Gabriel Trujillo
Ilustración carlos A. Sánchez
Libre de las redes del tiempo, libre de la red de los tiempos, yo Ulises, yo Lancelot, yo Alonso Quijano, yo capitán Nemo, yo Brayt, el elegido, el predestinado, el escrutador de los mundos, el acelerador de las distancias, el pescador de las voces de los muertos, el hilador de los fantasmas en la rueca de Moebius, para que todo cambie y todo se modifique a mi arbitrio y semejanza.
Yo, Totem y Tabú.
Yo, Eros y Tanatos.
Yo, inmortal, errante, peregrino, fin y comienzo de todas las cosas y los seres, escribo para que la historia vuelva a contarse una vez más, para que el río de la vida no se detenga y fluya con diversidad y maravilla por causes incontables, por territorios que nacen al momento mismo en que los descubro, por relatos que urden un tapiz inmenso, inabarcable, donde las estrellas nacen y mueren con un simple parpadeo: chispas efímeras y fuegos fatuos en la piel del cosmos.
Yo, relator, en el umbral del tiempo, digo: aquí estoy, este es mi origen. El soplo de mis palabras crea mundos y atrapa en su vorágine la luz del entendimiento, el resplandor de lo arcano.
Abre tus ojos, muerte.
Abre tu cuerpo, cadáver.
Abre tu código, materia.
Abre tus nudos, sombra.
Ábranlos y lean la luz que guardan, la escritura de imágenes que los nombra y desafía.
Ábranlos y vean cuánta eternidad germina desde el polvo, cuánta realidad conserva su memoria.
Yo, centinela.
Yo, voyeur.
Yo, vidente.
Yo, legión.
Yo, pescador, alzo mi red.
Yo, relator, enmudezco y escucho.
Vamos, cosa, di tu nombre.
Vamos, sombra, háblame al oído.
Vamos, ser, la eternidad atiende tus palabras.
Vamos, vida, palpa, pulsa, pregónate a ti misma.
Vamos, cosmos, cuéntame tu periplo.
Has recuento de tus años.
Una vez más: de principio a fin.
Que el relato que eres no termine.
Que el relato que eres no concluya.
Mientras haya tiempo para oírlo: entre aquí y ahora, entre jamás y nunca, entre tu espacio y el mío.
En la cosecha del espíritu que despierta.
En la vendimia de la luz que me acompaña.
En el legado de las vidas que soy ahora.
En el relámpago perpetuo de lo arcano.
Vamos, cosmos, he aquí tu escriba.
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