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viernes, 12 de diciembre de 2025

QUE LES VAYA BIEN… Y GRACIAS POR ABSOLUTAMENTE NADA

Achim Stößer

 

Hace ya dos mil años que estoy aquí y he muerto ciento cuatro veces. En algunas oportunidades ha sido por un accidente, pero en la mayoría de los casos ustedes me han matado. Claro, sería muy grave si yo fuera un ser humano, pero es lo suficientemente grave, sobre todo teniendo en cuenta que ustedes no sabían quién era yo, y que mi muerte solo es pasajera. Y que aparte de que crear un nuevo avatar dura meses, cada nacimiento es un martirio. Todavía recuerdo la primera vez, la más terrible: mi conciencia despierta en medio de una absoluta privación sensorial, oscuridad total, silencio, ni frío ni calor, ninguna sensación, una nada como la muerte. Lentamente comienzan a regresar los sentidos, estoy tendido en un coma vigil en una bañera llena de una mucosidad viscosa, incapaz de moverme y comienzo a comprender que el cuerpo en el que me encuentro parece amputado, semiciego y sordo (usando la terminología de ustedes para colores y sonidos que nosotros podemos ver y oír: infrarrojo, ultravioleta, infra y ultrasonido), ninguna percepción de campos magnéticos o eléctricos. Ningún órgano de la línea lateral, claro, ya que ustedes viven en una atmósfera de gases. Lentamente tomo el control sobre mis miembros, solamente cuatro, como si los otros hubiesen sido amputados. Dolores fantasmas en los miembros faltantes, dolor de cabeza. Aguijonazos sobre la piel, en cada miembro, sobre la lengua y los globos oculares. Náuseas, la permanente sensación de tener que vomitar sin producir más que un par de arcadas.

Duró un par de días, hasta que la sonda juntó suficientes muestras de habla, simples señales acústicas, para equipar con ellas el cerebro del avatar, y después llevó unas cuantas horas el controlar suficientemente los órganos vocales. Otros idiomas, que poco se diferenciaban de este, resultaron luego más fáciles gracias a los primeros ensayos.

Ya nuestra llegada aquí, a este insoportable mundo, estuvo ensombrecida por una catástrofe infernal. Apenas nos habíamos aproximado a la órbita lunar cuando descubrimos un asteroide que amenazaba impactar con el planeta que habitan. En verdad, y visto desde cierta distancia, el mundo es una linda esferita… en especial si uno no conoce a sus odiosos habitantes: enormes océanos de un azul centelleante, las masas terrestres cubiertas de una flora verde, casquetes polares de un blanco enceguecedor, si me limito a vuestro espectro visual; la vista desde arriba cae sobre nubes suaves. Pero el lado nocturno es oscurísimo, negro como la pez, un reflejo de la infernal vida que allí se desarrolla, aún cuando ahora los continentes deben estar sembrados de luces como el rocío matutino sobre las telas de araña.

¿Recuerdan el suceso de Tunguska? Seguro, recién han pasado un par de años desde eso. El asteroide explotó en el aire sobre Siberia. En un radio de treinta kilómetros, sesenta millones de árboles fueron arrancados de la tierra, en una población situada al doble de distancia saltaron puertas y ventanas, la llamarada de la explosión se pudo ver a quinientos kilómetros de distancia, seguido de truenos y una terrible onda expansiva. También murieron un par de renos. La explosión tuvo la potencia de cerca de cuatro megatones de TNT (aún cuando ustedes exageran el efecto y hablan de diez a quince megatones, lo que equivaldría a mil veces la energía de Little Boy con la cual ustedes destruyeron Hiroshima y a un cuarto de la bomba “Zar” sobre Nowaja Semlja de hace tres décadas y media) ya que el asteroide solo tenía un diámetro de cincuenta metros y explotó a una altura de diez kilómetros. Pero ese fue un pedregullo inocuo en comparación con aquel que entonces se dirigía rumbo a la Tierra: mucho más denso, el diámetro cien veces más grande... como sabíamos que el planeta estaba habitado no vimos otra salida que embestirlo para desviar su curso. Un impacto hubiese provocado primero terremotos, tsunamis y enormes incendios, y después un invierno global debido al hollín y otras partículas, un invierno que hubiese enfriado dramáticamente la superficie marina, seguido de tormentas debido a la diferencia de temperatura que habrían mantenido las partículas suspendidas en la atmósfera. Recién después de muchos años, por los gases de efecto invernadero, las temperaturas se hubiesen elevado a un nivel superior al que tenían antes del impacto. Conseguimos cambiar el curso del asteroide apenas lo suficiente para que no choque con la Tierra, pero sufrimos una avería en nuestra nave. Logramos dirigirla hacia vuestro planeta haciendo un gran esfuerzo. La envoltura externa se fundió por la fricción de la atmósfera, porque no estaba diseñada para eso, pero teníamos cápsulas de emergencia especiales. Seguramente les habrá gustado el espectáculo que ofreció nuestra caída: fuimos, mientras atravesábamos el cielo nocturno, y antes de sumergirnos en el mar Mediterráneo, la estrella fugaz más brillante que hayan visto. La cubierta exterior, abruptamente enfriada por el agua marina, chirrió y crepitó; el agua hervía a borbotones y así llegamos al fondo del mar. Por una grieta en la pared de la nave se introdujo la líquida, pero para nosotros venenosa sustancia, el agua salada. Solamente sobrevivimos dos.

 

 Si bien nosotros podemos sobrevivir en vuestro aire nunca nos hubiésemos podido mostrar con nuestra verdadera fisonomía. Ustedes gritan de miedo en el cine frente a Tarántula o a las hormigas mutantes de Them!, por lo que atacan a cualquier insecto que quiera compartir vuestras cuevas artificiales con monstruosas armas letales que ustedes llaman aspiradoras. Pero por eso tenemos los avatares, máquinas biológicas en cualquier forma posible, creadas para alojar nuestra conciencia aún en una atmósfera para nosotros letal, que es lo que hacen aquí, mientras que la nave en donde nuestros cuerpos están prisioneros, a pesar de sus daños irreparables, protege nuestros cuerpos reales.

 

El hormigueo en el cuerpo y las náuseas fueron desapareciendo paulatinamente. El útero, lleno del gas para nosotros letal que ustedes respiran, emergió a la superficie y se dirigió a la costa. Cuando llegó a la playa lo abrí, descendí con piernas temblorosas (dos piernas), me tambaleé dando un par de pasos y me dejé caer al suelo hasta juntar fuerzas suficientes. Después emprendí camino al próximo pueblo que pude encontrar.

Al principio ustedes no me parecían muy peligrosos, aún cuando la reacción a mi presencia, en la fase en la que yo todavía no estaba en condiciones de hablar, no fue muy amistosa. Pero cuando mi capacidad de comunicarme fue mejorando y estuve en condiciones de comprender más, entendí lo que ustedes comían: los cadáveres de cabras y ovejas que habían asesinado. Y cuando presencié como ustedes apedrearon a un hombre hasta matarlo porque, como ustedes decían, había pronunciado el nombre de vuestra divinidad, me interpuse y les expliqué que no hay dioses y que ustedes mismos deben asumir la responsabilidad, que las fórmulas mágicas, ya sean nombres de dioses, plegarias o maldiciones, ni sirven ni causan daño alguno, me mataron por primera vez. Me arrojaron piedras hasta que del avatar sólo quedó una masa ensangrentada. Por los terribles dolores perdí el conocimiento antes de morir. Y así regresé a mi propio cuerpo en la nave sobre el fondo del Mediterráneo, donde desperté desorientado y horrorizado.

Y así continuó todo. Un avatar tras otro, apedreado, muerto a golpes, acuchillado, decapitado, envenenado o víctima de una explosión, a veces porque me interpuse para impedir otro acto atroz, otras veces de casualidad cuando yo, ya resignado, simplemente observaba la hecatombe. Una vez fui víctima de una explosión cuando una de las sectas rivales en Irlanda del Norte activó una bomba, una vez fui atropellado, una vez colgado por tratar de ayudar a un par de caballos prisioneros, otra vez terminé sobre la pira por ser bruja por tratar de curar a un enfermo con primitivos medios fitoquímicos, otra vez muerto a golpes porque mi avatar tenía el color de piel falso. Ustedes tienen una relación muy extraña con los colores, ya sea en los trapos que usan como banderas, en los que usan como vestido, o, como en este caso, la piel.

De vez en cuando use también avatares de otras especies locales después de haber pasado años en forma de ser humano, aun cuando por la completamente diferente cinemática era muy difícil acostumbrarse. Los gatos son una posibilidad excelente para poder observar a los humanos, sin que ellos se sientan observados. El problema es que un avatar felino no puede permanecer mucho tiempo en un lugar porque corre el riesgo de que se le ofrezcan cadáveres de otros animales enlatados. Perro fui sólo una vez y por corto tiempo, su libertad de movimiento está totalmente limitada. Cuando me interpuse entre una madre que maltrataba a su hijo y éste, me mataron, me “sacrificaron” como dicen ustedes, a causa de mi supuesta agresividad. Desistí de ser una gallina, una vaca o un cerdo, porque no tenía ganas de estar encerrado y terminar colgado de las patas con el cuello cortado, desangrado.

¿Y hoy? Mientras ustedes crean el unubium, un elemento artificial, la sonda Pathfinder con un vehículo todoterreno se posa sobre la superficie del planeta Marte, y descubren Caliban y Sycorax, las “minilunas” de Urano, explota un cohete militar Delta II poco después de su despegue en Cabo Cañaveral y Francia enciende una bomba atómica en el atolón de Moruroa. Cuba derriba aviones sobre aguas internacionales, los talibanes asesinan al ex-presidente de Afganistán, el servicio secreto israelí a un dirigente palestino. Por miedo al virus H5N1 causante de la gripe aviar asesinan en Hongkong un millón y medio de pollos, en Inglaterra se mata, por miedo a la Encefalopatía Espongiforme Bovina, a todas las vacas que ustedes habían obligado a practicar el canibalismo, aparte de los millones de criaturas en los mataderos, solamente porque ustedes engullen sus cadáveres o utilizan sus pieles, pelos o excreciones para transformarlos en pinturas, vestidos o muebles. Los tutsis masacran a miles de hutus en Burundi, hay otra masacre en la guerra civil en Argelia, otra en el bombardeo por los israelíes de la sede de las llamadas Naciones Unidas en el sur del Líbano, al que siguió un atentado de los musulmanes a un hotel en Egipto como reacción. ¡Naturalmente! Mientras tanto otros musulmanes matan monjes trapistas franceses, cientos mueren en el incendio provocado de un alojamiento de solicitantes de asilo en Lübeck, en atentados suicidas de la Hamas en Israel, por las bombas del IRA en Londres, en los atentados suicidas con camiones cargados de explosivos, locuras homicidas en Australia y en Escocia, donde mueren dieciséis colegiales y su maestra. Una monja loca, abominable y misantrópica llamada Anjeze Gonxha Bojaxhiu, alias “Madre Teresa” es nombrada Ciudadana de Honor en los Estados Unidos y recibe la Medalla de Honor en oro del Congreso (y no me asombraría si en algún momento la santificaran por sus crímenes). Y en San Diego treinta y nueve miembros de la secta “Heaven's Gate” se suicidan colectivamente.

Esto es solo una fracción de lo que ha sucedido en los últimos meses. Mientras tanto el papa Wojtyla alias Juan Pablo II reforma las reglas de la “Silla Vacante” y del subsiguiente Cónclave, y reconoce que la Teoría de la Evolución puede tener algo de cierto, un equipo deportivo alemán derrota al de la República Checa en la final del Campeonato Europeo, y Bombay ahora se llama Mumbai.

Guerra contra otras especies, guerra contra la propia. Una sangrienta batalla donde uno lo mire. Espantoso, truculento, horrible. Seguro hay excepciones, pero dos gotas de agua no alcanzan para hacer florecer al desierto.

Dos mil años y no se ve la luz al fondo del horrible túnel. Ustedes llenan libros con asquerosas y disparatadas reglas: quién se puede comer a quien, como hay que vestirse o llevar el cabello y todas las otras cosas que ustedes creen que hay que reglamentar para satisfacer a dioses imaginarios, por supuesto contradictorios dependiendo de qué secta los inventó, pero que sólo son testimonio de represión, ansia de poder, torpeza y estupidez, es decir, horrible humanidad. Ya es tiempo de que partamos, ya que no hay esperanzas. Finalmente ustedes, aunque hayan quemado bibliotecas y sabios cuando éstos no coincidían con las ideas delirantes que ustedes consideraban correctas, como la Biblioteca de Alejandría o el astrónomo Giordano Bruno a quien la Inquisición lo encontró culpable de herejía y brujería, han desarrollado su primitiva técnica lo suficiente como para que podamos reparar nuestra emisora de emergencia. Aún cuando el tiempo transcurra atormentadoramente lento, en pocos años nos rescatarán.

Que les vaya bien sonaría muy cínico....

Achim Stößer nació en diciembre de 1963. Estudió informática en la Universidad de Karlsruhe, donde posteriormente trabajó durante varios años como asistente de investigación, centrándose en arte digital y animación, y también ejerció como profesor en la Universidad de Artes y Diseño de Karlsruhe.Desde 1988, ha publicado en antologías y revistas, incluyendo varios volúmenes de la serie antológica "International Science Fiction Stories" de Wolfgang Jeschke. Su colección de relatos, "Virulent Realities", fue publicada en 1997 por dot-Verlag. En 1998, fundó la iniciativa por los derechos de los animales Maqi. Por ello, el antiespecismo (y, por ende, el veganismo), el antiteísmo, el antirracismo, el antisexismo y el antifascismo, entre otros, son temas centrales en sus relatos y viñetas. Sitio web: https://achim-stoesser.de.

lunes, 6 de mayo de 2024

SEMIVIDA

 Achim Stößer

 

No he tenido ningún dolor desde que morí. Eso es realmente agradable después de todos estos años, décadas, en las que no sabía nada diferente; casi como si volviera a ser un niño con un cuerpo completo, impecable, libre de dolor aparte de algún roce ocasional. Una de las mayores ventajas de mi muerte. Ahora sólo tienen que deshacerse de las desventajas.

Por supuesto que no estoy realmente muerto, no en el sentido clásico, de lo contrario no habría "yo", ni pensamiento.

Aunque el antiguo yo sí está muerto. Mi cuerpo lo está de todos modos, aunque eso sea irrelevante. Pero la conciencia de mi cerebro fue borrada por la transmisión en fracciones de nanosegundo, vacío, sólo ceros. El cerebro tan inútil como la periferia.

Mis órganos, en un estado que los hacía inutilizables para trasplantes, deberían haber sido sustituidos hace mucho tiempo, pero a mi edad el seguro médico no daba pie con bola y yo no tenía dinero. Los habría donado si aún sirvieran, quizá uno o dos habrían salvado la vida de alguien, al fin y al cabo hay gente que rechaza los órganos impresos por motivos religiosos. Por otro lado, es culpa suya. Por otro lado, también, podría afectar a un niño no emancipado religiosamente, cuya vida está bajo el dominio de padres psicóticos hasta los catorce años, ya sea que mutilen su prepucio o le nieguen una transfusión de sangre para salvarle la vida, ya que deben respetar lo que dice la Biblia. Por otro lado, la mayoría de ellos eran niños cuando fueron adoctrinados. Por otro lado, cuando yo era niño, hablaba como un niño, pensaba como un niño y juzgaba como un niño, pero a medida que fui creciendo, me despojé de mi comportamiento infantil, escribe Pablo en su primera carta a los Corintios como un alegato involuntario a favor de la razón y el ateísmo. Por otra parte...

Estos pensamientos me hacen sentir como si fuera uno de esos pájaros cabeceadores que se balancean hacia delante y hacia atrás, sumergiendo su pico de fieltro en un vaso de agua, que se evapora y enfría la cabeza, haciendo que el líquido suba desde el frasco de cristal que forma su cuerpo hasta el tubo de cristal del cuello, desplazando el centro de gravedad hasta que el pico vuelve a sumergirse en el vaso de agua, igualando la presión y comenzando de nuevo el juego. De niño pensaba que se trataba de una máquina de movimiento perpetuo, hasta que comprendí cómo funcionaban los pájaros que asentían y me di cuenta de que la energía para la evaporación procedía del exterior.

De todos modos, habría donado mis órganos para ello. Para esos niños desafortunados. Pero ningún donante puede influir en la elección del receptor, así que si mi corazón aún hubiera sido utilizable, podría haber salvado la vida de un lunático adulto. Sé que mucha gente lo ve de otra manera. De todos modos, los restos de mi cuerpo, de casi nueve décadas de antigüedad, que empezarán a descomponerse en cuanto apaguen los dispositivos que lo mantienen con vida, ya no son aptos para el canibalismo, ni la córnea, ni la médula ósea, ni las entrañas. En broma sugerí que el cerebro sea servido antes de que se lo coma el Alzheimer. No es que el Alzheimer no sea tratable en estos tiempos. Si puedes permitirte el tratamiento. Un trasplante de cerebro como este podría beneficiar sin duda a algunos receptores. Tal vez el pelo de las orejas y la nariz quizá sirvan para ser trasplantados a una cabeza calva, jajaja.

No se llama transformación de sangre. ¿Trasplante de sangre? No, eso tampoco.

Negro. Todo es negro. No solo no hay luz. No solo veo negro, también oigo negro, huelo, saboreo y toco negro. ¿Puedes decirlo así? Ninguna impresión sensorial en absoluto, como si estuviera atrapado en un tanque de privación sensorial completamente lleno de agua salada, aislado de luz y sonido y con temperatura controlada. Como si estuviera sentado en un agujero negro. Ni siquiera oigo la respiración que entra y sale de mis pulmones.

¡Transfusión! Se llama transfusión de sangre.

No siento los latidos de mi corazón, ni el calor, ni el frío, ni el sube y baja, ni el movimiento, ni el ángulo de la articulación de mi rodilla o la distancia de la punta de mi dedo índice a la yema de mi pulgar. Porque no tengo pulmones, ni corazón, ni pierna, ni piel, ni oído interno, ni mano. No tengo nada. ¿Cuántas horas llevo flotando aquí en el vacío? ¿O son días? ¿Cuánto tardarán en hacer la conexión que me reconectará al mundo real? ¿O hemos fracasado? Tengo miedo.

 

No hay vuelta atrás. Control A, control X, control V, haha, seleccionar todo, cortar, pegar. No, no era tan simple. No tengo uno de esos discos duros de terabytes que tenía de niño para hacer copias de seguridad de fotos y vídeos. La capacidad de almacenamiento y la velocidad de transferencia de mi nuevo cuerpo son como esos discos duros comparados con los viejos disquetes y los módems Tüdeldü de los que me hablaba mi padre -¿o mi abuelo? Los disquetes, memorias magnéticas que apenas tenían espacio para una sola imagen que se transmitía durante horas a menos que otra persona de la casa descolgara el teléfono e iniciara la transmisión -¿mi padre? Yo... ¡no recuerdo cómo era! ¿No puede ser? Yo... ¡Silencio! Calma. Ningún problema. Sólo un lapsus temporal. Tal vez son restos de mi demencia incipiente que se han almacenado y aún necesitan ser limpiados. Pero, ¿no se pierden primero los recuerdos más recientes en los pacientes con demencia, mientras que flotan a la superficie los de las canciones infantiles y las experiencias de la escuela primaria? Pero mi padre es uno de los más antiguos. Al fin y al cabo, él también era viejo. "Eres viejo". Un chiste con el que nos divertíamos cuando yo era niño. Ja, me acuerdo de eso. Su cara volverá, estoy seguro de ello.

Al igual que los sensores. ¿Cuánto tiempo más necesitan? No puede ser que pasen semanas - ¿o meses? - ¡Estaba todo preparado! ¿Ha fallado? Después de todo, esto es un experimento. Yo soy el primero. Lo que Cristóbal Colón fue para América desde una perspectiva europea, Roald Amundsen para los polos y Edmund Hillary para Chomolungma, Laika para los habitantes de la Tierra, Yuri Gagarin para el espacio desde una perspectiva humana, Louis Armstrong y Yiyun Hao para la Luna terrestre y Marte, yo lo soy para la vida media, el silicio más allá de la conciencia.

Mordecai me aseguró que sólo pasarían unos minutos después de la transferencia antes de que al menos pudiera "ver" de nuevo. ¿Estaba mintiendo? Pero Helen dijo lo mismo. ¿Helen? ¿Helena? Sí, Helena era su nombre, Dra. Helena Wurz. Después de todo, como doctora tenía que saber más, aunque todavía era una jovencita, apenas treinta años. Tenía una barba negra bien recortada. No, tonterías, mi padre, mi padre tenía una barba que me arañaba la mejilla, desordenada y veteada cada vez con más pelos blancos hasta que en algún momento parecía Papá Noel.

Papá Noel. Quizá el experimento se les fue de las manos, algo salió mal y estoy muerto. Realmente muerto, no sólo medio muerto, completamente muerto. Ni siquiera vi la luz al final del túnel que muchos moribundos perciben cuando su conciencia empieza a colapsarse, porque la percepción visual se convierte en un ruido y el cerebro está acostumbrado a procesar células visuales más densas en el centro del campo visual y menos densas en los bordes, de modo que el ruido uniforme se interpreta ahora erróneamente como un viaje a través de un túnel. Esto tiene algo que ver con una bicicleta. No sé qué. Quizá sea el hipopótamo que sigue pasando en bicicleta.

Así que si estoy realmente muerto, completamente, completamente muerto, ¿por qué sigo pensando? Pienso, así que estoy vivo, ¿verdad? ¿Tenían razón los lunáticos, hay vida después de la muerte, y ahora Papá Noel o Alá o Jehová o Shiva me está castigando por mi Thomas? No, Thomas no. ¿Duda? ¿Incredulidad? ¿Es la vara de Papá Noel en vez de nueces de oro, nueces que reciben como recompensa por creer en él en vez de en el Conejo de Pascua?

Tal vez soy más el Leif Eriksson o el Xianghao Li de media vida. O Peary y Cook. O un don nadie. Buena suerte, Sr. Gorsky.

¿Me estoy muriendo y perdiendo la cabeza?

Me estoy muriendo y perdiendo la cabeza.

Hace frío. El infierno es frío. ¿Siento frío, frío interior? ¿Puede ser? No es mi mayor deseo, pero al menos sentiría algo. Creo... creo que sólo estoy imaginando el frío.

Hola? ¿Puedes oírme? ¡Haz algo! ¿Cuántos años más tengo que vegetar aquí en la nada?

¿Por qué el negro sabe a cebollas desterradas?

 

Mordecai tragó, sintió cómo la saliva se abría paso por su garganta, apartando la nuez de Adán, oyó su propia deglución. Sus dedos revolotearon por la pantalla, luego sus manos se congelaron como tras las últimas convulsiones de un moribundo, y se hundió de nuevo en el sillón. No había logrado establecer una conexión. Sintió que las lágrimas le picaban en los bordes de los párpados, una gota se deslizó por el rabillo del ojo antes de que se restregara el líquido con los nudillos de los puños. La corriente de aire del viejo ventilador multiplicador que silbaba le refrescaba la cara, pero la brisa que le metía por la nariz el olor a desinfectante de hospital no le parecía suficiente.

Por fin se volvió hacia Helena, que lo observaba con los rasgos helados, y le devolvió la mirada. Parecían estar solos, aunque había más de una docena de personas esperando en la sala. Sacudió la cabeza en silencio.

—¿Cómo...? —Se le quebró la voz, carraspeó y empezó a hablar de nuevo—: ¿Cuánto tiempo? —Volvió a tragar audiblemente.

Helena llenó los pulmones de aire y exhaló pesadamente antes de contestar.

—Siete —dijo—. Duró siete minutos y trece segundos en semivida.


Título original: Halbleben

Traducción del alemán: Sergio Gaut vel Hartman


Achim Stößer nació en diciembre de 1963. Estudió informática en la Universidad de Karlsruhe, donde posteriormente trabajó varios años como asistente de investigación, especializado en arte y animación por ordenador, y ocupó un puesto de profesor en la Universidad de Arte y Diseño de Karlsruhe. Desde 1988 ha publicado en antologías y revistas, incluidos varios volúmenes de la serie de antologías de Wolfgang Jeschke "Internationale Science Fiction Stories". Su colección de relatos "Virulent Realities" fue publicada por dot-Verlag en 1997. En 1998 fundó la iniciativa por los derechos de los animales Maqi. En consecuencia, el antiespecismo (y por tanto el veganismo), el antiteísmo, el antirracismo, el antisexismo, el antifascismo, etc. son los temas principales de sus relatos y ficciones. Estos son los temas principales de sus historias y viñetas. Internet: https://achim-stoesser.de.

lunes, 29 de abril de 2024

COMIDAS

Achim Stößer 


La luz de la linterna parpadeaba como una vela en una corriente de aire, perforando la oscuridad que me envolvía como alquitrán. El interior de la nave parecía pintado con Vantablack, tan oscuro era, aunque dudo que hubieran rociado sus paredes con esmalte de ñas hecho de nanotubos de carbono alineados verticalmente. Por supuesto, los abides son ciegos como topos y se orientan como murciélagos con ultrasonido y como víboras de foso con el calor corporal de su presa. La nave parecía un refrigerador gigantesco; su mundo natal debía de ser mucho más frío que la Tierra. El hielo crujía bajo mis pies, los trozos se amontonaban como fragmentos de cristal.

Cuando la nave aterrizó en un bosque cerca de Quedlinburg, provocado que varias hectáreas de árboles fueran víctimas del fuego, algunos reaccionaron con pánico, otros con júbilo. Por entonces yo todavía era un niño, pero recuerdo claramente las imágenes que inundaron los medios de comunicación, desde el periódico más pequeño hasta las redes sociales, de los tanques y aviones de combate de las Fuerzas Armadas Alemanas, las que hacía poco tiempo que habían dejado de ser las únicas responsables de las misiones en el extranjero, desintegrándose en el fuego de los disparos de los abides. Los predicadores callejeros citaban las antiguas supersticiones del Libro del Génesis 3:19, "Porque eres polvo, y en polvo te convertirás".

Cuando los abides empezaron a cazar a la gente en Sajonia-Anhalt, el gobierno nacional alternativo reaccionó con rapidez, construyendo una valla alrededor de toda la zona. Desde entonces han construido un muro a unos cincuenta o cien kilómetros de la nave. Solo unos pocos, que tenían los medios financieros suficientes para pagar las tarifas de reubicación, fueron liberados, todos los demás quedaron atrapados.

Sin embargo, yo logré pasar la muralla sin problemas; ningún soldado disparó un solo tiro contra mí; no es de extrañar, se aseguraban de que nadie saliera; nadie esperaba que alguien fuera tan insensato como para entrar.

Apenas había superado la muralla, me encontré con una manada de cerdos domésticos salvajes. El ministro democristiano de Culto, Alimentación y Agricultura había conseguido el apoyo del gran socio de la coalición con la propuesta de liberar varios millones de cerdos en la zona para familiarizar a los alienígenas con la cultura alemana. No sirvió de nada, como casi todo lo que hacían los payasos en el gobierno; los abides siguieron cazando a los habitantes de Sajonia-Anhalt.

Pero la manada siguió adelante, gruñendo, sin molestarme, así que al cabo de unas horas me abrí camino a través de la oscuridad hasta la nave, en parte a pie y en parte en una desvencijada bicicleta que había encontrado. Entrar fue pan comido, obviamente los alienígenas no esperaban que nadie lo intentara siquiera; la puerta estaba invitadoramente abierta y no parecía haber ninguna alarma.

No podía ver casi nada, solo se oía el crujido del hielo bajo mis pies que cubría el suelo ondulante de la nave, y luego, de repente, un sonido de arañazos como garras sobre metal detrás de mí, un pinchazo en la nuca, y perdí el conocimiento.

Cuando recobré el conocimiento, yacía desnudo y tembloroso en una especie de bañera vacía y poco profunda. Mi cabeza zumbaba, tenía dolores insoportables en las piernas, o más bien, en mis muñones, ya que ambas piernas habían sido amputadas y la sangre fluía de las heridas escasamente cauterizadas. El frío penetraba en mis miembros restantes y un olor a aceite caliente flotaba en el aire helado. Mi linterna había desaparecido, pero la habitación estaba iluminada débilmente por unas cuantas velas en una mesa baja, en la que dos de los alienígenas, de piel azul pálido, sorprendentemente humanos en su aspecto, estaban sentados en posición de loto con camisas hasta las rodillas. Una música suave fluía en el ambiente. Sobre la mesa había cuencos y una pequeña olla calentada por una llama debajo, una botella de Chardonnay, una fuente de frutas con manzanas, uvas, duraznos, kiwis, membrillos y ciruelas, un jarrón negro decorado con un relieve de ornamentos que recordaban las líneas en diente de sierra de un monitor médico, que contenía una sola rosa de pétalos azules. La abide hembra acariciaba la cabeza de un San Bernardo que yacía a su lado. El perro mordisqueaba un gran hueso del que apenas quedaban unos pocos trozos de carne. Mi fémur, o el de otra persona. Los abides sumergían cubos de carne ensartados en pequeños pinchos en la olla, los sacaban después de un rato, los sumergían en cuencos de salsa y se los metían en la boca. Advertí que sus dientes angulosos, de aspecto casi humano, con una sobremordida al límite, se extendían hacia atrás por el paladar como los de un pacú gigante.

El Génesis debía ser reescrito. No me convertí en polvo, sino en un fondue de carne, digerido en el estómago de los alienígenas y finalmente convertido en excrementos, que como mucho, podrían ser interesantes para un exocoprologista.

—¿Por qué? —gemí con dificultad, mientras una pequeña nube se formaba frente a mi boca—. ¿Por qué nos hacen esto? —Donde deberían haber estado mis rodillas, un cabeza de cerdo separada me miraba con ojos muertos. El perro dejó de morder mi hueso y me sonrió. Su lengua era azul. Tal vez después de todo no era un San Bernardo, sino un Chow-Chow.

La respuesta silenciosa resonó como un eco en mi cabeza.

—¿Por qué no? Necesitamos proteína. Después de todo, ustedes no son abides, solo son animales. No pueden comunicarse telepáticamente, ni siquiera resolver ecuaciones diferenciales parciales como un niño de tres años. —No podía discernir de qué alienígena provenía eso. Ambos levantaron tazas de cristal y bebieron de ellas.

—Puedo resolver ecuaciones diferenciales parciales —objeté con voz temblorosa—, al menos las simples, ¿pero eso me da derecho a devorar a los que no pueden hacerlo? —Apenas podía mantener los ojos abiertos. La abide colocó un cigarrillo en su boca, lo encendió con la llama de una vela y exhaló humo en el aire—. Y aún si no pudiera —continué jadeando—, ¿por qué debería importar eso? —Mis muñones sangrantes latían como si estuvieran siendo golpeados por un martillo neumático en cámara lenta.

Sin prestar atención a mis palabras, el alienígena envió más golpes a mi cabeza.

—Sin carne, aún estaríamos entre los arbustos, nunca habríamos desarrollado un cerebro tan grande.

De hecho, el cerebro de 

los abides parecía notablemente grande, sus cabezas lampiñas y espinosas recordaban una pera al revés. El perro ladró. Cuando se creó el mundo, muchos fragmentos azules del firmamento cayeron a la Tierra durante la fijación de las estrellas en la bóveda celeste. El Creador permitió que el Chow-Chow lamiera estos fragmentos azules, lo que tiñó su lengua. Otro mito, como el del polvo, la proteína y el crecimiento cerebral a través de la carne. La pulsación en los muñones de mis piernas parecía azotarme todo el cuerpo.

—Las ballenas y los elefantes tienen…

Un trueno silencioso me interrumpió.—No los comemos.

—¿Y por qué nos comen a nosotros?

La rugiente respuesta, inaudible, fue demoledora y acompañada de un indiferente encogimiento de hombros.

—Porque nos gusta el sabor.

 

Título original: Mahlzeiten

Traducción del alemán: Sergio Gaut vel Hartman

 

Achim Stößer nació en diciembre de 1963. Estudió informática en la Universidad de Karlsruhe, donde posteriormente trabajó varios años como asistente de investigación, especializado en arte y animación por ordenador, y ocupó un puesto de profesor en la Universidad de Arte y Diseño de Karlsruhe. Desde 1988 ha publicado en antologías y revistas, incluidos varios volúmenes de la serie de antologías de Wolfgang Jeschke "Internationale Science Fiction Stories". Su colección de relatos "Virulent Realities" fue publicada por dot-Verlag en 1997. En 1998 fundó la iniciativa por los derechos de los animales Maqi. En consecuencia, el antiespecismo (y por tanto el veganismo), el antiteísmo, el antirracismo, el antisexismo, el antifascismo, etc. son los temas principales de sus relatos y ficciones. Estos son los temas principales de sus historias y viñetas. Internet: https://achim-stoesser.de.

domingo, 21 de abril de 2024

LA ALTERNATIVA ERA DENEB

 Achim Stößer

 

Se parecen a los humanos, un ejemplo sorprendente de evolución paralela salvo por pequeñas variaciones: piel azul, cabezas calvas, cuatro dedos como los de los dibujos animados, unidos por membranas, ampollas blancas de chicle en el lugar de los lóbulos de las orejas, colmillos bermellones que atraviesan sus mejillas como perversos bigotes...

Cuando llegamos, hace dos años planetarios, muchos nos recibieron con recelo, como si fuéramos latifaístas que huimos de la Tierra, esos seguidores del burdo conglomerado global de pensamiento abrahámico, creacionista, femi-marianista y nacionalsocialista. Ese fue el régimen de terror que acosó la Tierra con sus locuras. La secta prohibió verduras lascivas como los espárragos, los zuchini, las zanahorias, los pepinos, los nabos y los calabacines no esféricos, y propició la quema de libros y la Ley del Velo, además de concretar la castración de todos los niños antes de la pubertad, excepto unos pocos, encarcelados en establecimientos especiales para la recolección in vitro de esperma.

Los denebolenses no tardaron en lanzarse a la calle contra nosotros, sosteniendo hologramas en los que letras cuadradas hechas con varas paralelas de distintos grosores lanzaban sus consignas al aire como mosaicos de códigos de barras rotos, acusándonos de todo, desde latifaísmo hasta violación, a pesar de que todos los emigrantes éramos varones castrados, excepto algunos niños prepúberes; las mujeres adultas eran pocas. No todos venimos de la Resistencia, de Boko Halāl, La terre en marche, Maquis2, OptOut, pero todos fuimos víctimas de los latifaístas.

Casi todos nosotros.

Los agentes provocadores, tanto los latifaístas que se nos habían colado como los denebolenses, resultaron poco útiles. Hasta ahora habían perpetrado trece atentados químicos terroristas. Y por más que fueran torpes, provocaron más de un centenar de muertos.

Cuando llegamos a Deneb Algedi, uno de cada diez se ensañó con nosotros, sobre todo desde el planeta habitado interior, cuyo Imperio Democrático Denebolano había estado en guerra fría con la Confederación de Denebolanos Realistas, hasta hace unas décadas... a estas alturas ya habían contagiado a la mayoría de la población, criaturas a las que al principio les resultábamos indiferentes.

La culpa no es solo de los que hacen las cosas, sino de los que las permiten.

Nos habíamos arrastrado por el espacio durante casi un siglo, encerrados en tres naves maltrechas, poco más que cachivaches de hojalata, que carecían de coraza protectora contra la radiación. La Hawking se perdió. La Perkins llegó a destino, pero estaba tan deteriorada que naufragó durante el descenso, matando a todos los que iban a bordo y a muchos denebolenses. La Dawkins fue la única que sobrevivió, conmigo y casi ocho mil refugiados más a bordo.

Esto es todo. Ahora nos estamos consumiendo en unos campos de detención, esperando que nos deporten en naves warp que, en apenas unos meses, nos llevarán de vuelta a la Tierra, donde habrán pasado siglos y acerca de la que no sabemos nada. Me da miedo.

 

Título original: Alternative für Deneb

Traducción del alemán: Sergio Gaut vel Hartman  


Achim Stößer nació en diciembre de 1963. Estudió informática en la Universidad de Karlsruhe, donde posteriormente trabajó varios años como asistente de investigación, especializado en arte y animación por ordenador, y ocupó un puesto de profesor en la Universidad de Arte y Diseño de Karlsruhe. Desde 1988 ha publicado en antologías y revistas, incluidos varios volúmenes de la serie de antologías de Wolfgang Jeschke "Internationale Science Fiction Stories". Su colección de relatos "Virulent Realities" fue publicada por dot-Verlag en 1997. En 1998 fundó la iniciativa por los derechos de los animales Maqi. En consecuencia, el antiespecismo (y por tanto el veganismo), el antiteísmo, el antirracismo, el antisexismo, el antifascismo, etc. son los temas principales de sus relatos y ficciones. Estos son los temas principales de sus historias y viñetas. Internet: https://achim-stoesser.de


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