Biljana Kosmogina
—¿Bajo la
jurisdicción de quién me encuentro, distinguidos señores? ¿Esto es una
investigación, un juicio, un acto terrorista o simplemente el capricho de
alguien? ¿Entienden serbio? ¿Por qué me han quitado la ropa, me han atado y me
apuntan con reflectores a la cara? ¡No distingo nada, voy a quedarme ciego!
¿Por qué me han secuestrado y encarcelado? ¡Nadie les dará ni un céntimo por mi
rescate! ¿De qué se me acusa y dónde estoy? ¿Esto es una comisaría? Voy a
quejarme al ministro del Interior y al defensor del pueblo por la brutalidad y
las condiciones inhumanas en las que me mantienen. La silla a la que estoy
atado pertenece a la Inquisición, a la oscuridad medieval y a la época de la esclavitud,
no a una sociedad moderna. ¿¡Hola!? ¿Han oído hablar de los derechos humanos?
¿Qué he hecho para merecer esto? ¿QUIÉNES SON USTEDES?
Grito desesperado, intentando
interrumpir el mal sueño en el que he caído como en un pozo misterioso lleno de
luz, un deslumbramiento insoportable y un siniestro silencio. El cuerpo lo
tengo entumecido en posición sentada. La cabeza, el pecho, el abdomen y las
extremidades están sujetos con correas de cuero como en una silla eléctrica.
Dentro de mí crece un horror cada vez mayor, una desesperanza extrema, pero la
realidad de la situación es innegable, por mucho que me niegue a aceptarla.
Estoy rodeado de haces de luz intensa que me golpean sin piedad desde todos los
ángulos. Para colmo, la luz cegadora no emite calor, así que siento cada vez
más frío debido a la mala circulación y a la falta de ropa. Me consume una
vergüenza insuperable por mi desnudez. Mantengo los ojos cerrados para no
quedarme ciego, pero la luz atraviesa mis párpados y me punza el cerebro. No
puedo determinar si estoy en una habitación, un hangar, una celda o una cámara.
He perdido la orientación temporal: no sé cuánto llevo sometido a esta tortura
ni por qué estoy aquí, pero intuyo que mis aparatos de orgón están directamente
relacionados con esto. Nadie viene durante horas; no ocurre nada y no oigo nada
más que mi propio jadeo. Me agotan desde hace días, probablemente también me
drogan. Tengo sed, hambre, ganas de orinar… A cada minuto, mi miedo a morir
crece más. Un ciclo interminable de rabia incontrolable, furia, y luego
nuevamente impotencia y desesperación.
Si el camino al infierno está
pavimentado de buenas intenciones, todo lo que podría decir en mi defensa es
que tuve la mejor de las intenciones. Quería ser útil, mejorar viejas patentes
olvidadas, utilizar el potencial natural para el bien común y contribuir,
aunque fuera un poco, al avance de la humanidad. Pero así pensaba Giordano
Bruno y acabó en la hoguera. Así pensaba Wilhelm Reich a mediados del siglo
pasado, y los reaccionarios quemaron sus libros en Nueva York, lo arrestaron,
lo acusaron de herejía por su práctica revolucionaria y finalmente lo
aniquilaron en prisión.
Cuando Reich construyó en el siglo
pasado el acumulador de orgón y el cañón de orgón (captador y destructor de
nubes), no previó que sus alumnos y seguidores perfeccionarían esos inventos y
los adaptarían a distintos fines, y menos aún que algunos de ellos se saldrían
de control y podrían ser mal utilizados. Pero llamar “uso indebido” a algo
suele ser solo una mala interpretación de la capacidad de lograr un éxito que
derriba los parámetros antiguos y establece otros nuevos incompatibles con los
existentes. Tesla seguramente no estaba preocupado por el mal uso mientras
trabajaba en la transmisión inalámbrica de energía. Muchas patentes relevantes
habrían muerto con sus creadores y la ciencia habría quedado estancada si,
después de su muerte, otros no hubiesen continuado aplicándolas de nuevos
modos. Así también yo reestructuré, reprogramé y perfeccioné los dispositivos
orgónicos de Reich, creando varios prototipos según su efecto de acumulación,
emisión o bloqueo de la energía orgónica. Pero juro que nunca quise otra cosa
que ayudar a la gente en problemas. Utilicé exclusivamente un recurso natural:
el orgón omnipresente, la energía cósmica, el fundamento básico de todos los
procesos vitales que funciona eficientemente tanto en la formación de galaxias
como en el nivel celular y macrobiológico.
¡Oooh nooo, empieza otra vez la
tortura del estroboscopio! No podré soportar otro ataque fotoepiléptico.
¡APAGUEN ESE MALDITO ESTROBO, CRETINOS!
Antes de perder el conocimiento,
siento que la vejiga se me vacía, pero no me alivia, porque el conducto
urinario me arde mientras el chorrito tibio resbala por mi muslo y forma debajo
de mi trasero un charco nada agradable para sentarse. Me echo a reír como un
loco, con los ojos apretados, mientras la pánico se atenúa levemente. Me
resigno, consciente de que no puedo hacer nada. La sensación de impotencia no
elimina el deseo de saber cuanto antes en manos de quién he caído y por qué.
Con esfuerzo calmo mi desnudo cuerpo y me entrego resignado al trono de madera
del cautiverio, pues cualquier intento muscular se topa con el dolor agudo de
las correas que aprietan mis extremidades.
El frío, el silencio y el brillo
agresivo me resultan más insoportables que las correas y la silla de tortura. Mi
corazón empieza a latir acelerado y de repente comienzo a hipar. En el instante
siguiente siento tensión entre las piernas y tengo una erección. No puedo mover
la cabeza pero instintivamente bajo la vista hacia mi entrepierna. Mi órgano se
hincha, se endurece y crece hasta dimensiones enormes. Se vuelve doloroso, muy
doloroso. Seguramente me han inyectado algún líquido radiológico y medicamentos
mientras estaba inconsciente tras la tortura con el estrobo. Quizás participo
forzadamente en algún experimento. No sé de qué tipo ni de quién, pero estoy
ahora cien por cien seguro de que mis experimentos con los dispositivos de
orgón están detrás de todo. Aunque no estoy seguro de qué aparato han obtenido
ni qué les interesa más: mi acumulador, estabilizador, ionizador,
deshidratador, hidrolizador, neutralizador, orgasmatron, acelerador,
fragmentador, desfragmentador, levitador o desfibrilador orgónico.
No es difícil dominar la energía
orgónica. Reich fue famoso como sexólogo que ayudaba a la gente a liberar su
potencial sexual mediante el orgón y curar problemas psiconeuróticos, pero yo
no soy famoso por nada. Tomé sus ideas y traté de ampliarlas en mi laboratorio
ilegal e improvisado en el sótano de mi casa. Escribía mis bocetos, fórmulas y
resultados en un cuaderno, pero también los subía a mi blog creyendo que nadie
lo leía. Descuidé mi profesión de técnico químico-operador, aprovechando
parcialmente el equipo del laboratorio estatal hasta que me atreví a adquirir
mi propia tecnología, como un microscopio, un EEG de segunda mano y un mini
escáner. Cuando descubrí hace poco que mi cuaderno había desaparecido y que mi
blog había sido hackeado, se lo conté a mi esposa Ivona y a mi amigo Darko. Son
las únicas dos personas al tanto de lo que hago, pero ambos me consideran un
idiota y un perdedor, y solo colaboran conmigo porque no tienen ocupaciones
propias y porque los soborno con pequeños favores. Con mi esposa, bajo la
influencia del orgasmatron orgónico, era muy activo en la cama, ya que exponía
a ambos regularmente a su acción. Pero hace un tiempo ella empezó a mostrar
rechazo al tratamiento, así que le conseguí un sustituto. Decía que estaba
saturada y que mi laboratorio depravado ya no le interesaba, como tampoco el
sexo conmigo. Se sentía bien sin ello, pero a mi insistencia aceptó acostarse
con Darko. Él tampoco se negó demasiado. Quizás exageré con la irradiación
orgónica, pues los exponía tres veces al día durante media hora a potentes
haces de orgón y luego analizaba la intensidad de sus orgasmos. Darko había
tenido problemas de disfunción eréctil por años de alcoholismo, que conseguimos
eliminar en apenas dos meses. El alcoholismo permaneció, porque en ese momento
me ocupaba solo de la potencia sexual, pero más tarde lo ayudé con el
hidrolizador orgónico para reducir la bebida al mínimo. Me resultaba más fácil
juntarlo con mi mujer que reclutar nuevos sujetos de prueba a los que tenía que
pagar. En situaciones anteriores yo tenía un dilema moral y me sentía como un
proxeneta. Al no ser médico licenciado, tenía que recurrir a la ilegalidad:
publicar anuncios y pagar a chicas desconocidas 30 euros por una jornada de
ocho horas expuestas al orgo-ionizador y al orgo-orgasmatron, para observar sus
relaciones sexuales con Darko. Darko floreció junto con su libido resucitada.
Monitorizaba con electroencefalograma y orgazmómetro sus reacciones cerebrales
y corporales. El EEG defectuoso lo compré en una subasta del Centro Clínico de
Serbia hace cinco años, vendiendo un Ford Escort usado que había heredado de mi
difunto padre, y el orgazmómetro lo construí yo mismo. Detecta y mide
contracciones orgásmicas, pulso, temperatura y hace diagnóstico por iris. Las
chicas se iban renovadas, protestando solo un poco por el estado de embriaguez
de su compañero, pero Darko funcionaba bastante bien incluso tras grandes
cantidades de vodka, bebida que consume sin límite desde la secundaria técnica
donde estudiamos juntos. No tiene otros amigos aparte de mí y mi esposa, así
que no le reprochamos cuando, después de cenar, se desploma borracho en nuestro
diván y se queda roncando. Igual siempre está allí por la mañana, listo para
continuar con la terapia orgónica después de dos vasitos de vodka. Por él
inventé el orgo-hidrolizador, que liga las moléculas de alcohol en sangre al
agua, de modo que en media hora queda sobrio. Tras medirle los niveles con un
alcoholímetro de la policía de tráfico, que conseguí en el mercado negro, emocionado
le demostraba que era posible eliminar el alcohol en veinte minutos, mientras
él asentía indiferente, con la mirada clara, para luego servirse otro trago.
Ivona no lo quiere, pero parece acostumbrada a él. Por mi causa ha tenido que
acostarse con él regularmente durante años, con cortas pausas. Me decía que era
brusco, vulgar y sin sensibilidad, pero no nos ocupábamos de romanticismo,
ambiente ni juegos previos: solo del contacto sexual directo, lo más importante
para mi investigación sobre la intensidad y canalización de la energía
orgónica.
Independientemente de las funciones
sexuales, considero el deshidratador orgónico mi mayor descubrimiento. La
primera vez que lo probé con fruta, en cuestión de minutos obtuvimos ciruelas,
albaricoques, uvas, higos, escaramujos y tomates cherry perfectamente
deshidratados. El deshidratador, apoyado por otro aparato, el acelerador
orgónico, extrae increíblemente rápido toda la humedad de la carne y de los
cultivos vegetales: tallos, hojas o frutos. Lográbamos jamón crudo de excelente
calidad a partir de carne de cerdo o ternera en solo media hora bajo los rayos
concentrados del deshidratador y el acelerador. Los alimentos deshidratados se
conservan durante un largo tiempo sin perder valor nutritivo. Esperaba obtener
algún beneficio económico de la industria alimentaria, pero aún no he patentado
mis inventos, así que debo esperar. Reich estaría orgulloso al ver cuán amplia
es la aplicación del orgón. Llegué a otro resultado sorprendente cuando
descubrí que el deshidratador también actúa sobre células muertas. Funciona
como la mejor y más rápida secadora. Cuando traté con él el cadáver de un gato
atropellado y lo traje a casa, tras una hora solo quedaba un pequeño montículo
de polvo seco, con restos visibles de uñas, dientes y pelo. Luego ese mismo
montículo lo traté adicionalmente con el deshidratador y el acelerador durante
15 minutos simultáneamente desde ambas manos. Mediante mini haces orgónicos,
las uñas, dientes y pelos se convirtieron en polvo ante mis ojos. En el efecto
contrario, con el hidrolizador orgónico logré inducir una enorme concentración
de humedad del aire en un trapo seco sin rociarlo con agua. Plástico, vidrio y
metal no pueden detener el flujo del orgón, y las formas geométricas como
cilindros, conos y pirámides facilitan su canalización y redirección. Cuando
creé un gran cañón de orgón que saqué desde el sótano hasta el techo a través
de la chimenea, resultó extremadamente eficaz para neutralizar el efecto
negativo del HAARP, las estelas químicas y la radiación de las antenas de
telefonía móvil, pero accidentalmente desencadené lluvias intensas e
inundaciones en mayo de este año. Fue catastrófico, pero uno aprende a base de
errores propios y ajenos. Variando el nivel de orgón, puedo cambiar la
concentración de vapor de agua en el aire y atraer o dispersar nubes. Poco
después de las inundaciones de Obrenovac y Šabac, causé accidentalmente una
tormenta y granizo terrible en Kragujevac, pero desde entonces he dominado la
localización precisa de coordenadas y radio de acción del cañón. Su radio es
ahora de 150 km, pero estoy seguro de que en unos años podré enviar nubes
salvadoras a los desiertos africanos, drenar pantanos para crear campos
fértiles, reducir precipitaciones cerca del ecuador y resolver la
descomposición rápida, digna y ecológica de cadáveres humanos y animales en
todo el planeta, sin importar las costumbres culturales o religiosas. Ese es un
aporte duradero a la humanidad. El largo proceso de putrefacción post mortem no
es inevitable, pues mi deshidratador puede acelerarlo de forma instantánea,
dejando solo medio kilo de polvo orgánico tras deshidratar completamente un
cuerpo de cien kilos. Ese polvo es un fertilizante natural y nutritivo, útil para
cultivos agrícolas sin aditivos transgénicos ni herbicidas.
A pesar de algunos errores, estaré
siempre orgulloso de mis proyectos orgónicos. Quizás habría obtenido un Nobel
por mi aporte científico si no hubiese acabado tan miserablemente, atrapado en
esta silla de tortura. No me sorprendería si activan alta tensión y me fríen. Y
quizá mis verdugos sean mis más cercanos: mi desvergonzada esposa Ivona y el
cabrón de Darko. Sin duda conspiraron contra mí, decididos a eliminarme y
explotar mis avances. Claro, mientras yo estaba dedicado a la ciencia, ellos se
acercaban a mis espaldas. No les bastaba con que yo les estimulase las
penetraciones, ni que observara y estudiara sus orgasmos: codiciosos quieren
quedarse con todo lo que hice para asegurarse un futuro brillante mediante
traición y robo de mis conocimientos. ¿Cómo no lo vi antes? Debía haber sido
más cauteloso. Curados y fortalecidos gracias a mis inventos, primero me
derribaron la web, luego me drogaron y me encerraron aquí hasta que muera de
sed y hambre, o con suerte de un infarto.
—¿Qué harán sin mí, panda de
desgraciados? ¡Yo di sentido a sus vidas y así me lo pagan! ¡Muéranse, bestias,
muéranse entre los peores sufrimientos! ¡Degenerados sin juicio, tener sexo es
lo único que saben hacer! ¡No sirven para nada más! —rugía mi desesperación en
plena histeria. El sol blanco sobre mi cabeza cambió de color a azulado.
Finalmente lloré de rabia e impotencia. Si me exponen al orgón del
deshidratador, estoy acabado. Tal vez no duela, pero la muerte es muerte, por
muy indolora que sea. ¡Me matarán con mi propio invento, para borrar mi rastro,
recoger mi polvo con una escoba, meterme en un frasco y tirarlo luego por la
alcantarilla!
Me retorcí con todas mis fuerzas
intentando liberar brazos y piernas, pero cuanto más me movía, más se clavaban
dolorosamente las correas en mi carne. Quizá no debí haber enviado a los
americanos las fotos y el polvo de aquel gato muerto, la fruta deshidratada y
la documentación escaneada de mis investigaciones. En vez de ofrecerme trabajo,
tal vez fueron ellos los que me secuestraron… pensé fugazmente antes de que el
estroboscopio volviera a titilar frente a mis ojos, atacando mis neuronas sin
piedad. Grité con la garganta ronca tanto como pude, aunque ni siquiera estaba
seguro de que alguien me oyera:
“¡Tengan en cuenta que el
desfragmentador, el desfibrilador y el levitador orgónicos los tengo escondidos
en un lugar seguro! ¡Jamás los obtendrán!”
—¿Qué grita el sujeto? ¿Por qué
salió el traductor? No autoricé pausa para fumar. ¡Que vuelva de inmediato!
Tenemos trabajo pendiente aquí —ordenó con severidad el jefe de la Agencia
Espacial Americana.
—¡Apaguen el estroboscopio,
pónganle una infusión y revitalicen su orgón hasta que le saquemos todo!
—¡Sí, señor Griffin! ¡No hay
problema, señor Griffin! —respondió obediente Darko y corrió a buscar al
traductor—. ¡Ivona, Ivona, vuelve ya! Griffin se volvió loco cuando oyó algo
sobre un maldito desfragmentador y un levitador. ¿Sabes algo de eso o son solo
delirios de moribundo? Estoy perdiendo la paciencia. Los malditos yanquis nos
prometieron que nos pagarían enseguida y que no nos retendrían más de un día, y
ya llevamos siete encerrados aquí como pájaros en una jaula, observando a ese
idiota drogado mientras esperamos que diga algo más. Un hombre normal habría
muerto ya, ¡y ese perro aún se revuelca como un poseso, maldita organización
orgónica!
Biljana Kosmogina es una artista
multimedia de Belgrado, Serbia, que se dedica a la literatura, performances,
fotografía y periodismo. Sus relatos han sido incluidos en tres antologías de
prosa serbia traducidas al italiano, alemán y albanés. Publica en revistas
literarias, antologías y portales web en toda la región y ha recibido cuatro
premios literarios: tres por prosa y uno por poesía. Ha publicado dos libros de
cuentos: F book (2009, Kornet & Karpos) y El círculo del pecho
(2023, Rende). Premios: primer premio de la Sociedad Serbia a la mejor historia
de ciencia ficción “Hilandarska maja” (1999); premio por el ensayo Transvestismo
como diferencia individual (2003); primer premio a la mejor historia queer Porn
Star en el festival Queer Zagreb (2004); y premio a la mejor poesía
activista del Centro Cultural Rex (2021). En los últimos años publica
regularmente relatos en la antología Regia Fantastica (SCI&F).
