jueves, 6 de febrero de 2025

LA HUIDA

Maritza Macías Mosquera

 

De alguna manera Don Cosme, el patrón de la embarcación se había transformado en el líder de aquel pequeño grupo de personas de la caleta de los mariscadores, gente humilde que vivía de la recolección de los productos del mar. El patrón del barco, hombre visionario, había comprado aquella embarcación con el fin de salir a la pesca, y nunca imaginó que tendría que utilizarla con otro propósito.

Pero los hechos obligaron a obrar de otra manera. Los últimos ataques con armas químicas y biológicas entre los países más ricos del planeta habían dejado como consecuencia un aumento de la radioactividad y la contaminación, sumado al cambio climático, lo que había producido la devastación de la tierra y provocado hambrunas, pandemias y, sobre todo, el enloquecimiento de los sobrevivientes por mantenerse con vida a costa de lo que fuera, aunque esto incluyera saqueos y asesinatos.

Los pobladores del pequeño pueblo costero vivían tranquilos desde siempre, alejados de toda modernidad, sólo sabían por la vieja radio de don Cosme, que el resto del mundo estaba sumido en guerras constantes y todo tipo de desgracias. El planeta como tal ya no existía, había sucumbido a la deshumanización tecnológica, científica y armamentista. Todo lo que quedaba eran ruinas.

Los lugareños nunca tomaron demasiado en cuenta esas noticias, pues sentían que no les afectaban, sin embargo, ya sabían que hordas de furibundos sobrevivientes caminaban en torno a los lugares más alejados de las ciudades, en busca de comida y de lo que pudiesen encontrar. Sabían, también, que un pequeño poblado cercano al de ellos había sido saqueado días atrás y todos los hombres y niños fueron asesinados. Se llevaron a las mujeres y para esclavizarlas. Por supuesto, los de la caleta no quisieron correr la misma suerte y se organizaron.

Había una isla a la que sólo había llegado el patrón en su bote. Nadie más conocía las coordenadas, por lo tanto, él llevaría a toda la gente de la caleta que no sobrepasaba la treintena. El bote tenía poca capacidad, por lo que los más ancianos decidieron quedarse para ser rescatados en un segundo viaje, si es que eso era posible, dándole oportunidad a los más jóvenes. Su promesa era informar a los invasores que solo ellos habitaban la caleta.

Gracias a la radio del patrón se habían enterado de que la horda avanzaba hacia poblados lejanos a las urbes, así que era cosa de horas que llegaran hasta allí los depredadores.

Subieron al bote a toda prisa y se marcharon saludando con gestos a quienes los despedían desde la orilla; algunas ancianas lloraban en silencio.

Llegaron a la orilla de la isla deshabitada después de muchas horas de navegación y bajaron a toda prisa, mientras los designados se organizarían como estaba dispuesto. Pero el patrón debía regresar con la esperanza de rescatar a los habitantes mayores que quedaron en la caleta.

Con el correr del tiempo, los nuevos habitantes bautizaron la isla como Esperanza, la misma esperanza con la que cada día se acercaban a la orilla y aguardaban la llegada del bote de don Cosme con el resto de los habitantes de la caleta. Pero éste nunca regresó.



Maritza Macías Mosquera nació en Chile en 1959. Realizó sus estudios universitarios en la Universidad de Concepción, egresando como Profesora de Educación General Básica en el año 1984. Ha incursionado en la escritura en varios géneros como el epistolar, la lírica, la novela, el cuento y microcuentos y, en la actualidad en el ensayo; ha publicado algunos de sus escritos individualmente y participando con otras y otros escritores, en blogs y en Facebook. Trabajó en escuelas de alta vulnerabilidad, lo que la llevó a mejorar sus competencias, obteniendo el grado de diplomada en gestión de Liderazgo Educativo y en Pedagogía Teatral, y luego dos post títulos, como Orientadora Educacional y Como Jefe de Unidad Técnica Pedagógica. Para terminar, obtuvo el Grado de Magíster en Gestión Educativa, en la Universidad del Mar.


 

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