tecnológico de la humanidad.

—El viejo discurso de siempre. Ya sabe lo que pienso de la política de tratar a esos alienígenas con la deferencia debida a ministros plenipotenciarios del Espíritu Universal.

—Lo sé, lo sé. Dicen sus principios personales que no sirve de nada tratarlos bien, porque jamás nos proporcionarán la tecnología de los viajes hiperespaciales. Sin embargo, nosotros también tenemos algo que ellos ansían, ¿no es cierto?

—Exceptuando su tono sarcástico, eso mismo. Lo peor es que siempre soy yo quien se somete a esas sesiones de amenazas y promesas. Los resultados son invariablemente nulos. Cuando no son los elfos, son los demigods u otros alienígenas de cualquier civilización galáctica.

—Sí, pero estos elfos se han mostrado más insistentes a lo largo de este siglo. Está también la cuestión del interés religioso... Ah, en este mismo momento está profiriendo una larga serie de improperios en su idioma nativo. ¿Le gustaría una traducción simultánea?

—Muchísimas gracias. Basta de charla. Pasa la conexión.

—Con todo gusto. Diviértase.

—Quédate cerca.

—No me perdería el espectáculo por nada de este lado de la periferia galáctica.

Los elfos son una especie típicamente humanoide. Su constitución delicada es un indicio claro de que evolucionaron en un mundo de baja gravedad. Sus rostros y brazos están en general recubiertos por cortos pelillos marrones, semejantes al pelaje de un caballo. Sus orejas afiladas, peludas como las de un gato, albergan aparatos auditivos más sensibles que los humanos. En esta especie las hembras son indiscutiblemente más grandes, vigorosas y agresivas.

Los humanos bautizaron a esos seres como “elfos” por una vaga y supuesta semejanza con los elfos oscuros de la obra de Tolkien.

Unos enormes ojos rojos de lémur brillan cuando su dueña se da cuenta de que está mirando al administrador de la agencia. La gobernadora gesticula nerviosa con los seis dedos finos de la mano izquierda, haciendo un saludo descuidado, normalmente empleado por su pueblo al tratar con especies racionales subalternas.

—Por fin se dignó a comparecer. ¡Y ni siquiera es una hembra!

—¿Cómo ha estado, gobernadora? —Arthur esperaba un comentario sexista de ese tipo, tratándose de una lady-elfo—. Como Vuestra Excelencia sin duda sabe, entre los humanos los machos también desempeñan funciones de responsabilidad política y diplomática.

—Respeto las idiosincrasias de su pueblo. Sin embargo, todavía preferiría tratar directamente con una hembra humana. Nada personal, se lo aseguro.

—La señora solicitó hablar personalmente con el administrador de la agencia, ¿no es así?

—No imaginé que las humanas permitieran a sus machos ejercer un cargo así. —Los hombros estrechos de la alienígena se remueven como si sintiera incomodidad—. Pero, si usted está seguro de que está calificado para representar a su especie, vamos a lo que interesa.

—Perfectamente.

La alienígena parece tragar en seco, como preparándose para abordar un asunto embarazoso y desagradable.

—La humanidad es la única civilización conocida que domina la tecnología de los viajes temporales al pasado. Deseamos aprender con las humanas y estamos dispuestas a recompensar a su especie por las enseñanzas que nos impartan, proporcionándoles técnicas y productos que hace tiempo ambicionan.

—Nuestros dos pueblos ya han discutido ese asunto antes. En realidad, podemos decir que emprender viajes retrotemporales es un viejo anhelo de los elfos, ¿no es cierto? Un sueño casi tan antiguo como el de los humanos de aprender las técnicas que posibiliten viajes estelares a velocidades superiores a la de la luz. Pues bien, señora, los términos no han cambiado.

—Las humanas son una especie tozuda e insensata. —Las irises de los ojos de la gobernadora centellean como hierro al rojo vivo. Arthur ni siquiera necesitaría de su formación en xenopsicología aplicada para saber lo que eso significa—. Ya les dijimos que estamos impedidas de proporcionarles el vuelo hiperespacial. Todas las civilizaciones avanzadas de este sector de la periferia decidieron de común acuerdo que las especies más jóvenes de la comunidad galáctica deben desarrollar esa tecnología por sí mismas.

—Ya hemos escuchado ese discurso de boca de muchos pueblos distintos. Los que se autoproclaman “comunidad galáctica” ven el desarrollo de esa técnica como una prueba de madurez. Es sabido, sin embargo, que sólo una civilización tecnológica de cada mil parece capaz de descubrir las técnicas de navegación hiperespacial sin ayuda. Aunque existan actualmente más de treinta especies que construyen hipernaves, esta tecnología sólo fue desarrollada de forma independiente cuatro veces, de acuerdo con los registros de todas las especies civilizadas con las que hemos establecido contacto. Y, en los cuatro casos, se trató de un descubrimiento accidental. Un hallazgo difícilmente reproducible mediante un esfuerzo de investigación.

—Sus estimaciones no están lejos de la realidad. Existe, sin embargo, una lógica tras esa ley que impera desde hace cientos de miles de sus años. No nos atrevemos a permitir que la periferia sea inundada por un aluvión de especies inmaduras.

—Comprendemos su posición. A cambio, esperamos que acepten la nuestra. La tecnología del viaje retrotemporal es potencialmente muy peligrosa. Ni siquiera hace falta recordarle los riesgos implicados en la creación de paradojas temporales negativas. Los elfos saben tan bien como nosotros que una paradoja de ese tipo podría originar una serie de catástrofes de alcance cósmico.

—¿Está insinuando que mi especie no tendría la madurez para lidiar con esos riesgos y tomar providencias para evitar que ocurran?

—Lejos de mí tal idea. Sin embargo, póngase en nuestro lugar. Confieso que abrigamos temores sobre lo que podría ocurrir si una tecnología tan peligrosa como esa cayera en poder de ese aluvión de civilizaciones inmaduras que habitan nuestro sector de la periferia.

—No apreciamos las manifestaciones groseras de aquello que las humanas consideran sentido del humor.

—Lo siento muchísimo, Vuestra Excelencia.

—Mi pueblo ya contaba con esa negativa a cedernos la tecnología temporal. Sin embargo, hay otro asunto igualmente importante que deseamos tratar con usted.

Mientras presiona al administrador humano, la alienígena enrolla distraídamente un mechón de su larga cabellera pelirroja en una de las garras retráctiles de la mano derecha.

Arthur sabe que el largo del cabello constituye una excelente medida de la posición social que una lady-elfo ocupa en la jerarquía de su pueblo. Y el cabello de la gobernadora es particularmente largo, cayendo hasta la mitad de sus hombros. Se pregunta si el hecho de mantener el cabello largo no habrá confundido a la alienígena.

Ella mira al humano con una expresión que pretende ser amistosa.

—¿Es cierto que están patrocinando viajes turísticos a su pasado histórico?

—En efecto, ese tipo de servicio se está ofreciendo de forma experimental.

—¿Y podría ser contratado por no humanos?

—Sí. Ya hemos tenido varios turistas alienígenas en visita a algunos pocos eventos históricos de nuestra fase monoplanetaria.

—Algunas filósofas élficas están interesadas en asistir a un determinado evento del pasado humano.

—De acuerdo. La crucifixión de Cristo, ¿verdad?

—Exacto. ¿Cómo lo supo?

—Somos la única especie racional que creó el concepto de religión. Los alienígenas que nos visitan se muestran, en general, encantados y muy curiosos con un fenómeno socioantropológico de esa envergadura. También somos los únicos capaces de efectuar viajes al pasado. Es natural que los turistas quieran presenciar ciertos eventos cruciales in loco, para discriminar mejor los mitos de la realidad. En cuanto a la crucifixión de Cristo, parece ser el punto central de esa curiosidad morbosa, por así decirlo.

—¿Quiere decir que otros alienígenas ya han estudiado ese evento histórico?

—Ah, sí. La crucifixión es una especie de temporada alta en lo que concierne al turismo retrotemporal. A decir verdad, tuvimos algunos problemas de contención de paradojas con ese evento en particular.

—Prometemos tomar todas las medidas de seguridad posibles.

—No será necesario. La agencia Contingencias Retrotemporales, nuestra agencia madre por así decir, se encargará de la seguridad.

La gobernadora cierra lentamente sus estrechos labios correosos. Aparentemente, no contaba con una supervisión humana en las investigaciones de sus filósofas.

—Además, todos los alienígenas viajarán disfrazados de humanos y vestidos como los nativos de Jerusalén en los primeros años del Imperio Romano. Deberán también aprender los idiomas latín y arameo tal como se articulaban en la época.

—Naturalmente. No habrá ningún problema con eso, siempre que podamos contar con la orientación humana. No pretendemos de ninguna manera interferir en su pasado histórico.

—¿Cuántas estudiosas elfas irían?

—Unas cinco o seis. Nos gustaría que asistieran al evento disfrazadas de legionarias romanas.

—Eso no será posible. Las plazas para legionarios romanos ya están todas ocupadas por historiadores y arqueólogos humanos. No podemos alterar eso, dado que ellos ya han estado allí en el pasado y, efectivamente, ya han presenciado la crucifixión.

—Eso es lamentable. Bueno, debo confesar que yo misma conozco relativamente bien ese período de la historia de su pueblo. ¿Qué tal, entonces, mercaderes sirios?

—Ya tenemos siete jerarcas demigods disfrazados de mercaderes y otros quince alienígenas de cuatro especies distintas. Nuestro cupo de mercaderes sirios galácticos está completo.

—Siempre podríamos asumir el papel de campesinos o pequeños artesanos locales. Al parecer, varios centenares de ellos acompañaron el evento.

—Es verdad. Pero pocos lo presenciaron de principio a fin. Y esos pocos estaban dispersos en la multitud que siguió el cortejo de la cruz por las callejuelas de Jerusalén. Sería absurdo dispersar a un pequeño grupo de elfos en una turba de humanos semibárbaros. Sería invocar un paradoja negativa.

—Estoy dispuesta a intentar reducir el número de filósofas élficas a dos o tres, si usted me asegura los lugares de las otras dos crucificadas.

—Eso es simplemente inaceptable. No podemos andar crucificando alienígenas impunemente en nuestro pasado.

—Parece que todos los buenos lugares ya están ocupados. ¿Todavía queda alguna nativa auténtica en ese evento histórico?

—Esa misma crítica pertinente ha sido presentada por los programas autoconscientes que gestionan los viajes retrotemporales y procuran evitar la aparición de paradojas negativas.

—Se están preocupando demasiado. El Universo no es tan frágil. El continuo espaciotemporal posee un poder de cicatrización admirable. ¿Recuerda aquel incidente del Cruce del Mar Rojo?

Arthur se sorprende con el conocimiento de la lady-elfo. Un punto para el servicio de inteligencia de la representación diplomática de los elfos en el Sistema Solar.

De hecho, cuando los historiadores visitaron por primera vez el lugar espaciotemporal donde debía haberse producido el cruce del Mar Rojo, se toparon con un grupo de campesinos hebreos en fuga, liderados por un anciano que presentaba una vaga semejanza con el Moisés bíblico. Los fugitivos acabaron acorralados entre las tropas del faraón y la playa. No había salida y fueron masacrados. Los pocos supervivientes regresaron a Egipto como esclavos.

En el presente, la leyenda de la apertura de las aguas del Mar Rojo siguió sin una explicación plausible. Algunos años más tarde, otra expedición, esta vez compuesta por un equipo mixto de humanos y alienígenas, volvió al punto donde la travesía de los hebreos había fracasado. Programado de forma errónea, un generador de campo alienígena se disparó solo, formando un túnel de energía cilíndrico que conectó accidentalmente las dos orillas, por debajo de las aguas del Mar Rojo. Ávidos por un milagro, los hebreos se lanzaron al interior del túnel creado por el campo defensivo. Comprendiendo el alcance del acontecimiento, el programa maestro que coordinaba aquella visita al pasado recomendó mantener el campo energético activado hasta que los seguidores de Moisés llegaran sanos y salvos al otro lado. Y esa interferencia del futuro en el pasado generó una paradoja temporal positiva, cuya única consecuencia concreta fue el milagro conocido como la Apertura de las Aguas del Mar Rojo.

—Aquello fue distinto. Una paradoja positiva. No hubo alteración del pasado, sino un refuerzo de lo que ya estaba registrado en algunas de nuestras fuentes históricas.

La alienígena lanza una mirada fulgurante a Arthur. Un indicio claro de que está a punto de perder la calma.

—¿Y qué nos queda entonces?

El humano suspira hondo antes de responder.

—Mire, sé que pueden incluso sentirse ofendidas, pero en realidad no nos han sobrado muchas opciones. Si están de acuerdo, no tendrán que preocuparse por el arameo y el latín. Descubrimos la presencia de dos animales de tiro que arrastraban una pequeña carreta de dos ruedas, confiscada por un decurión romano que estaba de franco ese día y decidió presenciar de cerca todo el espectáculo de la crucifixión.

—¿Podríamos embarcar en ese vehículo? Pensé que una carreta era demasiado pequeña para transportar a más de una persona. No se preocupe por si nos sentimos ofendidas. Percibo que la situación es crítica y no tomaré a mal la sugerencia de que embarquemos como pasajeras de un vehículo tan primitivo.

—La sugerencia no es exactamente esa. Hace algunos años, nuestros neuropsicólogos desarrollaron una técnica segura para implantar temporalmente la conciencia de una criatura inteligente en el cerebro de un animal superior.

—¿Qué? ¿Está sugiriendo que visitemos el pasado humano embarcadas en las mentes de animales de carga? Seríamos objeto de bromas maliciosas en todo el Grupo Local hasta el fin de la Gran Expansión.

—Bueno, sé que puede parecer...

—¡Escuche bien, macho humano estúpido! Ya perdí la paciencia con su sentido del humor idiota. Si pudiera tomar sola una decisión de esa envergadura, ordenaría que el Sol fuera convertido en un agujero negro.

—Sabía que la señora se sentiría ofendida.

—Y aun así articuló su propuesta. Eso es típico de ustedes. Después preguntan por qué los consideramos inmaduros para colonizar la Vía Láctea.

La gobernadora hace un gesto brusco con la mano izquierda y el holograma se disuelve en un destello verdoso.

—Vaya, jefe, ni siquiera se despidió. Creo que esta vez se pasó un poco.

—Eso no va a alterar significativamente las relaciones entre humanos y elfos. Además, después de nuestra agradable conversación, le garantizo que nos dejarán en paz durante algunas décadas.

—En eso tiene razón —el tono del programa maestro es de alivio sincero—. Ya estaba visualizando el momento en que propondría cambiar el lugar de Jesús en la crucifixión por el secreto del vuelo hiperespacial.

—Ya hemos caído en ese cuento antes. Los demigods aseguraban que era completamente seguro. Al fin y al cabo, su agente especial convivió varios años con los nativos de la Judea precristiana. Todo parecía perfecto, ¿recuerda?

—Sólo de pensar en la multitud aterrorizada, presenciando aquella sangre azul verdosa chorreando por el cuerpo de Cristo, cruz abajo. Y en las docenas de antenas serpentinas que brotaron de la corona de espinas cuando el demigod perdió el control. Sin mencionar el tumulto y las muertes por pisoteo que se siguieron al incidente.

—Y en el trabajo que dio limpiar todo aquel desastre de los registros históricos únicamente con los recursos de que disponíamos en el pasado. Una carrera alucinada para evitar un tremendo paradoja negativa que, sin duda, barrería de la Espiral a la civilización humana tal como la conocemos.

—Sí, jefe, quizá tenga razón. El pasado humano es demasiado frágil para permitir que esos turistas alienígenas anden paseándose libremente por nuestros libros de historia.


Título original en portugués: "Alta temporal"

Traducción: Sergio Gaut vel Hartman

Gerson Lodi-Ribeiro es un escritor brasileño de ciencia ficción, con títulos en Ingeniería Electrónica y Astronomía por la UFRJ. Sus primeros cuentos aparecieron en fanzines como Boletim Antares y Somnium en la década de 1980, pero su debut profesional como escritor se dio, de hecho, con la noveleta “Alienígenas Mitológicos”, publicada en la edición brasileña de la Isaac Asimov Magazine n.º 15. En el n.º 25 de la misma revista también publicó “A Ética da Traição” (1993), un cuento largo del subgénero de historia alternativa que también apareció en la revista semiprofesional francesa Antarès—Science Fiction sans Frontieres, y en la antología O Atlântico Tem Duas Margens (1993). Esta obra es reconocida como un clásico moderno de la ciencia ficción brasileña. En 1996, Lodi-Ribeiro recibió el Premio Nova al Mejor Trabajo de Ciencia Ficción y Fantasía por O Vampiro de Nova Holanda y, en 1999, el Premio Nautilus a la Mejor Noveleta por A Filha do Predador, escrita bajo el seudónimo de Daniel Alvarez y publicada ese mismo año en el fanzine Intrepid. El autor también recibió el Premio Argos Especial por el conjunto de su obra y, en 2012, el Premio Argos al Mejor Novela de Ciencia Ficción y Fantasía por A Guardiã da Memória. En 2018 volvió a recibir el Premio Argos a la Mejor Novela de Ciencia Ficción y Fantasía por Octopusgarden. Entre 2004 y 2010, el autor trabajó en el desarrollo del universo ficcional del juego Taikodom. En abril de 2009 se publicó el libro Taikodom: Crônicas por Devir Livraria. Entre sus últimas obras publicadas pueden citarse Estranhos no Paraíso (novela, 2015), la ya citada novela Octopusgarden (2017) y Pecados Terrestres (novela corta, 2022). 

LA MUJER-PLUMA O LA IRONÍA DEL ESPANTAPÁJAROS

Itzel Alejandra Flores García     Mientras leías línea a línea las palabras del poema de Girondo, la mirabas de reojo estremecerse en ...