Mike Jansen
La cortina de niebla parecía inusualmente definida en el suelo del Bosque de Ámsterdam, como si formara una línea clara entre el mundo que Johan Diependaal conocía y un mundo oculto detrás de una masa blanca y tumultuosa.
Era la misma niebla que había encontrado tantos años atrás en el mismo lugar, pero entonces aún no sabía que era la frontera donde varios mundos casi se tocaban. Johan recordaba bien ese día, aunque hubiera pasado mucho tiempo. Fue el día en que perdió su alma, el día en que comenzó a helarse su corazón.
Algunos pasos fuera del camino que solía seguir lo llevaron a otro mundo, uno sutilmente diferente y que, en términos de desarrollo tecnológico, estaba dos docenas de años atrás. Desde entonces, vagaba por ese mundo, que no era el suyo, sin alma y sin emociones, pero decidido a encontrar el camino de regreso y volver a ser un individuo completo, para poder sentir de nuevo. Los recuerdos se convirtieron en su principal motivación.
Su búsqueda se vio recompensada, años después. Descubrió el tiempo y el lugar en que el fenómeno se repetiría, y dejó sin problemas a las personas que había conocido en ese lugar, sin sentimientos.
El siguiente mundo era claramente diferente a su propia Tierra. El sol era más brillante y blanco, dos lunas cruzaban el cielo. Las personas que encontró hablaban un extraño dialecto neerlandés y Ámsterdam resultó ser solo un pueblo de doscientos habitantes. Johan reflexionó profundamente sobre los mundos.
Libre de emociones, analizó su propia condición, que claramente estaba afectada, y concluyó que la cortina de niebla era un cruce entre muchos mundos, un cruce que lo podría llevar de vuelta a su propio mundo, pero también a muchos otros. Ahora sabía lo que buscaba y cuáles eran los signos. La primera oportunidad se le presentó en una oscura y fría noche sin luna ni estrellas. Como esperaba, la cortina de niebla apareció de la nada y, en ausencia de fuentes de luz externas, se iluminó con un fulgor propio que recordaba a la aurora boreal.
El siguiente mundo era frío. Aterrizó en una capa de nieve de un metro de espesor y un helado y cortante viento atravesó su ropa. Buscó en los alrededores y encontró una granja donde la luz cálida se filtraba por algunas rendijas estrechas de las persianas. El granjero no esperaba visitas, especialmente no de un extraño vestido de manera impropia y que hablaba un idioma desconocido. Pero no podía dejar a un semejante a la intemperie.
Frente al parpadeante fuego, Johan pensó en las influencias que podía idear para su última caminata a través de la niebla. Aunque había prestado mucha atención, no pudo pensar en nada muy especial que hubiera observado o hecho de manera diferente. ¡Pero tenía que haber algo más!
Tres días después partió a través de la próxima banda de niebla y aterrizó en una Tierra abrasada por el sol, donde la vista de Ámsterdam estaba dominada por una inmensa pirámide, similar a las que había visto en programas sobre México en Discovery Channel. Las personas que encontró eran de origen indígena y lo miraron de manera extraña, aunque amistosamente. Su conocimiento era ahora tan vasto que podía prever, hasta el último minuto, la próxima perturbación, la siguiente aparición de la niebla que formaba el cruce, y asegurarse de estar cerca.
Durante años, saltó de un mundo a otro, desde una Tierra desierta hasta una Tierra superpoblada, desde lo primitivo hasta lo avanzado, desde el frío extremo hasta el calor abrasador, y con cada travesía aprendió más, hasta que fue capaz de dirigir sus viajes. Sus saltos descontrolados lo llevaron cada vez más lejos de su mundo original, como finalmente entendió.
Paso a paso siguió el camino de regreso, impulsado por el recuerdo de los sentimientos que alguna vez fluyeron por su cuerpo. Su alma, esa entidad escurridiza que alguna vez habitó en él, siempre fue un enigma, tanto para los creyentes como para los agnósticos, pero ahora Johan sabía lo que antes ignoraba. Y lo quería de vuelta, más que cualquier otra cosa, en cualquier mundo que fuera.
Sus viajes a través de la niebla se volvieron cada vez más específicos. Johan había estado viajando el tiempo suficiente y tomaba cada atajo que encontraba, hasta que llegó a una región que se parecía a la Tierra que alguna vez abandonó sin saber que lo hacía.
El día que volvió a su propio mundo fue el día que recuperó su alma, un glorioso sentimiento y las emociones más profundas. Inhaló profundamente el aire, disfrutó del intenso silencio, del suave susurro del viento entre los bosques salvajes.
Con grandes zancadas caminó por el Bosque de Ámsterdam. Se sorprendió por el deficiente mantenimiento de las calles, casi completamente cubiertas de hierba y parra, con raíces de árboles cruzando el camino.
Las primeras casas a las que se acercó parecían abandonadas y en ruinas. Las calles por las que caminaba estaban rotas y cubiertas de maleza; la naturaleza reclamaba todo lo que alguna vez le fue arrebatado por el hombre. El centro de Ámsterdam era una densa jungla, la Plaza Dam un claro con un bosque de hayas; un antiguo tranvía cubierto de musgo y hiedra se había detenido alguna vez contra el monumento.
Johan no se encontró con nadie. Ni una sola persona, raramente algún animal. Había suficientes nueces, semillas y plantas para comer, pero su Tierra llevaba muchos años despoblada, las personas con las que tenía un vínculo habían desaparecido. Sabía que su búsqueda había durado muchos años, pero no podía imaginarse que se había ido tanto tiempo como para que su hogar estuviera ahora vacío. Pero dondequiera que buscara, en Ámsterdam y en las otras ciudades de la Randstad, no quedaba nadie.
Junto a una reconfortante fogata, Johan finalmente comprendió lo que significaba para él. Podía quedarse, completamente solo, pero con sus sentimientos y emociones intactos, o podía viajar a otro mundo. Pero entonces tendría que dejar su alma y emociones aquí, experimentar de nuevo esa otra soledad. Miró fijamente el fuego y sopesó la decisión hasta que las últimas brasas ardientes se deshicieron en cenizas.
Título original: Zieleheil
Traducción del neerlandés: Sergio Gaut vel Hartman
Mike Jansen escribe y publica relatos de SF/F/H desde 1991. Ganador de los premios King Kong 1992, Fantastels 2012, Literary Prize of Baarn, Godijn F/SF award 2020 y Mossy Statue lifetime award 2021. Organizador del Premio EdgeZero, editor de las antologías "En el pólder" de EdgeZero. Autor de varias novelas y antologías. Su sitio es: http://www.meznir.info.
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