Gerson Lodi-Ribeiro
—Conexión de
Capella en la línea ansible. Es la gobernadora de los elfos en este sector de
la periferia galáctica. Ya sabe lo que ellas quieren, ¿no? —El humano oye al
programa maestro de la agencia susurrar dentro de su mente.
—Por desgracia. Vamos a dejarla en
stand-by.
—Ella no apreciará en absoluto esa
descortesía humana.
—Tal vez sirva para ablandarla un
poco.
—¿Ablandar a una lady-elfo? Bueno,
jefe, usted es quien manda.
El humano, alto y esbelto parpadea
con la nítida impresión de que el sentido del humor del programa maestro de la
agencia se está volviendo cada vez más sutil y afilado con el paso de los años.
Le pide al sistema oculto bajo el
panel de roble sintético que reduzca la velocidad de transmisión de datos a su
mente. Abre sus ojos azul claro y observa el paisaje desplegado en la ventana
panorámica de su despacho.
Anochece en ese hemisferio de
Marte. El panorama del crepúsculo rojo sobre aquellas mesetas serenas, visto
desde la cima del volcán Olympus Mons, es un espectáculo incomparable en todo
el Sistema Solar. Vastas llanuras rojas se extienden decenas de kilómetros en
todas las direcciones, recortadas por cauces secos de ríos de un pasado muy
antiguo y salpicadas aquí y allá por oasis verdes, lugares donde los trabajos
de terraformación ya están avanzados.
Un alienígena que se encontrara con
ese paisaje magnífico, visto desde los amplios ventanales polarizados de la
oficina general de la agencia de turismo temporal, difícilmente imaginaría que
se trata de una holografía ingeniosa proyectada desde el interior de la sala.
La estancia fue excavada en el
núcleo de un pequeño asteroide; una roca que describe una órbita circular muy
ajustada, cuyo radio es menos de una décima parte del radio de la órbita de
Mercurio.
Una roca de apenas unos pocos
kilómetros de longitud había sido remolcada hasta aquel lugar, donde permanece
no sólo debidamente camuflada bajo el intenso flujo de la fotosfera, sino que
además aprovecha una fracción sustancial de la energía incidente.
La ubicación exacta de la agencia
es uno de los secretos mejor guardados de la humanidad y uno de sus pocos
triunfos. Algunas civilizaciones galácticas imaginan que la agencia se
encuentra en Honolulu, la capital de la Tierra. Otras creen que sus instalaciones
están en la cima del volcán más grande del Sistema Solar. Apenas dos de las
varias localizaciones falsas disponibles.
—¿Y entonces, Arthur? —La pregunta
del programa maestro retumba en su mente, desviando su atención de la tarea que
realiza con la ayuda de la otra IA. Suprime el bloqueo telepático para hacer la
invasión menos dolorosa—. ¿Puede atender a la jerarca de los elfos ahora? La
criatura viene mostrando señales claras de impaciencia y, sinceramente, no
parece dispuesta a esperar más.
Contrariado, el humano da por
concluido el diálogo que viene manteniendo con la IA residente en el panel
frontal. Las actividades de rutina en la gestión de la agencia de turismo deben
ser dejadas de lado una vez más en favor de las buenas relaciones diplomáticas
de la humanidad con una de las civilizaciones galácticas dominantes en este
sector de la periferia.
Pasa las manos por su largo cabello
desordenado, intentando arreglarlo lo mejor posible. Levemente molesto, emite
dos breves órdenes mentales. La primera, para que su sillón gire ciento ochenta
grados, quedando frente al holotanque de comunicaciones. La segunda, para que
la iluminación ambiental se atenúe bastante. La agudeza visual de los elfos es
muy superior a la de los humanos sin implantes retinianos.
—¿No puede retenerla un poco más?
El programa maestro suelta una
risita baja, que uno diría entre dientes, si los tuviera. Arthur sospecha que
él también se está volviendo más voluntarioso a cada actualización, y a medida
que los siglos pasan y los administradores humanos se suceden.
—Ella ya está harta de mi
conversación. Y, a decir verdad, el sentimiento es recíproco. Amenazó con
interrumpir la comunicación tres veces y está, en este preciso instante,
insinuando que la demora podría llegar a tener consecuencias bastante
desagradables para el progreso tecnológico de la humanidad.
—El viejo discurso de siempre. Ya
sabe lo que pienso de la política de tratar a esos alienígenas con la
deferencia debida a ministros plenipotenciarios del Espíritu Universal.
—Lo sé, lo sé. Dicen sus principios
personales que no sirve de nada tratarlos bien, porque jamás nos proporcionarán
la tecnología de los viajes hiperespaciales. Sin embargo, nosotros también
tenemos algo que ellos ansían, ¿no es cierto?
—Exceptuando su tono sarcástico,
eso mismo. Lo peor es que siempre soy yo quien se somete a esas sesiones de
amenazas y promesas. Los resultados son invariablemente nulos. Cuando no son
los elfos, son los demigods u otros alienígenas de cualquier civilización
galáctica.
—Sí, pero estos elfos se han
mostrado más insistentes a lo largo de este siglo. Está también la cuestión del
interés religioso... Ah, en este mismo momento está profiriendo una larga serie
de improperios en su idioma nativo. ¿Le gustaría una traducción simultánea?
—Muchísimas gracias. Basta de
charla. Pasa la conexión.
—Con todo gusto. Diviértase.
—Quédate cerca.
—No me perdería el espectáculo por
nada de este lado de la periferia galáctica.
Los elfos son una especie
típicamente humanoide. Su constitución delicada es un indicio claro de que
evolucionaron en un mundo de baja gravedad. Sus rostros y brazos están en
general recubiertos por cortos pelillos marrones, semejantes al pelaje de un caballo.
Sus orejas afiladas, peludas como las de un gato, albergan aparatos auditivos
más sensibles que los humanos. En esta especie las hembras son
indiscutiblemente más grandes, vigorosas y agresivas.
Los humanos bautizaron a esos seres
como “elfos” por una vaga y supuesta semejanza con los elfos oscuros de la obra
de Tolkien.
Unos enormes ojos rojos de lémur
brillan cuando su dueña se da cuenta de que está mirando al administrador de la
agencia. La gobernadora gesticula nerviosa con los seis dedos finos de la mano
izquierda, haciendo un saludo descuidado, normalmente empleado por su pueblo al
tratar con especies racionales subalternas.
—Por fin se dignó a comparecer. ¡Y
ni siquiera es una hembra!
—¿Cómo ha estado, gobernadora?
—Arthur esperaba un comentario sexista de ese tipo, tratándose de una
lady-elfo—. Como Vuestra Excelencia sin duda sabe, entre los humanos los machos
también desempeñan funciones de responsabilidad política y diplomática.
—Respeto las idiosincrasias de su
pueblo. Sin embargo, todavía preferiría tratar directamente con una hembra
humana. Nada personal, se lo aseguro.
—La señora solicitó hablar
personalmente con el administrador de la agencia, ¿no es así?
—No imaginé que las humanas
permitieran a sus machos ejercer un cargo así. —Los hombros estrechos de la
alienígena se remueven como si sintiera incomodidad—. Pero, si usted está
seguro de que está calificado para representar a su especie, vamos a lo que interesa.
—Perfectamente.
La alienígena parece tragar en
seco, como preparándose para abordar un asunto embarazoso y desagradable.
—La humanidad es la única
civilización conocida que domina la tecnología de los viajes temporales al
pasado. Deseamos aprender con las humanas y estamos dispuestas a recompensar a
su especie por las enseñanzas que nos impartan, proporcionándoles técnicas y
productos que hace tiempo ambicionan.
—Nuestros dos pueblos ya han
discutido ese asunto antes. En realidad, podemos decir que emprender viajes
retrotemporales es un viejo anhelo de los elfos, ¿no es cierto? Un sueño casi
tan antiguo como el de los humanos de aprender las técnicas que posibiliten
viajes estelares a velocidades superiores a la de la luz. Pues bien, señora,
los términos no han cambiado.
—Las humanas son una especie tozuda
e insensata. —Las irises de los ojos de la gobernadora centellean como hierro
al rojo vivo. Arthur ni siquiera necesitaría de su formación en xenopsicología
aplicada para saber lo que eso significa—. Ya les dijimos que estamos impedidas
de proporcionarles el vuelo hiperespacial. Todas las civilizaciones avanzadas
de este sector de la periferia decidieron de común acuerdo que las especies más
jóvenes de la comunidad galáctica deben desarrollar esa tecnología por sí mismas.
—Ya hemos escuchado ese discurso de
boca de muchos pueblos distintos. Los que se autoproclaman “comunidad
galáctica” ven el desarrollo de esa técnica como una prueba de madurez. Es
sabido, sin embargo, que sólo una civilización tecnológica de cada mil parece
capaz de descubrir las técnicas de navegación hiperespacial sin ayuda. Aunque
existan actualmente más de treinta especies que construyen hipernaves, esta
tecnología sólo fue desarrollada de forma independiente cuatro veces, de
acuerdo con los registros de todas las especies civilizadas con las que hemos
establecido contacto. Y, en los cuatro casos, se trató de un descubrimiento
accidental. Un hallazgo difícilmente reproducible mediante un esfuerzo de
investigación.
—Sus estimaciones no están lejos de
la realidad. Existe, sin embargo, una lógica tras esa ley que impera desde hace
cientos de miles de sus años. No nos atrevemos a permitir que la periferia sea
inundada por un aluvión de especies inmaduras.
—Comprendemos su posición. A
cambio, esperamos que acepten la nuestra. La tecnología del viaje retrotemporal
es potencialmente muy peligrosa. Ni siquiera hace falta recordarle los riesgos
implicados en la creación de paradojas temporales negativas. Los elfos saben
tan bien como nosotros que una paradoja de ese tipo podría originar una serie
de catástrofes de alcance cósmico.
—¿Está insinuando que mi especie no
tendría la madurez para lidiar con esos riesgos y tomar providencias para
evitar que ocurran?
—Lejos de mí tal idea. Sin embargo,
póngase en nuestro lugar. Confieso que abrigamos temores sobre lo que podría
ocurrir si una tecnología tan peligrosa como esa cayera en poder de ese aluvión
de civilizaciones inmaduras que habitan nuestro sector de la periferia.
—No apreciamos las manifestaciones
groseras de aquello que las humanas consideran sentido del humor.
—Lo siento muchísimo, Vuestra
Excelencia.
—Mi pueblo ya contaba con esa
negativa a cedernos la tecnología temporal. Sin embargo, hay otro asunto
igualmente importante que deseamos tratar con usted.
Mientras presiona al administrador
humano, la alienígena enrolla distraídamente un mechón de su larga cabellera
pelirroja en una de las garras retráctiles de la mano derecha.
Arthur sabe que el largo del
cabello constituye una excelente medida de la posición social que una lady-elfo
ocupa en la jerarquía de su pueblo. Y el cabello de la gobernadora es
particularmente largo, cayendo hasta la mitad de sus hombros. Se pregunta si el
hecho de mantener el cabello largo no habrá confundido a la alienígena.
Ella mira al humano con una
expresión que pretende ser amistosa.
—¿Es cierto que están patrocinando
viajes turísticos a su pasado histórico?
—En efecto, ese tipo de servicio se
está ofreciendo de forma experimental.
—¿Y podría ser contratado por no
humanos?
—Sí. Ya hemos tenido varios
turistas alienígenas en visita a algunos pocos eventos históricos de nuestra
fase monoplanetaria.
—Algunas filósofas élficas están
interesadas en asistir a un determinado evento del pasado humano.
—De acuerdo. La crucifixión de
Cristo, ¿verdad?
—Exacto. ¿Cómo lo supo?
—Somos la única especie racional
que creó el concepto de religión. Los alienígenas que nos visitan se muestran,
en general, encantados y muy curiosos con un fenómeno socioantropológico de esa
envergadura. También somos los únicos capaces de efectuar viajes al pasado. Es
natural que los turistas quieran presenciar ciertos eventos cruciales in loco,
para discriminar mejor los mitos de la realidad. En cuanto a la crucifixión de
Cristo, parece ser el punto central de esa curiosidad morbosa, por así decirlo.
—¿Quiere decir que otros
alienígenas ya han estudiado ese evento histórico?
—Ah, sí. La crucifixión es una
especie de temporada alta en lo que concierne al turismo retrotemporal. A decir
verdad, tuvimos algunos problemas de contención de paradojas con ese evento en
particular.
—Prometemos tomar todas las medidas
de seguridad posibles.
—No será necesario. La agencia
Contingencias Retrotemporales, nuestra agencia madre por así decir, se
encargará de la seguridad.
La gobernadora cierra lentamente
sus estrechos labios correosos. Aparentemente, no contaba con una supervisión
humana en las investigaciones de sus filósofas.
—Además, todos los alienígenas
viajarán disfrazados de humanos y vestidos como los nativos de Jerusalén en los
primeros años del Imperio Romano. Deberán también aprender los idiomas latín y
arameo tal como se articulaban en la época.
—Naturalmente. No habrá ningún
problema con eso, siempre que podamos contar con la orientación humana. No
pretendemos de ninguna manera interferir en su pasado histórico.
—¿Cuántas estudiosas elfas irían?
—Unas cinco o seis. Nos gustaría
que asistieran al evento disfrazadas de legionarias romanas.
—Eso no será posible. Las plazas
para legionarios romanos ya están todas ocupadas por historiadores y
arqueólogos humanos. No podemos alterar eso, dado que ellos ya han estado allí
en el pasado y, efectivamente, ya han presenciado la crucifixión.
—Eso es lamentable. Bueno, debo
confesar que yo misma conozco relativamente bien ese período de la historia de
su pueblo. ¿Qué tal, entonces, mercaderes sirios?
—Ya tenemos siete jerarcas demigods
disfrazados de mercaderes y otros quince alienígenas de cuatro especies
distintas. Nuestro cupo de mercaderes sirios galácticos está completo.
—Siempre podríamos asumir el papel
de campesinos o pequeños artesanos locales. Al parecer, varios centenares de
ellos acompañaron el evento.
—Es verdad. Pero pocos lo
presenciaron de principio a fin. Y esos pocos estaban dispersos en la multitud
que siguió el cortejo de la cruz por las callejuelas de Jerusalén. Sería
absurdo dispersar a un pequeño grupo de elfos en una turba de humanos semibárbaros.
Sería invocar un paradoja negativa.
—Estoy dispuesta a intentar reducir
el número de filósofas élficas a dos o tres, si usted me asegura los lugares de
las otras dos crucificadas.
—Eso es simplemente inaceptable. No
podemos andar crucificando alienígenas impunemente en nuestro pasado.
—Parece que todos los buenos
lugares ya están ocupados. ¿Todavía queda alguna nativa auténtica en ese evento
histórico?
—Esa misma crítica pertinente ha
sido presentada por los programas autoconscientes que gestionan los viajes
retrotemporales y procuran evitar la aparición de paradojas negativas.
—Se están preocupando demasiado. El
Universo no es tan frágil. El continuo espaciotemporal posee un poder de
cicatrización admirable. ¿Recuerda aquel incidente del Cruce del Mar Rojo?
Arthur se sorprende con el
conocimiento de la lady-elfo. Un punto para el servicio de inteligencia de la
representación diplomática de los elfos en el Sistema Solar.
De hecho, cuando los historiadores
visitaron por primera vez el lugar espaciotemporal donde debía haberse
producido el cruce del Mar Rojo, se toparon con un grupo de campesinos hebreos
en fuga, liderados por un anciano que presentaba una vaga semejanza con el
Moisés bíblico. Los fugitivos acabaron acorralados entre las tropas del faraón y
la playa. No había salida y fueron masacrados. Los pocos supervivientes
regresaron a Egipto como esclavos.
En el presente, la leyenda de la
apertura de las aguas del Mar Rojo siguió sin una explicación plausible.
Algunos años más tarde, otra expedición, esta vez compuesta por un equipo mixto
de humanos y alienígenas, volvió al punto donde la travesía de los hebreos
había fracasado. Programado de forma errónea, un generador de campo alienígena
se disparó solo, formando un túnel de energía cilíndrico que conectó
accidentalmente las dos orillas, por debajo de las aguas del Mar Rojo. Ávidos
por un milagro, los hebreos se lanzaron al interior del túnel creado por el
campo defensivo. Comprendiendo el alcance del acontecimiento, el programa
maestro que coordinaba aquella visita al pasado recomendó mantener el campo
energético activado hasta que los seguidores de Moisés llegaran sanos y salvos
al otro lado. Y esa interferencia del futuro en el pasado generó una paradoja
temporal positiva, cuya única consecuencia concreta fue el milagro conocido
como la Apertura de las Aguas del Mar Rojo.
—Aquello fue distinto. Una paradoja
positiva. No hubo alteración del pasado, sino un refuerzo de lo que ya estaba
registrado en algunas de nuestras fuentes históricas.
La alienígena lanza una mirada
fulgurante a Arthur. Un indicio claro de que está a punto de perder la calma.
—¿Y qué nos queda entonces?
El humano suspira hondo antes de
responder.
—Mire, sé que pueden incluso
sentirse ofendidas, pero en realidad no nos han sobrado muchas opciones. Si
están de acuerdo, no tendrán que preocuparse por el arameo y el latín.
Descubrimos la presencia de dos animales de tiro que arrastraban una pequeña carreta
de dos ruedas, confiscada por un decurión romano que estaba de franco ese día y
decidió presenciar de cerca todo el espectáculo de la crucifixión.
—¿Podríamos embarcar en ese
vehículo? Pensé que una carreta era demasiado pequeña para transportar a más de
una persona. No se preocupe por si nos sentimos ofendidas. Percibo que la
situación es crítica y no tomaré a mal la sugerencia de que embarquemos como
pasajeras de un vehículo tan primitivo.
—La sugerencia no es exactamente
esa. Hace algunos años, nuestros neuropsicólogos desarrollaron una técnica
segura para implantar temporalmente la conciencia de una criatura inteligente
en el cerebro de un animal superior.
—¿Qué? ¿Está sugiriendo que
visitemos el pasado humano embarcadas en las mentes de animales de carga?
Seríamos objeto de bromas maliciosas en todo el Grupo Local hasta el fin de la
Gran Expansión.
—Bueno, sé que puede parecer...
—¡Escuche bien, macho humano
estúpido! Ya perdí la paciencia con su sentido del humor idiota. Si pudiera
tomar sola una decisión de esa envergadura, ordenaría que el Sol fuera
convertido en un agujero negro.
—Sabía que la señora se sentiría
ofendida.
—Y aun así articuló su propuesta.
Eso es típico de ustedes. Después preguntan por qué los consideramos inmaduros
para colonizar la Vía Láctea.
La gobernadora hace un gesto brusco
con la mano izquierda y el holograma se disuelve en un destello verdoso.
—Vaya, jefe, ni siquiera se
despidió. Creo que esta vez se pasó un poco.
—Eso no va a alterar
significativamente las relaciones entre humanos y elfos. Además, después de
nuestra agradable conversación, le garantizo que nos dejarán en paz durante
algunas décadas.
—En eso tiene razón —el tono del
programa maestro es de alivio sincero—. Ya estaba visualizando el momento en
que propondría cambiar el lugar de Jesús en la crucifixión por el secreto del
vuelo hiperespacial.
—Ya hemos caído en ese cuento
antes. Los demigods aseguraban que era completamente seguro. Al fin y al cabo,
su agente especial convivió varios años con los nativos de la Judea
precristiana. Todo parecía perfecto, ¿recuerda?
—Sólo de pensar en la multitud
aterrorizada, presenciando aquella sangre azul verdosa chorreando por el cuerpo
de Cristo, cruz abajo. Y en las docenas de antenas serpentinas que brotaron de
la corona de espinas cuando el demigod perdió el control. Sin mencionar el
tumulto y las muertes por pisoteo que se siguieron al incidente.
—Y en el trabajo que dio limpiar
todo aquel desastre de los registros históricos únicamente con los recursos de
que disponíamos en el pasado. Una carrera alucinada para evitar un tremendo
paradoja negativa que, sin duda, barrería de la Espiral a la civilización
humana tal como la conocemos.
—Sí, jefe, quizá tenga razón. El
pasado humano es demasiado frágil para permitir que esos turistas alienígenas
anden paseándose libremente por nuestros libros de historia.
Título original en portugués: "Alta temporal"
Traducción: Sergio Gaut vel Hartman
Gerson Lodi-Ribeiro es un escritor
brasileño de ciencia ficción, con títulos en Ingeniería Electrónica y Astronomía
por la UFRJ. Sus primeros cuentos aparecieron en fanzines como Boletim
Antares y Somnium en la década de 1980, pero su debut profesional
como escritor se dio, de hecho, con la noveleta “Alienígenas Mitológicos”, publicada
en la edición brasileña de la Isaac Asimov Magazine n.º 15. En el n.º 25
de la misma revista también publicó “A Ética da Traição” (1993), un cuento
largo del subgénero de historia alternativa que también apareció en la revista
semiprofesional francesa Antarès—Science Fiction sans Frontieres, y en
la antología O Atlântico Tem Duas Margens (1993). Esta obra es
reconocida como un clásico moderno de la ciencia ficción brasileña. En 1996,
Lodi-Ribeiro recibió el Premio Nova al Mejor Trabajo de Ciencia Ficción y
Fantasía por O Vampiro de Nova Holanda y, en 1999, el Premio Nautilus a
la Mejor Noveleta por A Filha do Predador, escrita bajo el seudónimo de
Daniel Alvarez y publicada ese mismo año en el fanzine Intrepid. El
autor también recibió el Premio Argos Especial por el conjunto de su obra y, en
2012, el Premio Argos al Mejor Novela de Ciencia Ficción y Fantasía por A
Guardiã da Memória. En 2018 volvió a recibir el Premio Argos a la Mejor
Novela de Ciencia Ficción y Fantasía por Octopusgarden. Entre 2004 y
2010, el autor trabajó en el desarrollo del universo ficcional del juego Taikodom.
En abril de 2009 se publicó el libro Taikodom: Crônicas por Devir
Livraria. Entre sus últimas obras publicadas pueden citarse Estranhos no
Paraíso (novela, 2015), la ya citada novela Octopusgarden (2017) y Pecados
Terrestres (novela corta, 2022).

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