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miércoles, 29 de mayo de 2024

SERPIENTES ARCOÍRIS

Boris Mišić

 

Ra-Tea se vertió lentamente en la grieta entre los bloques de roca. Podía sentir el material áspero y triturado, las partículas que la pinchaban y resistían la llegada del intruso que no fue invitado a su reino. No le importaba. Todo en ella estaba cantando y parpadeando, anticipándose a la llegada del Gran Ser. Incluso a esta profundidad, podía sentir el pánico de las criaturas en la superficie.

Ra-Tea se estiró, evitando con mucho cuidado los puntos afilados. Y les susurró suavemente a los bebés que llevaba en su vientre.

Mis queridos. Cuando llegue el Gran Ser, habrá suficiente energía para todos ustedes. Navegarán las corrientes de aire, se infiltrarán en las rocas y mezclarán sus colores con el verde y el dorado de los árboles...

Un sonido amortiguado la sacó de su ensueño. Está comenzando. El Gran Ser está llegando. Miró a miles, cientos de miles de pequeñas bolas de luz esperando a lo largo del plano de la falla. Los Raomi. Molestos pequeños parásitos. Ra-Tea despreciaba a los Raomi, como a todas las demás formas de vida inferiores. Ra-Tea entendía que su pueblo poseía conocimiento y conciencia, pero tenían dificultades para traer jóvenes al mundo y había muy pocos de ellos. Los Raomi, en cambio, compensaban su falta de inteligencia con su número.

Ahora eso cambiaría. Después de incontables ciclos de tiempo estériles, las Serpientes Arcoíris finalmente tendrían descendencia. Ra-Tea se sintió feliz. Los bloques se amontonaron, luego resbalaron, el plano se desplazó y la deidad se liberó de las cadenas.

El impacto fue terrible. No, no el Gran Ser. El Más Grande. Las ondas y vibraciones se extendieron, dividieron continentes, desmoronaron montañas en mares y elevaron nuevas cadenas montañosas. La energía se filtró en cada átomo de su ser. Los colores se mezclaron alegremente. Ra-Tea sintió que había recibido algo único, especial.

De repente sintió una ola de frío. Miles, cientos de miles de bolitas de luz y sonido chocaron contra ella. Gritó. Horrorizada, rebuscó en su conciencia, en sus conocimientos almacenados. Los Raomi siempre se habían nutrido de restos de energía, de sobras, alimentándose a lo largo del plano de la falla. Nunca atacaron a una Serpiente Arco Iris.

Ra-Tea trató de salir a la superficie, pero ahora estaba perezosa y lenta; la energía abrumadora que había absorbido dificultaba sus movimientos. Estaba perdiendo fuerzas; el número de parásitos le estaba pasando factura. En un último destello de conciencia, se dio cuenta de que una nueva criatura monstruosa crecía a partir de las innumerables bolas, y que también iba a alimentarse de sus bebés, y nada de lo aprendido y conocido la había preparado para eso.

Una bola gigante, hecha de luz y sonido, irrumpió en la superficie y flotó por encima de las corrientes de aire. No poseía inteligencia, sólo instintos. Uno de ellos era el Hambre. Le gustaba el sabor de esa colorida criatura parecida a una serpiente. Enviaba mensajes a copias más pequeñas de sí misma: los trabajadores. Sólo tenían una tarea. Atrapar más criaturas parecidas a serpientes. Alimentar a la Reina-Madre.

El sonido. El sonido más hermoso era su ausencia. En los hogares de las Serpientes Arco Iris, ya no había nadie que deseara el silencio.

 

Título original en serbio: Dugine zmije 

Traducción de la versión en inglés del autor: Sergio Gaut vel Hartman

 

Boris Mišić nació el 6 de mayo de 1974. Vive y trabaja en Novi Sad, Serbia. Se licenció en Derecho. Sus relatos de fantasía, ciencia ficción y terror han sido publicados en varias colecciones y revistas de Serbia y la región como: Nešto diše u mojoj torti, Nijanse zla (Nijanse, #1) V- Zbirka fantastičnih priča iz ravnice, Marsónico 8, Omaja, UBIQ y Regia fantastica. Varios de sus relatos se tradujeron al esloveno y publicados en la revista eslovena de SF Supernova. También ha publicado tres colecciones independientes de relatos fantásticos y de terror: Vila šatorica, Nebeska zvona y Srce Dinare.


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