Suray Annys
El
extraño sujeto que encontré en la estación parecía haber olvidado el incidente,
pero yo me había asustado mucho. Éramos
los únicos en el andén. Cuando llegué el
hombre se acercó, se paró frente a mi mirándome fijo y serio. Sujeté mi cartera
con fuerza. Vestía bien pero sus cabellos y barba estaban largos y desprolijos.
No llevaba equipaje ni bolso ni nada en sus manos grandes y fuertes.
—No
subas al próximo tren —me dijo.
—¿Por
qué? —le espeté.
—Porque
no es el que esperas. Es un tren fantasma, viene del pasado y va al futuro.
—Pues
según el horario debe pasar mi tren, no el suyo —porfié.
—Como digas. Yo te avisé —Y se alejo unos cuantos
metros.
El
tren llegó y subimos en vagones diferentes. No estaba tranquila por eso no me
dormí. Había pocos pasajeros. Reparé en sus atuendos extraños y
anticuados. Viajaban solos; no había
grupos ni familias. Miré por la ventanilla; el campo cambiaba de colores y
pronto hizo frío, después calor, después, frío de nuevo. Afuera llovió, paró.
Llovió, paró. Todo estaba enrarecido. No reconocía el trayecto ni el paisaje.
No sé cuánto tiempo paso, creo que dormité. Pero no hubo paradas. Mire a una
mujer que estaba en el asiento del otro lado del pasillo. Me espante. Era un
esqueleto seco dentro de sus vestidos. Me cambié de asiento Pero no vi a nadie
más.
¿Dónde
habrían bajado los otros?... ¿Pasamos por estaciones y yo dormía? Afuera, los
días y las noches se sucedían cada vez más rápido. Hasta las ventanillas
parecían parpadear en la vertiginosa alternancia. Me dormí en estado de
inquietud. Me despertó la voz del guarda…
—Fin
del recorrido.
Al
levantarme los huesos me dolieron… me costó mantenerme en pie. Bajé del tren sintiéndome perdida. Había un
cortejo fúnebre en la estación. Me acerque a ellos y juez de paz me dijo
—Aun
no la esperábamos. Nos apuramos a venir cuando supimos que abordó este tren.
—No
entiendo nada. Se confunden de persona.
Entonces
el hombre sacó un pequeño espejo y me lo dio. Me mire y no me reconocí. Era una
ligera y frágil anciana.
—Por
favor, por aquí —me dijo el juez de paz tendiendo la mano para ayudarme a
entrar en el féretro.
Suray Annys usa el apellido materno para escribir
y publicar. Es profesora de artes, ecologista arboricultora y jardinera y
paisajista autodidacta. Escribe, actúa, y dibuja desde los seis años. Es anarquista,
no cree en el mercado, las religiones, la civilización iluminada por la
ciencia... Por ende, regala y comparte su producción artística burlándose del
valor monetario del arte, el lavado de dinero a través del mismo, los egos del
derecho de autoría y la arrogancia consumista de hacer arte por el arte o
pretender vivir de él. Vivir con arte y poner este al servicio de la
comunicación y el conocimiento es su interés. Deja siempre inacabada su obra,
transfiriendo al interlocutor/consumidor los interrogantes. Le gusta pasearse
como en la vida misma por diversos géneros y materias. Aunque destaca que
prefiere las ficciones filosóficas y la literatura fantástica porque la
realidad es demasiado absurda y bizarra. No publicó nada en ningún lado, a
excepción de revistas autogestivas y redes sociales. Utiliza seudónimos
múltiples para diferentes producciones y rara vez colabora en creaciones
colectivas. Para acceder a su trabajo el único modo es el azar o el contacto
directo.
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