Yoss
Pisando
sin inmutarse los cadáveres de las últimas defensoras asaeteadas por sus
hombres, que aguardaron en el umbral, presas de un temor supersticioso, el
general penetró al fin en el santuario que por tres días había resistido a su
ataque. Ondeaba a sus espaldas la rica capa blanca con su emblema bordado en el
centro, la gran rosa escarlata. En la mano desnuda aferraba la larga espada tinta
del mismo color.
Lo recibió la única mujer aún con
vida en el lugar; la suma sacerdotisa del templo, sentada en su invaluable trono
de jade. Su túnica era de un verde mucho más oscuro que la sus discípulas.
Tanto, que casi parecía negra.
—Tu hora ha llegado, bruja —dijo el
conquistador, disfrazando de desprecio su asombro al advertir que, nívea
cabellera enmarcando sus arrugados rasgos, pese a sus muchos años, la mujer resultaba
extrañamente digna y hasta en cierto modo, aún hermosa—. Ni tus artilugios
diabólicos, ni tu hija, ni todas tus demás fanáticas acólitas han podido contra
la valentía de mis hombres. El poder de tu secta muere contigo esta noche.
—Mi hija murió intentando salvarme. A
lo que llamas fanatismo lo llamo yo fidelidad; y temor a lo que nombraste
valentía —dijo la anciana, mirando con tranquila calma a los ojos de su enemigo
victorioso—. Y sí, reconozco que el miedo es una fuerza poderosa. También que he
subestimado el gusto de los hombres por la tiranía y la ignorancia. Nunca creí
que te seguirían contra quienes tanto les ayudamos, como el perro estúpido que
muerde la mano que lo alimenta. Pero por lo visto temen más a tu furia de lo
que amaron nuestra magia…
La precisa estocada del militar atravesó
el torso de la anciana, interrumpiéndola y dejándola clavada a su trono.
—Tonterías sin sentido —gruñó el hombre—.
Las cosas siempre serán como ahora —añadió, casi divertido, mientras daba la
vuelta con un floreo de su espléndida capa y se alejaba con paso decidido de la
vencida hechicera, aunque no sin antes recuperar su arma y limpiar la hoja en la
oscura túnica.
Los ojos de la suma sacerdotisa, que
no había proferido ni siquiera un gemido de dolor, siguieron su retirada.
Sólo al quedarse sola fue que el
relajamiento final la hizo entreabrir los dedos que hasta entonces había mantenido
fuertemente cerrados. Y de la palma de su vieja mano, amalgamados en una
especie de jalea rojinegruzca, cayeron lentamente varios pelos, de diversos
colores y texturas, para flotar sobre el charco de sangre que iba creciendo
veloz bajo el trono, mientras los labios ancianos y agonizantes pronunciaban
con inmenso esfuerzo unas pocas palabras ininteligibles.
Cuando
sepas que tu fin violento es próxima e inevitable, diluye en tus lágrimas la
sangre coagulada de alguien que hayas amado mucho, y a quien el enemigo que ahora
te amenaza también diera antes muerte. Añade a los dos ingredientes anteriores los
pelos, plumas o escamas del animal que más desprecies, del que más odies y del
que más temas. Luego amásalo todo hasta lograr una pasta homogénea, y piensa en
tu enemigo y una combinación de tales brutos, mientras repites tres veces la
fórmula STIRPAEM TUAM DIVENTIUM ANIMALIS.
Hecho
esto, sólo queda esperar a que el prepotente vencedor consume tu asesinato o
ejecución. Puedes o no ofrecerle resistencia; no importa. Pero, eso sí: en la
hora postrera, asegúrate de que la pasta hechizada, que entretanto habrás
tenido a buen recaudo y cerca de ti para que el calor de tu cuerpo mantenga
viva su potencia dañina, alcance a mezclarse con tu propia sangre mientras
repites nuevamente tres veces STIRPAEM TUAM DIVENTIUM ANIMALIS.
Si
dicha combinación de sustancias no tiene lugar, el sortilegio fallará sin
remedio, aunque todos sus otros pasos hayan sido impecablemente ejecutados.
Y,
otra advertencia: será mejor que sepas que este es un hechizo que actúa a muy,
muy largo plazo… tanto que a menudo resulta imposible determinar con precisión cuándo.
Por eso mismo no es un contraataque directo, sino más bien una última acción
desesperada para que un ofensor tan poderoso que ya es imposible evitar que
arrebate la vida al oficiante no quede sin ninguna represalia por su acto.
O,
más bien que él, sus descendientes…
Tras
desayunar opíparamente en la gran mesa bien surtida de espléndidos manjares,
aunque sin ningún criado que la sirviera, el reposado viajero decidió abandonar
el extraño castillo en el que había encontrado refugio de la tempestad la noche
anterior. No fuera a ser que su invisible señor, que tan hospitalario se había
mostrado con él sin siquiera conocerlo, transformara su amabilidad en rigor,
creyendo que su huésped intentaba abusar de su bondad.
Todavía le faltaba un largo camino de
regreso a casa… y si bien ya tenía los regalos que sus hijas mayores le pidieran,
lo curioso es que aún no había podido encontrar algo tan hermoso y a la vez tan
sencillo como para ser digno de la más pequeña y preferida de su corazón… si es
que un padre puede darse el lujo de querer más a alguna de sus descendientes.
Reflexionando de tal guisa y resoplando
satisfecho bajo el peso de sus alforjas repletas, el hombre atravesó los magníficos
jardines del ruinoso castillo, de vuelta hacia el camino.
Los inmensos pendones de seda blanca
con la rosa color rojo sangre de veinte pétalos en su centro ondearon a su
paso, como despidiéndolo. Y el viajero pensó de nuevo en lo extraño que era que
justo en una heredad cuyo oculto amo tenía por escudo de armas una flor,
ninguna similar adornara sus por otro lado ejemplarmente bien cuidados
jardines. Aunque aquel era sólo otro más de los misterios del solitario lugar.
Entonces, medio oculto a la sombra de
un alto seto, lo vio; era un rosal pequeño, tanto que resultaba casi diminuto. De
sus espinosas ramas sólo brotaba una rosa intensamente escarlata y de muchos pétalos,
curiosamente similar a la de los pendones.
Satisfecho de haber encontrado al fin
un obsequio a la altura de su hija menor, y sin pensarlo más, el mercader se
inclinó sobre la flor y la arrancó.
Un tremendo rugido de rabia resonó a
sus espaldas, y al instante siguiente se vio lanzado por los aires por una
fuerza sobrehumana. Al caer, gimiendo adolorido, dos garras feroces se apoyaron
en su pecho, inmovilizándolo, mientras un par de ardientes ojos verderojizos lo
miraban muy de cerca y unas horripilantes fauces guarnecidas de largos
colmillos lo escupían desde aún menor distancia, al brotar de ellas una voz que
era más gruñido animal que palabras humanas.
—¡Necio ingrato! Te recibí en la
noche como a un huésped ilustre; sin conocerte te di todo lo mejor de mi casa,
¿y pagas tanta bondad privándome de lo que más amaba en esta, mi miserable
existencia? ¡Pues ahora vas a morir por tu acción, hombre ávido y sin
sentimientos!
—¡No… piedad! ¡No era para mí! —alcanzó
a balbucear el viajero, cerrando los ojos ante la horrible visión de aquel ser enorme
y blasfemo en el que coexistían el toro, el perro y el gato sobre un molde
vagamente humano—. ¡Por favor, noble monstruo, no me mate! ¡Tengo tres hijas! ¡La
menor me pidió un regalo sencillo y hermoso… así que pensé que una flor…!
—¿Era para tu hija? —Ya alzada para
el golpe final, la terrible zarpa se detuvo a medio camino, y tomó casi
dulcemente la rosa recién arrancada—. Y dime… ella ¿es hermosa?
—Mu… mucho —asintió el aterrado
mercader, entreviendo una débil esperanza en la dilación del engendro—. Tanto
como… no; más aún que tu rosa.
—Muy bien… pues, escucha entonces,
comerciante; haremos un trato. Te dejaré ir… pero a cambio de tu vida, al
llegar a tu casa me enviarás por un año a tu hija… y espero por tu bien que no
la hayas mirado únicamente con ojos de padre, y que sea tan Bella como dices… —gruñó,
entre decidida y pensativa, la Bestia.
José Miguel Sánchez Gómez. La Habana, 1969. Licenciado en Biología por la UH, 1991. Del 2007 al 2016 fue cantante del grupo de rock Tenaz. Aficionado a la espeleología y las artes marciales. Cinturón negro en judo y kárate. Narrador, ensayista, divulgador científico y antologador. Miembro de la UNEAC desde 1994. Alumno del Primer Curso de Técnicas narrativas del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso (19981999). Ha impartido cursos de narrativa en Chile, Inglaterra, Andorra, España, Italia y Cuba. Es considerado actualmente una de las voces más renovadoras e importantes de la ciencia ficción en lengua hispana. Entre sus premios literarios más destacados; en Cuba: Juventud Técnica (1987); David (1988); Revolución y Cultura (1993); Pinos Nuevos (1995); Aquelarre (2001); Calendario (2004); La Edad de Oro (2011 y 2016) e Hydra (2022). En el extranjero: Universidad Carlos III (España, 2003); UPC (España, 2010); Julia Verlanger (Suiza, 2012) y finalista al Philip K. Dick (EUA, 2016). Sus textos han aparecido en decenas de revistas y antologías cubanas y extranjeras. Ha recopilado una decena de antologías, principalmente de ciencia ficción. Cuenta con más de 50 títulos publicados, en Cuba y el extranjero, y textos suyos han sido traducidos al inglés, francés, italiano, alemán, neerlandés, japonés, ruso, búlgaro, polaco, chino, gallego y bengalí.

No hay comentarios:
Publicar un comentario