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miércoles, 26 de noviembre de 2025

DIABETES MELLITUS

Yoss

 

El bizcocho viviente pasó caminando muy orondo junto a un enorme árbol. A su sombra estaba tendido un enano de canosas greñas y contrahecha giba, envuelto en harapos, que tendió débilmente hacia él una de sus manos, sucia y de nudillos hinchados por la artritis.

Sin gran esfuerzo, el hombrecito de dulce la evitó de un agilísimo salto, al tiempo que proclamaba con voz aguda y penetrante:

—¡Soy el príncipe Mazapán! ¡Me verás, pero no me comerás! ¡He burlado al panadero, al oso, al lobo y a la zorra, y me voy a correr mundo para convertirme en hombre! ¡Nada ni nadie podrá detenerme! ¡Y tú menos que menos!

—Nada más lejos de mi intención que detener a tan mágica criatura —murmuró cansina y humildemente el deforme anciano—. Pero… oh, gran príncipe Mazapán: he caminado todo el día, pidiendo limosnas y recibiendo tan sólo chanzas, insultos y golpes. Tengo sed, y hambre. Por favor ¿no ayudarías a otro camarada del camino? ¿No me dejarías al menos comerme tan sólo uno de los botones de cereza de tu librea? — imploró, incorporándose a medias sobre el nudoso báculo que tenía a su lado.

—¡Qué va! ¡Muy astuto, pero no lo suficiente para mí! —declaró a voz de cuello el muñequito viviente—. ¿Conque te gusta el dulce, enano repugnante? ¡Pues no probarás el mío, ni ahora ni nunca! ¡Quédate ahí con tu joroba!

—Creo que no —dijo el enano, con una sonrisa pícara. Y de pronto ya no pareció tan viejo ni, sobre todo, tan desvalido, al señalar al monigote de pan azucarado—. ¿Así que no probaré el dulce, criaturita engreída? ¿Y que quieres ser hombre? Pues te complaceré, queridito, aunque… ¿sabes, por casualidad, lo que es la diabetes mellitus? Me imagino que no, claro… algunos siglos demasiado pronto. Entonces, ¿tienes acaso alguna idea de cuál es mi nombre?

—¡Diabetes, nombre, bah! ¡Ni los conozco ni me interesan! —alardeó el príncipe Mazapán, saltando muy ágil sobre sus piernecitas de bizcocho bien horneado—. ¡Soy ágil y veloz, nada puedes contra mí!

—Pues peor para ti si eso crees —dijo Rumpelstiskin, torciendo su boca en una fea sonrisa, tras lo que comenzó a murmurar—: Corazón de lagarto con hígado de murciélago, sabandijas de las cuevas y monstruos del archipiélago…

 

Buena parte de la magia más espectacular está relacionada con las metamorfosis y conversiones. Y muchas ideas erróneas existen al respecto.

El vulgo cree que resulta especialmente difícil ejecutar un hechizo de transformación sobre una criatura ya mágica de por sí. Pero esta es sólo una verdad a medias; cualquier practicante de las artes taumatúrgicas, incluso el más bisoño, sabe que la carga sobrenatural de un ente puede expresarse fácilmente de otro modo, sin necesidad de cambiarla de manera radical.

Un centauro, por ejemplo, resulta menos complicado de convertir en sirena que un zorro; al fin y al cabo, de criatura híbrida a criatura híbrida, de quimera semihumana a quimera semihumana, la diferencia no es tan grande. Ambas son sólo expresiones, en apariencia muy diferentes, pero en el fondo muy similares, de un valor modular mágico concreto.

Transformar a un humano en un ser cargado de magia es, en cambio, un acto que sólo está al alcance de los más talentosos conjuradores, e incluso así requiere de sortilegios muy precisos y energéticamente costosos para el hechicero.

Pero ¿y convertir a una criatura encantada en simple humano? Paradójicamente, en algunos casos resulta casi fácil, ya que la inestabilidad inherente a toda acumulación de magia obra a favor del practicante, por inexperto que sea.

Algunos nigromantes, de hecho, han llegado a acumular gran poder de este modo, absorbiendo la fuerza mágica vital de entes encantados, sí, pero incapaces de utilizar su abundante energía de esta clase en forma activa… como son la mayoría de los centauros, sirenas y quimeras similares.

En cuanto a los seres mágicos excepcionales, todo depende de su envergadura y de la potencia del hechizo empleado para crearlos. Algunos, sobre todo los que han surgido casi espontáneamente, son muy fáciles de “desencantar”, y para lograrlo, a un taumaturgo experto le bastaría con entonar ante ellos este ensalmo:

Corazón de lagarto con hígado de murciélago

sabandijas de las cuevas y monstruos del archipiélago

te conmino a que te vuelvas lo que tanto despreciaste

y que acabes como humano la gesta que comenzaste

 

Lo más importante es pronunciarlo cuatro veces: una al derecho, y otra al revés en una lengua que hablen a la vez víctima y oficiante; la tercera en una lengua muerta y olvidada; y la última en un idioma que aún no haya sido creado.

Una vez cumplida la cuádruple recitación, el ente mágico se convertirá en hombre… o mujer, porque, dado el principio de indeterminación inseparable de toda taumaturgia, no es posible saber de antemano a qué sexo se acogerá el cuerpo en metamorfosis de la víctima.

Por lo general, estos “humanos de segunda creación” están por completo desprovistos de magia, pero también de cualquier escrúpulo o consideración moral civilizada … así que pueden convertirse en auténticos peligros para sus “semejantes” … a los que, claramente, ellos no perciben en realidad como tales.

Por suerte, es fácil distinguirlos: como secuelas de su metamorfosis, todos ellos muestran graves defectos físicos o de salud; un mago realmente hábil incluso puede, con suficiente experiencia en el uso de este conjuro, y seleccionando cuidadosamente las lenguas que empleará en su recitación, elegir casi a voluntad el padecimiento que aquejará de por vida al objeto de su transformación…

 

Los dos hambrientos huerfanitos, asombrados y olvidando toda precaución ante aquel espectáculo maravilloso que les hacía agua la boca, avanzaron sin miedo hacia la puerta entreabierta.

—Pasen, niños, pasen —dijo dulcemente la viejecita encorvada de la nariz ganchuda. Y relamiéndose ante el agrisalado aroma a carne fresca que exhalaban Hansel y Gretel, cerró a sus espaldas la puerta; una hoja maciza de aquel asqueroso chocolate que tanto daño le hacía comer.


José Miguel Sánchez Gómez. La Habana, 1969. Licenciado en Biología por la UH, 1991. Del 2007 al 2016 fue cantante del grupo de rock Tenaz. Aficionado a la espeleología y las artes marciales. Cinturón negro en judo y kárate. Narrador, ensayista, divulgador científico y antologador. Miembro de la UNEAC desde 1994. Alumno del Primer Curso de Técnicas narrativas del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso (19981999). Ha impartido cursos de narrativa en Chile, Inglaterra, Andorra, España, Italia y Cuba. Es considerado actualmente una de las voces más renovadoras e importantes de la ciencia ficción en lengua hispana. Entre sus premios literarios más destacados; en Cuba: Juventud Técnica (1987); David (1988); Revolución y Cultura (1993); Pinos Nuevos (1995); Aquelarre (2001); Calendario (2004); La Edad de Oro (2011 y 2016) e Hydra (2022). En el extranjero: Universidad Carlos III (España, 2003); UPC (España, 2010); Julia Verlanger (Suiza, 2012) y finalista al Philip K. Dick (EUA, 2016). Sus textos han aparecido en decenas de revistas y antologías cubanas y extranjeras. Ha recopilado una decena de antologías, principalmente de ciencia ficción. Cuenta con más de 50 títulos publicados, en Cuba y el extranjero, y textos suyos han sido traducidos al inglés, francés, italiano, alemán, neerlandés, japonés, ruso, búlgaro, polaco, chino, gallego y bengalí. 


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