sábado, 8 de febrero de 2025

LOS ECOS DE LA SINERGIA

Sergio Gaut vel Hartman 

Sentada en una antigua mecedora, un maravilloso vestigio de otra era, Astrid, mi lejana descendiente, contempla una copia digital restaurada del primer número de la revista que fundé en 1983. Han transcurrido doscientos diecinueve años, y sin embargo, el eco de aquella quijotada aún resuena en las paredes curvas de la estación espacial que órbita Titán. La mirada de Astrid es serena, pero detrás de esa calma habita una mente que ha meditado sobre el peso de la historia, la fragilidad de la memoria y la tenacidad de la verdad. La ventana panorámica a su izquierda enmarca los anillos de Saturno y la negrura del espacio, y en su regazo, casi incongruente, descansa el número uno de Sinergia: Verano 1983.

—¿Sabías que esta revista fue fundada por uno de mis antepasados hace más de dos siglos? —dice Astrid, dirigiéndose al ser que tiene enfrente. No ignora que Elías no es un ser humano, que es un fraude, un novom. El alienígena está vestido con un traje impecable, aunque su apariencia humana es solo una fachada: los ojos, demasiado fijos, y la falsa sonrisa, enclavada en un rostro surcado por vetas y arrugas, se limitan a abusar de la vista imperfecta de la anciana, que se niega obstinadamente a utilizar implantes. La mano derecha del novom, rematada por dedos largos y finos como dagas, sostiene una máscara blanca, símbolo absurdo de su impostura y de su arrogancia.

—Fascinante —responde el alien con un tono meloso—. Las palabras son puentes entre épocas, es cierto, pero también pueden ser espejos que distorsionan los hechos verdaderos.

Astrid asiente levemente. Elías, así se ha presentado el alienígena, dice ser un especialista en arqueología cultural. Parece estar encantado con la historia humana, pero ella no ignora que su verdadero interés es más oscuro: busca las grietas en la memoria colectiva, un hueco en el que sembrar una falsa imagen de los de su especie. El objetivo final es someter a los terrestres, invadirlos y esclavizarlos tal como algunos de los propios han tratado de concretar a lo largo de la historia. Ayer los magnates y los líderes corruptos, hoy unos viles extraterrestres llegados de las profundidades del espacio.

—Esta revista hablaba de ideas, de conexiones, de verdadera sinergia, como su nombre lo anticipa —dice Astrid con nostalgia. Hace de cuenta que ignora que el novom solo se ha acercado a ella para usar la influencia de la anciana en la estación. Es una intelectual respetada y ha ejercido el cargo de supervisora de la estación durante casi un siglo. Aunque lleva muchos años retirada de su actividad directiva, sigue siendo un referente ineludible de la colonia que se ha establecido en el satélite de Saturno.

—O de quimeras compartidas por una tribu de delirantes —corrige Elías con suavidad, inclinándose para dejar la máscara sobre una mesa—. La verdad es relativa, querida Astrid. Lo que importa es lo que la gente cree o lo que se le hace creer.

Astrid mira la máscara, sintiendo por primera vez un leve escalofrío. Es como si la revista, ese vestigio de su linaje, le susurrara un eco de advertencia desde el pasado: no todo lo que ves es real, aun cuando tu vista sea una ruina.

Apaga la hoja de resilita que contiene la revista y replica con una sonrisa amable, aunque en su interior germina una certeza férrea.

—Tal vez. Pero algunas verdades son más tercas que otras, ¿no te parece? —Se inclina hacia adelante, su voz se suaviza, pero su mirada se afila como una hoja—. ¿Sabes qué es lo curioso de la verdad, Elías? No necesita imponerse. Solo necesita ser recordada.

El novom parpadea, un gesto mecánico, incómodo. La máscara sobre la mesa parece más frágil ahora, como si pudiera resquebrajarse bajo el peso de esas palabras.

—No termino de comprender tu razonamiento —murmura Elías.

—Las civilizaciones caen cuando olvidan quiénes son los que las forman, integran y sostienen —continúa Astrid— pero mientras haya quienes recuerden, aunque sea un puñado, la mentira nunca será más que un eco débil comparado con la voz de la memoria.

Astrid sabe que los verdaderos propósitos de los novoms no son solo la conquista física, sino la aniquilación del espíritu humano. Su estrategia es carcomer a los invadidos implantando una falsa verdad, una realidad adulterada que erosione lentamente la identidad hasta convertirla en polvo. Pero han descubierto que los humanos son huesos duros de roer. Podrían someterlos mediante la tecnología, el poder de sus armas, pero saben, al mismo tiempo, que mientras un solo humano recuerde quién es, la resistencia seguirá viva. No es solo una lucha por la supervivencia; es una batalla por la esencia misma de lo que significa ser humano.

El silencio se vuelve denso, y Elías, sintiendo que su fachada se agrieta, se incorpora lentamente. Su voz, ahora menos melosa y más áspera, intenta recuperar el control.

—¿Crees que palabras viejas y memorias gastadas pueden detener lo inevitable?

Astrid, sin apartar la vista, se levanta de la mecedora con la dignidad de siglos enteros resonando en su postura.

—No son solo palabras. Eso está en la raíz de lo que somos.

Con un movimiento inesperado, su bastón antiguo, camuflado como un simple apoyo, se transforma en un dispositivo de pulso energético. Apunta directamente al corazón del novom. Pero no dispara.

—Podría hacerlo, pero sería demasiado simple. Ustedes temen más a la verdad que a la muerte.

Elías da un paso atrás, su máscara cayendo al suelo, rota en dos. Su rostro verdadero, expuesto, revela una amalgama grotesca de carne y metal.

—No van a detenernos, no una pobre anciana decrépita.

Astrid sonríe.

—No necesito hacerlo. Solo debo recordar. Sinergia tiene más de dos siglos, uno más que yo. Y si ha permanecido viva, no solo en las páginas, sino en todos los que conservan la memoria, ese profundo lazo se negará a ser corrompido. La lucha no es solo por el pasado, sino por el futuro: un futuro donde la naturaleza profunda de nuestra especie, aunque tenue, nunca será extinguida. Y eso es todo lo que se necesita para neutralizar las torvas intenciones de los novoms. En este acto simple, en esta chispa de memoria, reside el poder que ustedes nunca podrán comprender ni derrotar.

—¿Solo la memoria? —replica el alienígena. De ser posible, podría interpretarse que en su pregunta hay sorna, desprecio, una supuesta superioridad. Pero Astrid no se amedrenta.

—No, no solo la memoria. Hay algo de lo que ustedes carecen: imaginación.

—¿Qué es eso? —pregunta el novom, francamente sorprendido.

—Es simple. —Astrid vuelve a abrir la hoja de resilita y el ejemplar del primer número de Sinergia se despliega con todo su esplendor—. Y aunque sé que no debería cometer una profanación como esta, voy a modificar el contenido. A partir de este momento, el índice de la revista contendrá un nuevo cuento, un cuento en el que un invasor extraterrestre intenta vanamente quebrar el espíritu humano y es detenido por una pobre anciana que sabe que lo que más temen los alienígenas es ser convertidos en personajes de ficción.

Astrid está sola en su cuarto de la estación espacial que orbita Titán. La majestuosa imagen de Saturno abarca casi todo el ventanal. La anciana sonríe y apaga la hoja de resilita que contiene su tesoro.    


Sergio Gaut vel Hartman nació en 1947 en Buenos Aires, Argentina. Ha publicado novelas y cuentos y compiló una treintena de antologías. Actualmente, además de no cejar nunca en su empeño de escribir una obra maestra, cordina el TALLER 9, que creó en 2019, además de mantener activo este blog.    

 

 

4 comentarios:

  1. Mui bueno, Sergio. La interacion entre ficcion y realidad En las ultimas lineas mui bien conseguida!

    ResponderEliminar
  2. Hace 42 años, cuando escribí el primer editorial de Sinergia, me apoyé en principios filosóficos que nunca abandoné. Sinergia es historia y yo no vivo de la nostalgia. Pero lo que esa modesta revista promovió y sostuvo sigue tan vivo como el primer día. Y la fantasía y la imaginación que impregnan este cuento, siguen siendo mis principales fundamentos. Por eso, más allá de las calidades intrínsecas que esta ficción posea, es una buena prueba de que los cambios profundos que vive la sociedad humana pueden ser el mejor estímulo para que el ánimo de crear no decaiga nunca.

    ResponderEliminar

  3. "-¿Crees que palabras viejas y memorias gastadas pueden detener lo inevitable?".

    Esa es la dura pregunta de un alienígena en "ECOS DE LA SINERGIA" de Sergio Gaut vel Hartman que me impulsó a reflexionar y a dar mi primer respuesta: ¡No, claro que no! Lo inevitable posee la intrínseca condición de no poder evitarse, e intentarlo condena al fracaso.

    Pero se omite una segunda pregunta en extremo importante para el interrogador: ¿Esas viejas palabras y memorias gastadas podrán impedir que se eternice lo que no podrá ser evitado?

    Y yo le respondo tanto al alien como al autor: ¡Por supuesto que lo impedirán! Serán su talón de Aquiles, la fisura por donde tarde o temprano penetrará la flecha del cíclico renacer.

    Entonces, lo antigüo dejará de serlo -otra vez- y la vacuidad de "los fantasmas de lo nuevo" -metáfora del amado Ray Bradbury- será reemplazada por los valores escenciales de la humana condición. Volverán los viejos rituales y el respeto por esos inexplicables códigos que nos diferenciarán siempre de las máquinas.

    La palabra escrita renacerá sobre el sagrado papel rescatándonos de nosotros mismos desde las catacumbas de nuestra rebeldía.

    Hernán Bortondello.

    ResponderEliminar

EL ENCUENTRO

 Laura Irene Ludueña   La reconoció de inmediato. Mary Shelley estaba sentada sola en el banco de una plaza oscura, como hurgando en sus r...