Mostrando entradas con la etiqueta J. J. Haas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta J. J. Haas. Mostrar todas las entradas

lunes, 29 de abril de 2024

BUSCANDO A NADA

 J. J. Haas

 

Mi búsqueda del legendario autor Alejandro Nada comenzó y terminó en el atemporal pueblito de Navarro, en las afueras de Buenos Aires, el 14 de junio de 1959. Mientras el tren se arrastraba hasta detenerse en la estación, tomé mi maletín de cuero, pesado por el peso del revólver, y bajé al endeble andén de madera. La estación no estaba marcada.

—¿Navarro? —le pregunté a un joven que me resultó vagamente familiar.

—Navarro —dijo él. Descendí los escalones de madera y encontré el solitario camino de tierra mencionado en uno de los cuentos de Nada. La mañana era fría y brillante. Seguí el camino durante varios kilómetros, girando a la izquierda en cada bifurcación, hasta llegar a un cenador en medio de un jardín. Pensé que olía algo quemándose en la distancia mientras subía los escalones hacia el cenador. Nada me estaba esperando allí.

—Te estaba esperando —dijo él.

Nos sentamos uno frente al otro en una pequeña mesa, como dos maestros de ajedrez que se encuentran por primera vez. Deposité el maletín de cuero en el suelo, apoyándolo suavemente contra el empeine de mi pie derecho. Froté mis manos varias veces para mantenerlas calientes. Llevaba una eternidad esperando este momento.

—Quiero hacerte una pregunta —dije.

—¿Una pregunta?

—Sí, una pregunta. Y quiero una respuesta directa.

—Haré lo posible.

—¿Existe Dios? —pregunté.

—¿Existe Dios? —repitió él.

—¿Existe Dios? —confirmé.

—¿Qué te hace pensar que puedo responder esa pregunta?

—Porque eres Nada.

—Me temo que estás equivocado. Yo soy yo mismo. Nada, el de mis historias, es solo un producto de tu imaginación. Tú eres tanto Nada como yo.

Saqué el revólver del maletín y lo coloqué sobre la mesa.

—Dije que quería una respuesta directa. ¿Existe o no existe Dios? Sí o no.

—Esa es una pregunta diferente —dijo él—. ¿Qué pregunta te gustaría que respondiera? —Tomé el revólver y liberé el seguro—. Permíteme explicar —continuó él—. No solo no soy Nada, sino que ni siquiera soy el yo que era un momento atrás, ni el yo que seré dentro de un momento. Hay un número infinito de yoes que soy, uno para cada momento. Por lo tanto, tu pregunta, si no es una pregunta sin respuesta, debe ser formulada y respondida por cada Nada en cada momento de su vida. Del mismo modo, debes formular y responder esa pregunta tú mismo en cada momento de tu vida. No puedo responder esa pregunta por ti.

Retiré el percutor hacia atrás y apunté el revólver a su corazón.

—Entonces, respóndeme esto —dije—. ¿Crees en Dios en este mismo momento?

—Esa es aún otra pregunta —dijo él.

Apreté el gatillo tres veces, una vez por cada pregunta sin respuesta. Se desplomó en su silla. Coloqué el revólver a la mesa, me levanté de mi silla con calma y me acerqué a Nada para comprobar su pulso. Mientras me inclinaba, el autor legendario susurró.

—Puedo ver el infinito. —Luego murió, con una leve sonrisa en su rostro. Arrastré el cuerpo de Nada al jardín detrás del cenador, luego encontré una vieja lata de gasolina escondida cerca de la casa principal. Llevé la lata de gasolina de vuelta al jardín, vertí la gasolina sobre el cuerpo y encendí un fósforo. Quizás sea una pregunta sin sentido preguntar si pude haber evitado esta tragedia. En el laberinto interminable del tiempo siempre he matado a Nada, siempre estoy matando a Nada, y siempre mataré a Nada. Sin embargo, mientras permanecía allí calentando mis manos heladas sobre el cadáver ardiente, encontré algo de consuelo en las últimas palabras de Nada. En el mismo momento en que acepté mi destino al jalar el gatillo, quizás Nada había encontrado su propia redención final. Esto me ofreció un ápice de esperanza para mi propio futuro. Aunque no pude haber evitado cometer este horrible crimen, tal vez con el tiempo yo también pueda encontrar mi paz con Dios. Regresé al cenador y limpié el desorden. Pronto todos los indicios del crimen habían sido borrados. Incluso el olor a carne quemada comenzaba a disminuir. Me senté en la silla de Nada y miré hacia el camino de tierra. En unos minutos vi una figura vagamente familiar caminando por el jardín para encontrarme en el cenador. Me levanté para recibirlo mientras ascendía los escalones.

—Te estaba esperando —dije.

 

Título original: Searching for Nada

Traducción del inglés: Sergio Gaut vel Hartman

 

J. J. Haas es un escritor de relatos cortos y poeta cuya obra de ficción está disponible en Amazon en una colección de libros electrónicos titulada Searching for Nada. Ha publicado ficción y poesía en una amplia variedad de revistas como Shenandoah, Rattle, The Magazine of Fantasy and Science Fiction, Asimov's Science Fiction, Baen's Universe y Writer's Digest. Es Senior Content Developer en ADP, miembro de la Society for Technical Communication, y ha sido instructor en el Creative Writing Certificate Program de Emory Continuing Education. Haas se licenció en Lengua y Literatura Inglesas en el College de la Universidad de Chicago y fue Past President of the Alumni Club of Atlanta. Vive en un suburbio de Atlanta.

 

domingo, 21 de abril de 2024

EL PELOTÓN DE FUSILAMIENTO

 J. J. Haas

Al amanecer nos llevaron al patio y nos entregaron fusiles M16 precargados. Éramos cuatro en el pelotón de fusilamiento, pero yo era el único tirador. Nuestro oficial al mando nos explicó que uno de los fusiles contenía balas de fogueo para tranquilizar nuestras conciencias, pero sinceramente dudaba que me entregaran un fusil con algo que no fuera munición real. Me sentí en conflicto porque todos los hombres a los que había matado hasta ese momento habían sido claramente combatientes enemigos, y no tenía motivos para creer que esta persona fuera un mal tipo.

Sacaron al prisionero con un mono naranja y grilletes, un trozo de papel pegado al pecho a modo de diana. Me sorprendió e inquietó que no llevara capucha, como había oído que era habitual en los fusilamientos. Parecía árabe, de unos treinta años, con el pelo castaño corto y la barba muy recortada, pero lo que realmente me molestó fue la serena aceptación de sus ojos y la desafiante rigidez de su postura.

Lo único que nuestro oficial al mando nos había dicho de él era que estaba loco, pero el hombre que tenía ante mí parecía cualquier cosa menos eso. Además, si realmente estaba loco, ¿no necesitaba un psiquiatra más que un pelotón de fusilamiento?

Tuve que respirar hondo varias veces para que el corazón no se me acelerara y me sequé una solitaria gota de sudor de la frente antes de que alguien pudiera verla. Nos pusieron en fila a seis metros del prisionero, nos ordenaron levantar los fusiles y nos ordenaron disparar. Supe inmediatamente que había disparado una bala de verdad y que era el único que había dado en el blanco. Los otros soldados eran buenos hombres pero pésimos tiradores. El prisionero se desplomó en el suelo y unos minutos más tarde un médico confirmó su muerte. Ya no podía negarlo.

Nuestro oficial al mando nos ordenó enterrar el cadáver fuera del recinto. Cambiamos los fusiles por palas, arrastramos el cadáver hasta el bosque y cavamos un agujero de dos metros en la arcilla roja de Georgia. Cuando dimos la vuelta al cuerpo para bajarlo al agujero, me di cuenta de que había algo escrito en el blanco de papel que no había visto antes: "Rey de los judíos".

—¡Oh, no! —dije—. ¡Otra vez no!

—¿Qué es? —preguntó uno de mis compañeros.

Intenté serenarme, pero temblaba incontrolablemente.

—No importa —dije tras una larga pausa—. Ya no importa.

Tiramos el cuerpo al agujero y lo cubrimos con arcilla.

Les dije a los otros hombres que volvieran sin mí y permanecí largo rato junto a la tumba, esperando contra toda esperanza que se produjera un milagro, pero no se produjo ninguno. De hecho, sólo sabía dos cosas: que no volvería y que nunca me lo perdonaría.

Volví solo al cuartel.

Título original: The Firing Squad /Traducción del inglés: Sergio Gaut vel Hartman 

J. J. Haas es un escritor de relatos cortos y poeta cuya obra de ficción está disponible en Amazon en una colección de libros electrónicos titulada Searching for Nada. Ha publicado ficción y poesía en una amplia variedad de revistas como Shenandoah, Rattle, The Magazine of Fantasy and Science Fiction, Asimov's Science Fiction, Baen's Universe y Writer's Digest. Es Senior Content Developer en ADP, miembro de la Society for Technical Communication, y ha sido instructor en el Creative Writing Certificate Program de Emory Continuing Education. Haas se licenció en Lengua y Literatura Inglesas en el College de la Universidad de Chicago y fue Past President of the Alumni Club of Atlanta. Vive en un suburbio de Atlanta.


LA CIUDAD Y SUS ESTACIONES

Franco Ricciardiello   Por ejemplo, en invierno a las cinco de la tarde ya es de noche, la cálida luz de los escaparates guía el paseo por...