sábado, 27 de abril de 2024

EL CAMINANTE DIURNO


Carlos Enrique Saldívar



Letals ascendió en el escalafón social de las criaturas de la noche con cierto esfuerzo. A veces tenía que dejar de lado varias víctimas para dárselas a sus jefes. Lo hicieron sacrificar diversas cosas, a pesar de que tenía sangre real (si «real» se refiere a que milenios atrás los vampiros dominaban el planeta, pero casi se extinguieron por batallas contra otros seres de las tinieblas: licántropos, duendes, momias, demonios, espectros y entidades cósmicas). En fin, el caso es que Letals logró hacerse con el poder y era el Presidente de la Inhumanidad Sanguinolenta. Ya podía alimentarse a gusto con las presas que le traían a diario sus sirvientes. No importaba la edad de los cazados, el jefe no era de aquellos que pensaban que cuanto más tierna la sangre, mejor. No, le interesaba mucho el líquido rojo al por mayor, quedarse saciado. Y tenía otros planes malignos.

Estaba engordando por el exceso de sanguinolencia humana, además no le agradaba gobernar en el submundo, esas cuestiones las delegaba, pero era su obligación interesarse en el proyecto de «El caminante diurno». Estudió esa idea y se abocó a la misma con fuerza al inicio. No nos equivoquemos, no sabía casi nada de ciencia. Eso lo dejaba al equipo de trabajo, el cual lograría que los chupasangres pudieran andar a la luz del sol, con ello podrían dominar el mundo (y a las ovejas que lo habitaban) de manera absoluta. Letals se relamía de gusto al pensar que ello estaba muy avanzado y ya se estaba haciendo realidad, gracias al esfuerzo de los expertos en la materia, la mayoría jóvenes no muertos, aunque se guardaba en relativo secreto por ahora. Letals no comprendía mucho tampoco sobre los temas relativos a la economía, por ello le sorprendió que debiera aprobar un desembolso bastante copioso para que la máquina de transformación diurna pudiese funcionar en breve.

Sacó las cuentas, el gasto devendría en menos humanos con deliciosos cuellos para él, menos placer, por parte de las vampiresas, y pocas comodidades en su palacio, ubicado en la cordillera de los andes peruanos. No, se tendría que optar por una solución alternativa. Primero, anuló el pago al sujeto de prueba, pese a que muchos querían transformarse en la máquina, «podría existir algún peligro». El mismo Letals se ofreció como voluntario, sabía que sería un éxito porque los mejores científicos de su especie trabajaban en el armatoste, además deseaba el privilegio de ser el primero en salir en plena mañana a cazar a él, ella, niño, adulto, para así alimentarse doble, de día, de noche.

 Oh, ¿por qué las cosas tenían que ser tan difíciles para los vampiros? Eran una categoría superior, los humanos eran solo ganado. Sin embargo, se percató de que si los chupasangres invadían el mundo, al menos en otros tiempos antiguos, no hubieran quedado más presas de las cuales beber. Ahora, en pleno fin de año 2023, contaban con la tecnología para hacer posible el sueño tan ansiado por los más valiosos de su raza. Y no era necesario someter a su pueblo a una etapa de privaciones, sobre todo a él mismo. Sabía que lo criticaban, que le decían por lo bajo que era un irresponsable y un goloso, a esto se añadía que era un tacaño, ya que decidió recortar el presupuesto. Despidió a una parte del personal e iba a pedir que se usaran piezas baratas o recicladas para concretar la maquinaria maravillosa, pero desistió pronto, ante el temor de que un descenso en el presupuesto redujera la calidad de la misma.

Era el líder y sus directrices se respetaban. Desoyó las recomendaciones de sus asesores y consejeros. En realidad, nunca los escuchaba, solo les decía que laboraran en tanto él comía, descansaba y festejaba. Estaba muy claro que derrochaba el dinero y que anhelaba adquirir más. Cuando la máquina quedara lista, tenía planeado cobrar sumas altísimas a quienes desearan volverse caminantes diurnos. Lo tenía todo bajo control. Lo supo cuando el último día, en el caluroso verano de 2024, le dijeron que las labores habían concluido, que dicho aparato supremo estaba listo para ser utilizado y esperaba por él. Letals se alegró.

Solo tenía que entrar a una cápsula, conectada a muchos cables, y haría falta una fuerte corriente eléctrica. Desnudo, Letals se dijo para qué tanta cosa, no iba a viajar en el tiempo, solo cambiaría su constitución física y química internas, habría modificaciones importantes, indoloras, en su organismo, particularmente en su piel. Los expertos le estaban diciendo los pormenores, había un detalle que no sopesaron del todo, si les daba diez o quince minutos verificarían la eficacia total, pero él no quiso oír nada, puso allí sus cien kilos de peso. La cabina se cerró y hubo sensaciones bonitas, como si algo, una enorme mano, lo masajeara de pies a cabeza, luego apareció un gas rosado y enseguida un líquido naranja, después vio todo en tono psicodélico. El proceso fue rápido. Letals salió con una sonrisa en el rostro. No tuvo miedo cuando le atinaron con leves rayos de luz ultravioleta; no le pasaba nada. Le dijeron que los efectos completos se manifestarían en unas horas. Letals no quiso esperar, se vistió con sus mejores galas y se fue, un poco mareado, a ver el amanecer. No escuchó que su epidermis se abriría más con el paso de las horas. Qué importaba, tenía ya el poder.

Tras disfrutar del sol hasta el mediodía, pasando entre la gente, en el centro de la ciudad de Lima, su chofer lo llevó hacia el norte, a las afueras. Había un inmenso parque, llamado «La vida», donde iban personas de todas las edades, familias enteras para pasar un buen rato en consabido disfrute. Por supuesto, él no se hallaba solo, sus súbditos lo seguían, estaban atentos a cualquier cosa que ocurriese, por ejemplo, ya que Letals iba a matar a uno o más humanos, tenían que realizar un plan de huida; era necesario, porque atacar a la luz del día era arriesgado, aunque contaban con el apoyo de las autoridades, la policía, jueces, políticos. Un tinglado tenebroso que extendía sus redes por todo el mundo. Eso sí, el experimento que se llevó a cabo solo era conocido por algunos peruanos y sus socios de Estados Unidos e Inglaterra. La noticia de que fue un éxito ya estaba viajando a esos lares.

Decidió actuar un poco más tarde, las reservas de sangre que hubo ingerido, de modo previo a su salida, lo tenían satisfecho de momento, aunque le agradaba empalagarse. Por ello recorrió la zona, que no tenía mucha seguridad por parte del municipio, y saboreó a los individuos (corderos) que lateaban en dos pies, que se deslizaban junto a él, sin imaginar la clase de personaje que era. Mejor dicho: el tipo de monstruo que representaba, el poder brutal, la amenaza, la cual ahora se hallaba liberada para hacer lo que quisiera. Pensó en cierta película que vio sobre un cazador de vampiros (inexistente en la realidad) y cómo los no muertos querían obtener el secreto de su sangre para hacer un ritual y poder andar libres, a pleno sol. Se rio porque no necesitaron de ningún personaje ficticio, en la Tierra en que vivía no había enemigos. Sí existieron alguna vez, mas fueron derrotados. Si quedaba alguno en el presente, convivían dóciles, ya que la época de los bárbaros quedó muy atrás.

¿Por qué apurarse? Saboreaba cada instante, nunca había matado en esas circunstancias, de hecho, no lo haría a la vista de otros humanos, solamente su víctima lo miraría, mejor dicho, observaría la muerte, el ser alimento para un ente inmortal, el cual fue agraciado con mucha suerte y (creyó) con su notable habilidad para gestionar y solucionar problemas. El tiempo transcurría. La gente se marchaba del sitio, había zonas del amplio parque donde se atisbaban pocas parejas o algunos solitarios. ¿Quién sería su platillo del día? ¿Quién?

En un amplio espacio de hermosa vegetación, con aves e insectos rodeándolo, Letals se deleitó con las ventajas de caminar durante el día; sin embargo, sentía hambre. Fue cuando la vio, una bonita adolescente que caminaba hacia él, con distracciones, hablando por su celular. Letals no poseía un físico perfecto, no lucía amenazante y aparentaba veinticinco años. No tuvo dudas, detuvo del brazo a la muchacha y la derribó con un giro brusco. Ella no sabía lo que ocurría, hasta que vio los enormes caninos que crecieron en el hocico de su atacante. Quiso gritar, pero él le tapó la boca y la atrajo hacia sí para morderla. La dejaría vacía en breve y sus ayudantes borrarían cualquier indicio. Entonces notó que oscurecía; transcurrieron muchas horas desde que salió al aire libre para gozar de los placeres solares. Oh, el astro rey, el calor, tan agradable, ya se iba. Letals ahora quedaría sumido en sombras.

Fue cuando la ausencia de la estrella de fuego hizo que el vampiro se derritiera.

La chica no sabía aún qué sucedía, ni gritaba, se hallaba aterrorizada al ver a su atacante transformarse en algo abyecto, y aprovechó para escapar. No contaría aquello a nadie, no le creerían. Tampoco ella misma aceptaba ser casi asesinada por un vampiro. Se supone que no existen. Quizá solo era un loco que consumió algo que le cayó mal y le estaba pasando factura. Muy cerca vio gente viniendo hacia aquí.

Los sirvientes no llegaron a tiempo para salvar a su líder, quien se convirtió en una masa purulenta. Les advirtieron que tal vez habría que cubrirlo en cierto punto del día, pero el crepúsculo cayó de súbito. Además Letals estaba por consumar una de sus actividades favoritas y detestaba que lo molestaran cuando depredaba; por tales motivos se retrasaron.

Todo pasó porque el más tonto de los vampiros no quiso enterarse de un posible efecto negativo del experimento, el cual, por razones de necedad no se concluyó en cierto detalle.

Hoy, sin mayor pena, lo confirmaron. La oscuridad era letal para un caminante diurno.

 

 

Carlos Enrique Saldívar (Lima, Perú, 1982). Es codirector de la revista virtual El Muqui. Es administrador de la revista Babelicus. Publicó los libros de cuentos Historias de ciencia ficción (2008, 2018), Horizontes de fantasía (2010), El otro engendro y algunos cuentos oscuros (2019) y El viaje positrónico (en colaboración, 2022). Compiló las selecciones: Nido de cuervos: cuentos peruanos de terror y suspenso (2011), Ciencia Ficción Peruana 2 (2016), Tenebra: muestra de cuentos peruanos de terror (2017, 2018, 2021, 2022), Muestra de literatura peruana (2018), Constelación: muestra de cuentos peruanos de ciencia ficción (2021) y Vislumbra: muestra de cuentos peruanos de fantasía (2021). Gestor de la antología Unicornios decapitados (2023, Lektu).

 

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