Daniel Frini
I – La
consultora
—Buenos días, señor, ¿qué desea?
—Tengo una entrevista con el señor… —dijo Javier, mientras desplegaba una pequeña servilleta
de la pizzería Santa María, donde había
anotado el nombre del ejecutivo de cuentas— Sandoval. El señor Sandoval.
—Muy bien, tome asiento. Lo atenderá enseguida.
Diez minutos después, la secretaria lo hizo pasar a un cubículo pequeño,
pero acogedor. Una mesa para seis personas, de metal, con tapa de vidrio
oscuro; sillas de pana azul, y un pequeño mueble de madera, enchapado en nogal,
sobre el que descansaba una cafetera humeante, con dos tacitas listas para ser
servidas. En la pared, bien grande, estaba el logo de la empresa, letras azules
en relieve, sobre un óvalo blanco: «Volkov, Kumari &Asociados». Detrás de Javier, entró
Sandoval.
—¡Buenos días, señor Bonfigli! ¿Cómo está usted? ¿Bien? ¡Tome asiento, por
favor! ¿Apetece un café?
—Buen di… Bien, gra…Grac… Sí, por favor.
Bonfigli ocupó la silla más próxima a la puerta, por las dudas –una vieja costumbre heredada de
las épocas en que se debía contar con una buena vía de escape ante los
acreedores– mientras Sandoval servía el café.
—¿Qué lo trae por acá, Javier? ¿Me permite que le diga Javier? ¿Azúcar o
edulcorante?
—Bueno, yo… Sí, esta bie… Azúcar, gracias. Bueno, mi problema es el
siguiente…
—Calor ¿no? ¿Bajo la temperatura del aire acondicionado? ¿Hace mucho que me
espera? ¡Continúe, por favor, continúe!
—Y, si, mucho cal… No, está b… No, apenas unos min… Bueno, le decía que…
—Ajá. ¿Vino en auto? ¿Encontró fácil el estacionamiento?
—Escúcheme, Sandoval —dijo Bonfigli, subiendo el tono de su voz y haciendo
una seña con la mano—, ¿me va a dejar hablar o vamos a seguir así toda la
mañana?
Sandoval sintió un escalofrío en la nuca.
— Hable, nomás, don Javier… —dijo, en un susurro.
—Yo supe tener un videoclub en Quilmes hasta hace unos años, Me quedaron en
stock como veinte mil películas en VHS, y no sé qué hacer con ellas. ¿Qué me
sugiere?
El ejecutivo de cuentas esbozó una sonrisa.
—Podría perdérselas en…
—No sea guarango —interrumpió Bonfigli—. Además, esa fue la primera opción. Estoy buscando otras.
Sandoval recuperó la compostura. Algo le decía que no era conveniente hacer
enojar a este cliente.
—¿Consideró algunas otras?
—Alguien que fuera amigo mío, un tal Hartman, me propuso que crease un
espectáculo de circo. Lo apreciaba mucho. Lástima que ahora esté convaleciente.
Duele una caída desde el quinto piso.
—Bien, bien. Déjeme evaluar algunas ideas y lo llamo a la brevedad…
II – El negocio
Dos años después de haber pisado por primera vez las oficinas de «Volkov,
Kumari & Asociados», Javier Bonfigli dirigía su propio y próspero negocio: la
cadena de locales de consultoría emocional: «I-Ching Cinema», que contaba con doce
sucursales en Capital y gran Buenos Aires, incluso dos en La Salada.
Sandoval bajó de su auto, en la playa privada del local de avenida
Libertador, donde estaba el hedquarter
del ahora doctor Bonfigli. Se dirigió a la entrada. La puerta se abrió sola, y
el sistema de control digital lo saludó con una voz suave y cantarina.
—Buenos días, licenciado Sandoval. El doctor lo espera en su oficina.
El ejecutivo de cuentas de la consultora caminó por la alfombra mullida que
cubría el pasillo. Al llegar al despacho de Bonfigli, la puerta le dejó paso y
el sistema lo anunció.
—El licenciado Sandoval. Adelante, por favor.
El doctor se levantó de su sillón de cuero Leap, original de WorkLounge
& Ottoman, y dejó su escritorio de nogal Rafaello, de estilo
imperio tardío; y se dirigió con paso rápido y los brazos abiertos, al
visitante.
—¡Qué hacé, tri-tri!
—¿Cómo le va, doctor? ¿Cómo andan sus cosas? ¿Bien? ¿Cómo lo trata el frío?
¿No se toma vacaciones de invierno este año?
—No empecés, Sandoval. Sentate.
—Está bien. Es la costumbre…
—…de mierda que tenés. ¿Querés un whiskicito?
—No, gracias. Algunos tenemos que trabajar. ¿Como va la empresa?
—¡Fantástico! La verdad, no me voy a cansar de decírtelo. ¡Una idea
brillante! ¡Los pacientes hacen cola!
III – El caso de la mujer engañada
Fue uno de los primeros.
La mujer llegó hasta el consultorio del doctor Javier, como se lo conocía,
desesperada. Pagó los quinientos dólares sin chistar.
—Creo que mi marido me engaña, doctor. Encontré una tarjetita en un bolsillo
del pantalón, cuando volvió del trabajo. Era la tarjeta de un hotel. Y nosotros
hace años que no nos vamos de vacaciones, aunque muy pocas veces fuimos a un
hotel. En general, en carpa…
—¿Tiene la tarjetita?
—Acá está.
Él la miró y dejó escapar una sutil sonrisa. La tarjeta tenía escrito «Hotel T-lazampo».
—¿En qué trabaja su marido?
—Es empresario gastronómico. Tiene un restaurant en Puerto Madero.
—Vamos a hacer lo siguiente. Déjeme consultar el oráculo. Mientras, usted vaya a ese
altarcito del gauchito Gil y réceme quince avemarías y veintitrés
padrenuestros.
Javier tomó el catálogo de películas, lo abrió en «románticas», eligió «Doble
infidelidad», del año ’69, dirigida por Kubrick. Se fijó el número de almacén,
buscó el VHS, lo colocó en la reproductora –una vieja JVC BR-6400TR, de la
década del ‘80– y le dio forward hasta
la escena en que Michael Caine, en su papel de Robert Ballard, un ejecutivo
próspero que engaña a su esposa con una modelo mucho más joven, está trabajando
en su estudio. Entra en escena la esposa, Leonie Ballard, interpretada por Lynn
Redgrave, que ha descubierto la infidelidad y, muy elegante, vestida de negro,
lo confronta, mostrándole las fotos que documentan el engaño. La atmósfera es
de tensión y drama. La actuación de Lynn Redgrave es memorable, y transmite
ira, dolor y, de alguna manera, la traición que desgarra a su personaje.
LEONIE: (Con voz temblorosa)
¿Qué es esto, Robert? ¿Me puedes explicar esto?
ROBERT: (Nervioso) Leonie,
yo... no es lo que parece.
LEONIE: ¡No me mientas! He
visto las fotos. ¡Me engañaste!
ROBERT: (Tratando de
calmarla) Lo siento, Leonie. Fue un error. No volverá a suceder...
LEONIE: ¡No me digas eso! ¡Destruiste
nuestro matrimonio! (llena de ira y dolor, toma un jarrón y lo lanza contra la
pared, haciéndolo añicos. Robert se queda atónito ante la furia de su esposa.
Ella grita) ¡No puedo creer que me hayas hecho esto! ¡Te he dado todo mi amor,
mi confianza!
ROBERT: (Intentando
acercarse) Leonie, por favor, escúchame...
LEONIE: ¡No quiero
escucharte! ¡Vete! ¡No quiero volver a verte! (sale corriendo de la habitación,
dejando a Robert solo en el estudio, con los restos del jarrón roto. Él se
muestra abatido y arrepentido).
Cuando la mujer terminó de rezar, la llamó a su oficina y apretó play. Ella miró absorta la escena.
Cuando terminó, dijo en un susurro…
—No entiendo…
Bonfigli apretó stop, luego rewing, stop y, nuevamente, play. La escena se repitió. Al final,
dijo:
—Está clarísimo. El I-Chin Cinema no deja lugar a dudas. —Lo dijo, aunque,
en realidad, no tenía ninguna idea de cómo relacionar el problema de la mujer
con la escena que le había mostrado.
Ella se mantuvo absorta unos segundos y, luego, sonrió con cierta malicia.
A la semana siguiente, Javier se enteró, por terceros, de un cierto
empresario gastronómico que había engañado a su mujer y esta, al enterarse, le
reventó las tarjetas y la cuenta del banco, y lo dejó en la ruina.
IV – El empresario estafado por el socio
—¡Desesperante, Doctor! ¡Nada
menos que a Aruba, se fue! ¡Y con mi secretaria!
—¿Y, seré curioso, mucho le sacó?
—¡Todos los dólares de la caja fuerte, que debían ser como ciento cincuenta
mil! ¡No sé! ¡El llevaba los libros!
—Tranquilícese. Déjeme ver qué solución le encontramos. ¿Practica usted
alguna religión?
— ¡¿Qué sé yo?!, ¿qué tiene que ver?
—Por favor, Marina —el doctor llamó por el intercomunicador de su consultorio.
La secretaria entró.
—Acompañá al señor a la zona de meditación unos segundos.
Y agregó dirigiéndose al paciente
—Vaya con ella. Encontrará varias salitas con diversos altares. Budismo,
sintoísmo, judaísmo, cristianismo, islamismo. Elija la que quiera y rece, haga
yoga o rásquese el ganso hasta que yo lo llame.
El doctor Bonfigli repitió la rutina.
Esta vez eligió «El tercer hombre», del ’49. Una obra maestra del cine
negro, dirigida por Carol Red. Puso el VHS en el reproductor –ahora un Funai DV220FX5 Dual-Deck DVD/VHS del
2016, el último fabricado en el mundo y traído especialmente desde la casa
matriz en Osaka en el 2023— y apretó forward
en el control remoto, hasta la parte en que Anna Schmidt, interpretada por
Alida Valli, y Holly Martins, personificado por Joseph Cotten, están en un
callejón oscuro de Viena, y ella le cuenta a él acerca de sus sospechas de que
Harry, su exnovio y amigo de Martins, ha sido asesinado por su propio socio, el
mayor Calloway, que es protagonizado por Trevor Howard. La escena está llena de tensión y suspenso. Joseph Cotten y Alida
Valli transmiten la desconfianza y la determinación de sus personajes.
ANNA: (Susurrando) Harry me
dijo que Calloway lo estaba engañando. Que le robaba dinero y lo ponía en
peligro.
HOLLY: (Incrédulo) No puedo
creerlo. Harry y Calloway eran socios desde hace años.
ANNA: Lo sé, pero algo ha
cambiado. Harry estaba a punto de denunciarlo.
HOLLY: (Preocupado) ¿Y qué
crees que hizo Calloway?
ANNA: (Con voz temblorosa)
Lo mató, Holly. Estoy segura de ello. (En ese momento, el Mayor Calloway
aparece en el callejón. Al ver a Holly y Anna, se acerca con una sonrisa
fingida.)
CALLOWAY: (Con tono amistoso)
¡Holly! ¡Qué sorpresa encontrarte aquí!
HOLLY: (Con frialdad) Mayor
Calloway, tengo algunas preguntas para usted.
CALLOWAY: (Nervioso)
¿Preguntas? ¿De qué se trata?
HOLLY: (Mirándolo fijo)
Quiero saber qué pasó con mi amigo, Harry Lime.
CALLOWAY: (Tratando de desviar
la atención) Un accidente desafortunado, eso es todo. Un accidente.
HOLLY: (Incrédulo) No me
diga. Yo sé la verdad. Usted lo mató, ¿verdad?
CALLOWAY: (Con furia) ¡Eso es
una mentira! ¡No tiene pruebas de lo que dice!
HOLLY: (Sacando una carta
del bolsillo) Tengo esta carta, escrita por el propio Harry. En ella confiesa
que usted lo estaba engañando y que él planeaba denunciarlo.
CALLOWAY: (Pálido) ¡Esa carta
es falsa! ¡La ha inventado!
HOLLY: (Mostrando la carta a
Anna) ¿Qué opina usted, Ana? ¿Le parece falsa? (Anna con un movimiento de cabeza, confirma la
autenticidad de la carta. Callaway, acorralado, se da cuenta de que ha sido
descubierto. Intenta huir, pero Holly y Anna lo detienen.)
Llamó al ejecutivo y apretó play.
Joseph Cotten y Alida Valli aparecieron en el callejón de Viena en toda la
pantalla del Samsung Q80C con
pantalla de 98 pulgadas. Llegó al final de la escena y pulsó rewind, llegó otra vez al principio y,
nuevamente, apretó play. Hacía esto,
lo había aprendido con los años, para que el propio interesado sacara sus
conclusiones, sin que él tuviese que resolver nada.
—¡Qué lo tiró! ¡Gracias, doctor!
Dos semanas después, El doctor Bonfigli leyó en el portal de Crónica: «Empresario
mata a socio en drama pasional».
—Ups —dijo el doctor, mientras cerraba su
notebook Asus Rog GX700VO y se servía
otro whisky.
V – El enamorado
—¿Qué le hice yo?
Dígame, doctor, ¿qué le hice yo?
—Y, amigo, usted sabe cómo son estas cosas. Un día lo ama y al otro, ese
amor se esfumó. Como un whiskicito: ahora está en el vaso —dijo, tomando el
último sorbo—, y ahora no.
—Pero, ¿a usted le parece? —agregó, sollozando—. ¡Siete años con ella!
¡Siete! ¡Comprometidos en matrimonio! Y viene y me dice «No sos vos, soy yo»,
«Necesito mi espacio» y «Debo tomar un tiempo para mí, unos nueve o diez años»
¿A usted le parece?
—El amor es un caramelo «Media Hora» —dijo Bonfigli, a cuenta de nada.
Cambiando el tono de voz a uno más resolutivo, agregó—. Mire, vamos a hacer lo
siguiente: yo consulto las profecías mientras usted va a pasear su perro, su
gato, su ornitorrinco o se pone a contar hormigas. Lo que más le venga en
ganas. Cuando tenga la solución, lo llamo y conversamos.
Como los años lo habían convertido en experto, Javier, sin consultar el
catálogo, tomó el VHS de la clásica «Casablanca» –dirigida por Michael Curtiz,
1942–, buscó la escena en la que Humphrey Bogart, en el papel de Rick Blaine, un
estadounidense expatriado que dirige el Rick’s Café en la Casablanca de la Segunda Guerra Mundial,
ve entrar a su local a Ingrid Bergman, que interpreta a Ilsa Lund, ex amante de
Rick, con su esposo, Paul Henreid, que le da vida a Victor Laszlo, un líder de
la resistencia checa. Ilsa y Victor desesperan por llegar a Estados Unidos y
están allí para pedirle ayuda a Rick. Humphrey Bogart e Ingrid Bergman dejan
ver el dolor y la nostalgia de sus personajes.
ILSA: (Con voz temblorosa)
Rick, no puedo creer que estés aquí.
RICK: (Sorprendido de ver a
Ilsa después de muchos años y lleno de dolor por su amor perdido, trata de
mantener la compostura) Ilsa, ha pasado mucho tiempo.
ILSA: Sí, demasiado tiempo.
RICK: (Mirando a Victor) ¿Y
este señor?
ILSA: (Presentándolo) Este es
mi esposo, Victor Laszlo.
RICK: (Con enfado) ¿Tu esposo?
VICTOR: (Extendiendo la mano)
Un placer conocerte, Rick. (Rick estrecha la mano de Victor con frialdad,
mientras Ilsa observa la tensión entre los dos hombres.)
ILSA: Rick, necesitamos tu
ayuda. Victor es un líder de la resistencia checa y los nazis lo buscan.
Necesitamos una forma de salir de Casablanca.
RICK: (Con amargura) No sé si
puedo ayudarte, Ilsa.
ILSA: (Suplicando) Por favor,
Rick. Es la única esperanza que nos queda. (Rick lucha contra sus sentimientos
por Ilsa y su deseo de ayudarla. Sabe que si la ayuda a escapar, nunca volverá
a verla.)
RICK: (Mirando a Ilsa a los
ojos) Lo haré, Ilsa. Te ayudaré a escapar. (Ilsa sonríe con lágrimas en los
ojos, agradecida por la ayuda de Rick. Sin embargo, este sabe que es el final
de su amor y la última vez que la verá).
Bonfigli repitió
el ritual: play, rewind, forward, play.
El enamorado lo miró con ojos sorprendidos.
—¡Gracias, doctor, gracias! ¡Mi problema está resuelto!
Unos meses más tarde, Javier recibió una llamada en su Asus ROG Phone 3 Strix Edition. Desde la
recepción, Marina, su secretaria, lo oyó decir: «¿Qué hacé, Sandoval. Ajá. ¿Y
qué noticias tenés, tri-tri? ¿Monje budista? ¡¿En el Tibet?! Mirá vó.»
Daniel Frini. (Berrotarán, Córdoba, 1963). Es Ingeniero Mecánico Electricista de profesión, escritor y artista visual. Publicó Poemas de Adriana (2017), Manual de autoayuda para fantasmas (2015) El Diluvio Universal y otros efectos especiales (2016) y Nueve hombres que murieron en Borneo (2018). Colabora en numerosos blogs y espacios digitales. Sus ficciones integraron diversas antologías, entre las que merecen destacarse Visiones (2009), Grageas 2 (2010), Pupilas (2012), Tricentenario (2013), Lectures d'Argentine (2013), Primeros exiliados (2013), Circo Gallatico (2013), Todo el país en un libro (2014), Fútbol en breve, microrrelatos del jogo bonito (2014), Borrando fronteras (2014), Grageas 3 (2014), Il meglio di Pegasus (2015), El fantasma de las navidades presentes (2015), Cien páginas de amor (2015), Minimalismos (2015), Extremos (2016) y Espacio Austral (2016). Ha obtenido, entre otros reconocimientos, el Premio Internacional de Monólogo Teatral Hiperbreve ‘Garzón Céspedes’ (2009); Premio ‘La Oveja Negra’ (2009), Premio ‘El Dinosaurio’ (2010), Premio I Certamen Internacional de Relato Corto Nouvelle (2017) y el Místico Literario del Festival Algeciras Fantastika 2017.
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