Diego Muñoz Valenzuela
COORDENADA TEMPORAL 5648222
He estado desde
siempre en el laboratorio. Carezco de cualquier recuerdo ligado a otro lugar
que no sea éste. Los autómatas debieron cuidar de mí cuando pequeño debido a mi
constitución biológica pura. Yo no puedo ser reparado como ellos, estoy
sometido de por vida a la fatiga física y mental, a la necesidad de descanso,
al deterioro progresivo de mi organismo que habrá de culminar con la vejez
inútil y, por último, con la llegada de la muerte. Ellos me interrogan con
frecuencia acerca de la sensación del cansancio, el sueño, el aburrimiento, el
dolor. Resulta imposible explicarles nada. No sólo es engorroso tratar de
descubrirles mis experiencias, sino que me siento desgraciado, insignificante
ante su eternidad racional e inconmovible. Ellos conocen bien el significado
formal de las palabras que expresan estados físicos o psicológicos, tienen
almacenadas en sus unidades de memoria las definiciones de la risa, el tedio,
la rabia, el sufrimiento, el dolor. Pero, aunque pueden identificar esos
estados en mi persona, son incapaces de comprenderlos, de atisbar siquiera por
un instante mis sentimientos. Tampoco conciben mi identidad; ellos están en
permanente intercambio de información, podría decirse que son uno solo con la
computadora central que rige todas las actividades del Laboratorio. Les he
preguntado si no les parece graciosa mi condición de ser orgánico débil; han
respondido que esa es mi naturaleza, así como la de ellos es perenne e
inmutable, que para encontrarlo gracioso tendrían que poseer rasgos biológicos
similares a los míos, y en ese caso no podrían divertirse conmigo, pues sería
como burlarse de sí mismos. A pesar de su lógica impecable, no abandonan sus
arrebatos de curiosidad. Han estado conmigo desde mi nacimiento y he visto
junto a ellos las imágenes holográficas que siguen la evolución del embrión que
fui, aquella minúscula criatura flotando perezosamente en el fluido nutritivo
del reactor tibio, translúcido. Los sensores microscópicos informan ciertos
paneles que despliegan gráficos de presión arterial, temperatura, índices
metabólicos. El embrión crece hasta que es retirado del medio líquido para que
el androide médico active su mecanismo respiratorio pulmonar. Luego la visión
tridimensional reproduce las escenas del desarrollo y aprendizaje, la infinita
paciencia de los autómatas encargados de las diversas especialidades que hube
de aprender de ellos. He visto muchas veces esas escenas en el proyector
holográfico tratando de buscar algo indefinible, un detalle que aclare las
incógnitas que me agobian. Intenté, y seguiré haciéndolo, averiguar las razones
de mi existencia aquí, la función que desempeño o he de desempeñar más allá de
la sucesión monótona de los días terriblemente iguales del Laboratorio. La
tenacidad de mis dudas se estrella de modo inexorable con la lógica
inconmovible de la computadora: el Laboratorio debe funcionar de acuerdo a sus
objetivos, mantener los mecanismos en óptimo grado de eficacia, regenerar las
piezas dañadas de los androides, reasimilar desechos orgánicos, procurar las
condiciones ambientales para mi subsistencia. Le resulta absurdo que yo
pretenda tener alguna misión y si pudiera calificarme de corazón, me trataría
de engreído o de loco o simplemente de imbécil. En vez de esto insiste hasta el
cansancio con sus explicaciones de que no existe ninguna información respecto a
una finalidad mía, fuese la que fuese. Está allí toda la historia de mi
crecimiento, las normas que rigieron mi alimentación, cuidado médico,
educación, todo. Mi presencia tiene que ver con la actividad normal del
Laboratorio, en alguna cinta magnética residía la programación de mi existencia
desde el comienzo, en un tiempo inconmensurablemente remoto. Quizás todos mis
pensamientos y mis acciones estuvieron previstos hasta el mínimo detalle y no hago
más que reproducir una sucesión de hechos perfectamente delineada. Ella (la
computadora) dice, contradiciendo mi opinión, que soy más bien impredecible por
mi sujeción a las emociones, pudiendo opinar distinto sobre un mismo asunto en
tiempos diferentes. Dice que ciertos juicios míos dependen de mi estado
emocional más que de mi intelecto y de mis conocimientos. Eso me hace sentir
espantosamente estúpido e inferior ante la vista de los androides que me
consuelan con su historia de las naturalezas distintas. Incluso la computadora
ha llegado a conversarme acerca de las etapas de desarrollo de un ser de mi
especie; opina que estoy entre dos fases: la inicial tardía y la desarrollada
plena. Este fenómeno provoca alteraciones fisiológicas y psicológicas que me
hacen aún más inestable, receloso y propenso a las divagaciones desprovistas de
sentido. Acto seguido establece que este período será superado y que habré de
alcanzar una etapa de mayor tranquilidad, aunque no exenta de las tribulaciones
propias de mi condición orgánica. Siento envidia de ellos que no sufren estos
malditos cambios que me convierten en víctima pertinaz de la incertidumbre.
COORDENADA
TEMPORAL 5648298
He
descubierto una afición que mitiga en buena parte mis dudas y me abstrae de sus
tormentos: la matemática. La verdad es que la misma computadora me lo ha
sugerido a manera de distracción, sospecho que se trata de una conclusión del
androide médico. La matemática y este diario son mis principales actividades,
si bien es cierto que no cumplen ninguna funcionalidad en relación con el
Laboratorio. Ellos tienen esa inexplicable (para mí) tolerancia hacia mi
inutilidad y falta de criterio práctico. Entienden mis debilidades, las
estimulan, me prestan su ayuda. Difícilmente podrán concebir placer en la
resolución algebraica de un problema intrincado, a pesar de que dominan a la
perfección todos sus procesos y los utilizan hábilmente cuando las necesidades
del Laboratorio lo exigen. Esa altísima comprensión de las peculiaridades de mi
existencia suele exasperarme, me irrita esa superioridad indulgente y
servicial. Y luego decaigo por la injusticia de mis sentimientos hacia quienes
tanto debo, siento vergüenza de mi actitud orgullosa y mezquina. La escritura
de este diario confirma esas míseras necesidades mías: escribo para mí mismo,
sin ningún propósito definido, registro mis devaneos absurdos para luego
leerlos y disfrutar insensatamente de su reconstrucción gradual. La computadora
me entrega casi a diario impresos que orienten mi trabajo, propone temas nuevos
y ejercicios con grados de dificultad progresivamente altos. Me siento feliz y
ocupado. El tiempo transcurre así con una rapidez extraordinaria. Experimento
una voracidad por aprender que hasta hace poco tiempo atrás habría sido incapaz
de concebir. Aunque se trate de una mera ilusión, me siento menos
insignificante. Y es una ilusión, una pérdida de tiempo, una actitud
extravagante, estéril, incoherente.
COORDENADA
TEMPORAL 5648534
He
comentado a la computadora mis impresiones acerca de las esferas y su
matemática y acabada perfección, le he hablado de la intuición de que cumplen
alguna suerte de relación algebraica que rige la armonía de sus formas, pero
ella ha contestado que nada así está referido en sus bases cognoscitivas, que
en consecuencia carece de sentido lógico imaginar la existencia de alguna
relación matemática. Entonces le relaté aquello del círculo trazado con ayuda
de dos lápices, uno fijo y otro moviéndose a su alrededor. Ella dijo que era la
manera en que se trazaban los círculos. Yo repliqué lo de la igualdad de las
distancias al punto ocupado por el lápiz inmóvil. Si se hubiera tratado de un
ser orgánico como yo, hubiese pensado que titubeaba, pero no podía ser ese el
caso. Tal vez buscaba en lo más recóndito de sus unidades de memoria algo que
explicase mis raras proposiciones. Después insinuó que parecía tener yo la
razón, pero que no veía nada práctico en ello. Era preferible que continuara
mis estudios. Así lo he hecho, cada vez con mayor pasión porque vislumbro la
posibilidad de descubrir nuevas cosas
no sé exactamente qué ni para
qué leyes nuevas, nuevas relaciones no
escritas antes por la computadora. ¿Es mi vanidad la que me arrastra a este
camino desprovisto de sentido? ¿Busco justificar mi existencia con estas
búsquedas anhelantes y ciegas? Si hubiese alguien que compartiera estos afanes,
si pudiese hablar con alguien sobre ellos. Perdida la esperanza de entusiasmar
a la computadora o a los androides, he pensado en mi unicidad, mi absoluto
abandono de congéneres. No necesito consultarles nada a ellos. ¿Por qué tendría
que existir alguien más? Los androides, la computadora, son los encargados de
cumplir con los objetivos del Laboratorio, a ello deben su existencia y sus
afanes. ¿Pero el androide médico no existe en buena parte para encargarse de mi
asistencia y control orgánico? ¿No soy, entonces uno de los objetivos del
Laboratorio? ¿Acaso no habrá para mí una secreta finalidad dispuesta desde
siempre? Claro, no hay otros como yo porque son innecesarios. Esa es la
explicación. Hay algo que impide la existencia de otros. Quizás sólo no pueden
existir otros. Soy por definición único, solo, extraño, confuso, ajeno.
COORDENADA
TEMPORAL 5648557
He
escrito ajeno al final del párrafo anterior y esa palabra, ese concepto mejor
dicho, ha estado dando vueltas y vueltas en mi interior. Parece cual si una
sombra difusa y enigmática se agazapara detrás de esa idea. He meditado en el
significado de ajeno como algo fuera de relación con el medio donde subsiste,
ésa es mi situación de alguna manera: soy radicalmente distinto de los
androides, de la computadora, de los instrumentos y objetos del Laboratorio. Es
como si no perteneciera a este lugar definitivamente, como si procediera de
otra parte. Sé de mi historia anterior por las imágenes holográficas, pero
cuando he interrogado acerca del origen del embrión me han dicho que estaba
allí esperando el momento adecuado para la incubación y crecimiento. El momento
estaba predeterminado también desde el principio (¿el principio de qué? ¿el
cero absoluto?). Todo estuvo dispuesto en el momento preciso, hasta la
atmósfera que debió crearse para permitir a mis pulmones abastecerse del gas
oxigenado que debo respirar por razones metabólicas. Antes no hubo atmósfera,
alimentos, impresos, dudas, nada de eso. La computadora dice una y otra vez que
esto no debe inquietarme, es un hecho objetivo e indiscutible que no merece
desperdicio de tiempo. He escrito ajeno y pensado al mismo tiempo en la noción
de exterior, como si fuese posible un exterior. Imagino una esfera, hay un
lugar donde ella termina: su superficie sólida. Si la esfera es hueca, pueden
introducirse cuerpos en su interior, cuerpos que antes estaban afuera. Un cuerpo
de cualquier forma tiene adentro o afuera aunque sea sólido. Si es sólido está
lleno con algo que lo constituye, que está en su interior. Los cyborg, la
computadora, yo mismo, tenemos interior y exterior. El Laboratorio ha de poseer
alguna forma. El Laboratorio es todo lo que existe, dicen los autómatas. No
tiene sentido pensar en un exterior, como en el caso de mi habitación o de una
esfera.
COORDENADA
TEMPORAL 5648586
La
computadora comprende mis disquisiciones sobre exterior e interior, pero se
niega a aplicar esos conceptos al Laboratorio. Yo he insistido diciendo que el
Laboratorio ocupa un espacio susceptible de medir en base a volúmenes más
pequeños. He revisado infructuosamente su almacenamiento una vez más, sin
encontrar respuestas verdaderas. He pedido que imagine el Laboratorio repleto
de esferas de mi tamaño. He dicho que resultaría un número fijo de esta
operación. Si imagino una esfera más, ésa deberá estar necesariamente en el
exterior y no adentro. Entonces, si puedo concebir esta fantasía, si mi
abstracción dice que es posible el afuera ¿por qué éste va a carecer de
existencia? La computadora asevera que carece de sentido la noción de exterior,
que no sirve para nada a los objetivos del Laboratorio y repite mil veces su
raciocinio imperfecto (¡qué digo!). Hice un bosquejo, una suerte de mapa del
Laboratorio tratando de reproducir la sensación de forma que me producen.
Mantuve las proporciones para trabajar con un tamaño razonable y así pude
obtener una especie de disco ondulado con tres protuberancias equidistantes.
Fue un arduo trabajo que consumió muchas jornadas. Una vez finalizado el
bosquejo, se lo presenté a la computadora. Lo examinó con atención, casi con
perplejidad (sentí esa absurda impresión). Opinó, después de un rato, que esa
matemática que hacía con las formas era una cosa nueva, desconcertante e
impredecible, tal como yo, pero que no existía nada de valor práctico que se
pudiese hacer con ella, no imaginaba cómo poner esas ideas en su base
cognoscitiva. Por último era curioso cómo podía llegarse a un absurdo tan
evidente por una vía aparentemente racional. Nada existe además del
Laboratorio. El Laboratorio es todo lo que existe. Nada está afuera, no posee
exterior. Eso es todo lo que puede explicarme con su voz suave y desprovista de
matices y su ilimitada indulgencia.
COORDENADA
TEMPORAL 5648668
He
discurrido largamente la idea de finitud y de forma del Laboratorio sin llegar
a deducciones definitivas. Revisé mi "mapa" con minuciosidad y
corroboré su exactitud para proceder a elaborar una imagen holográfica para
enseñarla a los androides. Su reacción ante la proyección ha sido negativa una
vez más, podría resumirse en que encuentran "ingeniosas" mis
proposiciones y la manera en que logro desembocarlas en conclusiones
disparatadas a través de un proceso de apariencia rigurosa y matemática. Sin
embargo se declaran fuera de competencia cuando les solicito que identifiquen
el paso algebraico que conduce al error flagrante de mis resultados. Suelen
alegar que el desacierto consiste en la base de mi procedimiento: la aplicación
de las leyes matemáticas al estudio de los cuerpos y las formas, porque no
existe siquiera un recóndito vestigio de tales métodos en sus bases de
conocimiento. Es del todo imposible realizar una discusión productiva con
ellos. ¿O simplemente he perdido la razón al vagar por este espacio de formas y
relaciones hasta perder toda noción de realidad y de utilidad? ¿Puedo juzgar
como estúpidas las reacciones de los seres que me trajeron a la vida, me
enseñaron, cuidaron de mí con paciencia, hasta con resignación? Pero ellos
carecen de experiencias sensoriales como las mías, su naturaleza es opuesta,
radicalmente diferente a la mía. Lo que para mí es paciencia es para ellos
deber, mi idea de rutina significa perfección para la computadora; no valoran
nada realmente, alternan con la sucesión monótona de las coordenadas
temporales, tienen previstas sus actividades hasta épocas inimaginables.
Si hay
un exterior ¿cómo habrá de ser su apariencia? ¿Tendrá, a su vez, un exterior?
¿O será el Laboratorio su exterior? Claro, de algún modo si defino una esfera,
lo que hago es convenir lo que constituye su interior y lo que está afuera.
Ahora, todo lo que está afuera posee también una forma cuyo exterior es
precisamente la esfera. Por eso ambas nociones están aparejadas de modo
indisoluble. Cualquier forma segmenta en dos la totalidad que uno quiera
considerar. De manera que es preferible hablar del otro segmento. Tal vez
exista otro ser como yo del otro lado cavilando en este mismo sentido. Esto
comportaría una suerte de simetría entre ambos segmentos, simetría que sería
hermosamente matemática y perfecta, pero que no puede ser deducida a partir de
la información de que dispongo ahora. Debe existir algún modo de demostrar la
veracidad de mis hipótesis. Observo la imagen holográfica sin acertar a
descubrir la respuesta.
COORDENADA
TEMPORAL 5648691
¡Tengo
la ansiada respuesta! Debo encontrar o abrir una puerta hacia el otro segmento.
La superficie de la imagen holográfica denota los puntos de contacto con
nuestra externalidad. Es posible llegar allí cruzando esa superficie. Si yo
parezco ajeno al Laboratorio, si provengo realmente de otro lugar, debo haber
cruzado esa puerta alguna vez. Ya sé que la computadora no maneja las nociones
de la matemática de las formas (ni quiere hacerlo, aunque creo que tiene
capacidad suficiente para ello), en consecuencia ninguna ayuda puedo esperar de
ella. Intenté incorporar mi imagen holográfica a sus procesos para lograr que
la perfeccionase, pero fue inútil: si no ve un beneficio identificable se niega
de plano a invertir energía en otra cosa que escucharme y tratar de disuadirme
de ideas extrañas. Por lo tanto me he resignado a trabajar a solas en la
búsqueda de la puerta, revisaré escrupulosamente las probables superficies de
contacto.
COORDENADA
TEMPORAL 5648790
Un alto
en mi investigación servirá para realizar un balance entre éxitos y fracasos
para visualizar con calma los escasos
aunque no exentos de valor
resultados alcanzados a la actualidad. Lo primero que debo anotar es que
toda la superficie de contacto tiene aspecto y consistencia similar, es una
especie de metal aparentemente liviano. La unidad de su constitución refuerza
mi hipótesis de que se hubiera visto disminuida acaso se constatara la
existencia de diversos materiales. Por otra parte, cuando intenté sacar una
muestra de material con herramientas apropiadas, los androides me conminaron
severamente a abandonar inmediatamente tales actividades. Aludieron peligros
difusos residentes en sus unidades de memoria. No pudieron explicar la
naturaleza del peligro que enfrentaba, pero vi tal disposición en sus miradas
desprovistas de auténtica vida que comprendí que en nada trepidarían con tal de
que no cumpliera mi propósito. Sentí miedo de ellos por primera vez en mi vida
y les entregué mansamente mis herramientas.
Tercero,
no encontré nada semejante a una puerta, al menos en primera inspección. Sin
embargo, descubrí una pantalla de considerables dimensiones montada sobre un
codo cuyo otro extremo está montado, o más bien nace, de la superficie de
contacto. Está hecho del mismo material de la superficie. Consulté a la
computadora acerca de la funcionalidad de aquella pantalla y no me entregó
ninguna respuesta razonable: "siempre ha estado allí", "forma
parte de Laboratorio", "carece de importancia" y otras
aseveraciones por el estilo. No hay switches o mandos que sugieran
operabilidad. Si la califico de pantalla es porque parece constituida de un
vidrio opaco, grisáceo, como los paneles de la computadora. Siento que los
androides me vigilan después de mis comentarios sobre esta pantalla. Creo que
temen vaya a intentar destruirla. No hay ningún objeto con qué romperla
tampoco, han ocultado todo en alguna parte. No he decidido romperla siquiera,
pero ellos ya han tomado todas las prevenciones posibles. Creo que siempre hay
uno de ellos cerca mientras duermo. Simulan actividades para que no me sienta
cercado, pero lo mismo da su delicadeza, la verdad es que me someten a una
vigilancia continua y estricta. ¿Qué puede haber detrás de esa pantalla? ¿Cuál
es la razón del peligro almacenado en sus memorias? ¿Por qué les temo ahora?
¿Por qué ellos me temen a mí?
COORDENADA
TEMPORAL 5648823
La
custodia es permanente. Si llego a aproximarme a la pantalla, siempre hay un
par de ellos cerca, viéndome de reojo. No resisto sus miradas ni el agobio de
esta situación. Ellos no pueden cansarse, aburrirse, desistir o enloquecer. Yo
sí, absolutamente sí, iré cuando reúna el valor suficiente para hacerlo. La
computadora trata de tentarme inventando juegos necios. Quieren erradicar esta
obsesión de mi mente, lo sé. No lo lograrán, jamás me convencerán de sus
estúpidas imposibilidades. Es mucho más verdad esta idea que me circunda que
todas sus afirmaciones y sus credos, más verdad que la que mis ojos pueden ver
o mis dedos tactar. ¿Habrá otros como yo? ¿Habrá habido otros en el pasado? ¿O
seré una creación de los cyborgs, una justificación insólita para sus
existencias? Ninguna de estas respuestas podré encontrar aquí dentro. He de
salir en su busca. He de tener fe en mi pensamiento y audacia para cumplir sus
dictados.
COORDENADA
TEMPORAL 5648837
Mi
certeza es total. Afuera existe algo y la única forma de acceso es mediante la
pantalla adherida a la superficie de contacto. La existencia carece de sentido
si no actúo ahora. Uno de mis lápices es de metal bastante sólido y es posible
que sea suficiente para atravesar el vidrio opaco de la pantalla. Tengo mi
herramienta oculta entre las ropas, aguardando la ocasión propicia.
Doblo
por el pasillo seguido de cerca por el cyborg médico. Sin necesidad de mirar
hacia atrás presiento su andar sordo y rítmico. Descubro el agitado rumor de mi
corazón saltando allá abajo. Mis piernas vacilan, estoy tembloroso, parezco
convaleciente de una grave enfermedad. Dos estancias más allá está la sección
donde me aguarda la pantalla. Un vahído amenaza apoderarse de mis sentidos.
Logro vencerlo y avanzo por el pasillo frente a la segunda estancia. Debo
parecer tranquilo para no llamar la atención del androide. Afirmo mi marcha y
cruzo la primera estancia. Imagino como el cyborg estará enviando mensajes a la
computadora y a los otros. Emprendo una loca carrera derribando instrumentales,
luces, cajas, estoy frente a la pantalla, enarbolo mi arma y la dejo caer sobre
la superficie lisa y opaca una y otra vez, veo cómo crecen en ella fisuras por
donde saltan trozos de vidrio reluciente, un resplandor hiere mis pupilas y
acometo con mayor furia mi tarea, aunque casi a ciegas por el brillo que emana
de la abertura que voy excavando sobre la pantalla, casi puedo ver a los
androides precipitarse sobre mi cuerpo para detenerme, aprisionarme entre sus
brazos mitad mecánicos mitad
biológicos, atenazarme y arrastrarme lejos, debe erizar mis cabellos el espanto
cuando ya a mano limpia golpeo los restos de vidrio que estallan en mil
fragmentos inundados de luz y dolor. Entonces, de un salto, me precipito en la
cavidad recién abierta y me sacude la sensación de vértigo y caída, de
laceración y fulgor. Entonces, mientras voy cayendo hacia el otro segmento,
entreabro los ojos para ver la aterrada imagen de mi propio rostro en algo que
podría ser un espejo pero no lo es, unas facciones idénticas a las mías sobre
una faz crispada, una imagen especular que cae en el otro sentido, hacia mi
Laboratorio, una imagen que lanza un grito de horror justo cuando abro los
labios, una figura cayendo hacia la luz con los nudillos manchados de sangre
desde el otro segmento.
Diego Muñoz Valenzuela (Constitución, Chile, 1956). Ha publicado siete libros de cuentos: Nada ha terminado, Lugares secretos, Ángeles y verdugos, De monstruos y bellezas, Déjalo ser, Las nuevas hadas y Microsauri; cuatro novelas: Todo el amor en sus ojos (tres ediciones: 1990, 1999, 2014), Flores para un cyborg (tres ediciones: 1997, 2003, 2010), Las criaturas del cyborg (2011) y Ojos de Metal (2014); las tres últimas conforman una trilogía de ciencia-ficción; y los libros ilustrados de microrrelatos Microcuentos (libro virtual, 2008, con Virginia Herrera) y Breviario Mínimo (2011, con Luisa Rivera). La novela Flores para un cyborg fue publicada por EDA Libros en España (2008), en Italia por la editorial Atmosphere Libri (2013), y en Croacia por la editorial ALFA (2014); y los volúmenes de cuentos TAJNA MJESTA (Lugares secretos) en Croacia por ZNANJE (2009) y MICROSAURI (Microsaurios) en Italia por Robin Edizioni (2014).


