Luciano Lara
No sé cómo hice para llegar a casa. Apenas
entré me di cuenta de que no recordaba el camino por el que volví. Fue como si
la mente se me hubiera quedado clavada en aquella avenida de Buenos Aires.
¿Estoy acá? ¿Cómo puede ser que no esté llorando entonces? Me palpé el cuerpo
con las palmas como buscando reconocerme. Sí, soy yo ¿Pero quién soy? Si ni
siquiera sé qué es lo que estoy sintiendo.
Subí las escaleras con
rapidez. Ver que todo estaba en orden me dio cierta tranquilidad, podía
sentarme a mirar el vacío sin preocupaciones. Encendí un cigarrillo, no está
bueno fumar, pero me gusta; enseguida la reflexión que no lleva a ningún lado:
“tengo que dejarlo antes de que me mate”. O al menos, luchar por controlarlo un
poco. ¡Increíble! ¿Puede ser que todo en la vida trate de lo mismo? Bueno, no
debería ser así; aunque el mundo no pueda cambiarse. Apenas moderar un poco sus
miserias, pero en esencia, siempre será igual. Hay que aceptarlo como es para
poder vivir en él.
El maestro aparece
cada vez lo necesito. Bueno, debe ser que lo llevo siempre conmigo. ¡Sí, soy
afortunado!, pensé, pero de inmediato recordé sus palabras.
—Libérame de toda
responsabilidad acerca de tu accionar, si llegaste hasta acá es por mérito
propio, yo no tengo nada que ver. —Siempre pienso en eso ¿Será que de verdad me
lo gané? Hay veces que uno no puede llegar a la verdad ¿Existe la verdad? ¿Cuál
es? ¿Me lo gané? ¿Me eligió porque lo merezco o solo tuve suerte? Qué importa;
importa que hoy, por fin, me había llegado la hora de revelar el significado de
aquella frase:
—La compasión es un
sentimiento horrible. —Recuerdo que me quedé mirándolo. El gesto de
incredulidad en mis ojos lo habilitó a seguir—. Es un sentimiento que contiene
maldad, como la culpa; son construcciones del cristianismo.
—Sí, claro —respondí
con timidez, pero intentando de que creyera que lo entendía. Al menos lo de la
culpa se me reveló en aquel instante, pero ¿la compasión, qué tenía de malo?
—La compasión es bajar
al otro, despreciarlo —siguió el filósofo como si contara con un poder
energético que le permitía saber qué era lo que yo no entendía.
¿Pero por qué hoy y no
antes?, me pregunté sin llegar a comprender del todo. Cerré los ojos tratando
de recordar el camino que había olvidado. Enseguida me di cuenta de que por un
momento me había olvidado de todo. Solo recordaba la compasión de Marisa, la de
ella y la mía con ella, mientras se suicidaba delante de mis ojos. Era evidente
que ver semejante acto de destrucción me había lanzado por los aires hasta
despedazarme contra una pared que tenía escrito el nombre de mi maestro. No me
gustó lo que estaba sintiendo. ¡No! Marisa no se lo merece, si ella es igual
que yo ¿O no?
No, no, hombre. Fue
Julia, la compasión por ella alcanzó para dejar de pensarla como alguien igual
a vos. ¿Y Roxana? Recordé enseguida que el día que me sentí así, había dejado
de amarla.
—¿Ese es el primer
paso para dejar de amar? —grité al aire, pero nadie respondió. Las tres de la
mañana no es hora para preguntarle al maestro. Nunca supe si duerme o qué hace
por las noches, quizás esté pensando, igual que yo; después de las once de la
noche, casi nunca responde.
Tengo que parar un
poco, no quiero enloquecer antes de los setenta. La vida es lo que es. Sin
embargo, recordé que llevaba todo el día con la compasión en mi cabeza. Esas
canciones que llegaron a mi vida sin explicación, me atravesaban el alma.
Recordé que me habían puesto a Julia delante de los ojos. ¿Qué habrá querido
decir Daffunchio? Siempre me pregunto eso cuando miro a los artistas ¿Habrá
pensado lo mismo que yo?
“Si
quisiste ver, cómo sucede
Si
lograste al fin acoplarte en la noche
esas
voces que hablan, que nunca muestran nada
Nunca
dirán la verdad, nunca la esperes
Si
quisiste ser como una estrella
Sabés
bien que te equivocaste y mucho
Esta
vida es más que toda esa basura
Nunca
dirán la verdad, nunca la esperes”
Pobre Julia, ni con ella misma puede; pero no
estaba seguro de si me había ido por compasión o simplemente para evitar que un
ser humano que no conoce del amor me asesinara. En cualquier caso, la compasión
estaba ahí, poniendo a Julia en un lugar diferente al que había ocupado durante
diez años. No era la única canción, por eso la pregunta, ¿Qué sintió Smith?
“I've been looking so long at these pictures of you
That I almost believe that they're real
I've been living so long with my pictures of you
That I almost believe that the pictures
are all I can feel”
Julia no existe, es solo una imagen que
construí, al menos ya lo tenía claro, lo que no podía terminar de entender es
qué fue lo que me llevó a crear semejante mujer sin poder ver que jamás saldría
de la jaula. ¿Es o no es? ¿Cómo se explica? Si no puede salir de ahí es porque
no es. ¿Y yo? ¿Acaso tuve que esperar diez años para darme cuenta?
—Alguien se
compadecerá de mí… —Una frase al viento y detrás una carcajada absurda ¿Qué
estaba pensando? Quizá ese había sido el más grave de mis errores. Llorar
delante de sus ojos esperando que se compadeciera de mí ¿Y si lo hizo? Entonces
el de las fotos soy yo. ¡Imposible! Otra vez el pedestal. A ella no le da para
eso, ni para conocerse le da. Matrix. ¿Por qué será que tienen tanto miedo a
quitarse los cables?
Detuve la marcha unos minutos para servirme un
whisky. Ese no va a matarme, es diferente al cigarrillo, sólo me domina cuando
yo lo dejo. ¡Otra vez lo mismo! ¿Siempre es lo mismo en este mundo?, volví a
preguntarme con resignación. Es probable que hoy termine borracho, no obstante,
me serví el segundo porque no le temo.
—No vas a matarme —le
dije mientras observaba como el líquido dorado se fundía en una danza con el
hielo—. ¡Es imposible que me mates! Te voy a seguir tomando. —Enseguida dejé
que una sonrisa cómplice me relajara el rostro—. ¿Cómo voy a dejarte así, si
sos tan rico? Solo es cuestión de controlarte un poco. —El primer sorbo siempre
es fuerte, quema la garganta, pero soy consciente que los próximos serán más
suaves, disfruto de solo imaginar esa suavidad que está por venir.
Volví a Marisa, al final era ella la que me
había traído hasta acá, no Julia. Aunque Julia seguía ahí; a veces veo difícil
que pueda dejar de amarla. “El desprecio desde el amor”, otra gran frase del
maestro. ¡Sí! Al fin me doy cuenta. Por eso la había perdonado, por la
compasión, porque al final entendí que ella no puede. Y que si va a salirse de
la jaula tiene que hacerlo sola.
El tema es Marisa,
ella sí es como yo ¿O no? Bueno al menos está dando batalla, pensé. Pero, ¿y lo
de hoy? Tenía que ser honesto conmigo, no me había gustado nada. A esta altura
ya veo que sentir compasión por alguien que sufre no sirve, no sirve cuando uno
siente que la batalla puede ganarse.
Estábamos ahí, frente
a frente, nunca había visto cosa igual. Marisa es como yo: dice que se ven los
tajos en mi alma. Parece que no se da cuenta que yo veo los suyos, pero si
hasta los puedo tocar, deslizar mi mano por los surcos que la vida le ha dejado.
¿Qué esperaba, que me creyera las palabras? ¿Acaso no me escuchó cuando le dije
que hay cosas que suceden en dimensiones que exceden el lenguaje? A veces es
mejor callar, dejar que los ojos hagan su apuesta, no importa lo que digas,
Marisa.
Por eso no podía
sentir compasión ¿Cómo iba a sentirla? No hay jaula cuando el alma sale por los
ojos. Lo que tampoco podía hacer era repetir la historia: no más lágrimas
buscando su compasión ¡No! Al menos sí tenía cosas que agradecerle a Julia, al
fin entendía cuál había sido su misión en mi vida.
Recordé a Marisa, sus
ojos tristes, el temblequeo de su pecho y el sabor salado de sus lágrimas. Miré
el vaso de whisky; me di cuenta de que estoy un poco mareado
—No podés matarme —le dije mientras me tomaba
el último sorbo.
Luciano Lara es un músico que nació en Quilmes en mayo de 1975, que desde hace unos años decidió lanzarse a la literatura con una propuesta provocadora. El contacto con la literatura le llegó casi por casualidad; agobiado por el trabajo en una corporación multinacional y al borde del colapso, en enero de 2013 durante un viaje a la Patagonia, inspirado por la lectura de los libros Crítica del Oficinismo y Cinco cuentos cobardes, del filósofo H.G. Johannes (amigo y maestro de Luciano), escribió su primera ficción "Tránsito hacia la libertad", enseguida la segunda, "Absurdo" y durante los meses siguientes, las cinco historias que integran su primer libro, Apasionadas, editado por Sinergia en 2015 bajo el seudónimo Köller. Desde aquel inicio literario, en 2013, ha participado de varios proyectos. Uno de sus textos apareció en Grageas 3, otro en la antología mexicana Fútbol en breve, otros tres en Cien páginas de amor, uno en la antología mexicana Nocauts, otros tres en Minimalismos y uno en Extremos. Su primera novela, Resistencia, se encuentra en proceso de corrección.

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