sábado, 27 de abril de 2024

FELIS SILVESTRIS CATUS PLUS


Sergio Gaut vel Hartman



Bartolo llegó a nuestro hogar cuando tenía poco más de dos meses de edad, pero todos supimos de inmediato que era un gato de una inteligencia inusual. Aprendió rápidamente los hábitos y manías de cada uno de los habitantes de la casa, supo cuáles eran los códigos y cuáles las obligaciones, manejó horarios, voluntades y rutinas a su antojo. El hecho de recibir mimos constantes de los más pequeños no impidió que su personalidad, asentada en una obstinada independencia, terminara por conquistar el respeto de los mayores. Le comenté a mi amigo Cristian, experto en felinos de la más diversa catadura, que Bartolo me parecía un gato extraordinario, lo puse al corriente de todas las andanzas del susodicho y le pedí una opinión al respecto.

—¿Es posible que exista un gato superdotado, un genio?

—Todos los gatos son inteligentes —replicó mi amigo desestimando mi argumentación con un gesto simple y un cierre contundente—. Unos un poco más, algunos un poco menos, pero todos superan, sin excepción, a cualquier otro animal doméstico.

La cosa quedó ahí. Bartolo es inteligente, pero nada que alcance a conmover los cimientos de la civilización occidental. Quedó ahí hasta que vi un libro en el suelo, por tercera vez en dos días, el mismo libro: El castillo de Franz Kafka. Volví a acomodarlo en su sitio y esperé unos minutos detrás de una cortina. No debí aguardar demasiado. Bartolo llegó con su porte suficiente, se trepó a la biblioteca, y con la mano derecha lo precipitó al vacío. ¿Casualidad? ¿Qué otra cosa podría ser? Bartolo memorizaba la posición del libro, y por alguna razón solo accesible mediante la aguda lógica felina, una lógica que me resulta tan ignota como el taushiro o el kaxiana, se dedicaba a lanzarlo hacia el suelo cada vez que yo lo ubicaba en la biblioteca.

Durante dos días guardé el libro en un cajón, bajo llave, y Bartolo nada pudo hacer durante ese lapso. Al tercer día repuse El castillo en la biblioteca, pero en otra posición. Fue inútil. Bartolo tardó aproximadamente dos minutos en localizarlo y despeñarlo. Muy raro, en verdad muy raro. Por ese motivo, mi siguiente intento fue mucho más riguroso. Fui a la casa de mi madre, donde había un ejemplar de El castillo publicado por una editorial diferente del que yo tenía en casa, se lo cambié aduciendo unos motivos tan confusos como injustificados, aunque ella no opuso ninguna objeción ya que está acostumbrada a mis excentricidades. Coloqué el libro en una repisa, a un costado de la biblioteca principal, y permanecí expectante, aguardando la estelar aparición de Bartolo. Y la tal aparición se produjo tras apenas cinco minutos de espera. El gato trepó con la agilidad acostumbrada a la repisa, extendió la zarpa y lo arrojó al piso con tan mala fortuna que el volumen cayó de canto y se desarmó por completo.

El gato me contempló desde su privilegiada posición y puedo asegurar que en su mirada había un intolerable sesgo burlón. Pero lo más escalofriante vino a continuación. Con una voz cascada que bien podría haber sido la de un pirata borracho en una taberna de la isla Tortuga, Bartolo sentenció.

—Es la misma novela tediosa y ridícula, pero esta edición, además de la pésima encuadernación, algo que pudiste apreciar cuando cayó al suelo, tiene erratas en las páginas 19, 54, 79, 154, 202 y 267. ¿Podrías hacerme el favor de deshacerte de este ejemplar y, si tu empeño es seguir conservando esta estúpida novela de Franz Kafka en tu biblioteca, conseguir una edición como la gente?


Sergio Gaut vel Hartman es un escritor argentino nacido en 1947 en Buenos Aires, Argentina. Publicó, entre otros libros: Cuerpos descartablesEspejos en fugaVuelosAvatares de un escarabajo peloteroOtro caminoLa quinta fase de la LunaEl juego del tiempoCarne verdadera y Cuerpos descartados. Creó y coordina el TALLER 9 y está al frente del blog SINERGIA.

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