lunes, 24 de noviembre de 2025

LA MUJER-PLUMA O LA IRONÍA DEL ESPANTAPÁJAROS

Itzel Alejandra Flores García

 

 

Mientras leías línea a línea las palabras del poema de Girondo, la mirabas de reojo estremecerse en su asiento delante de ti y percibiste por un momento que se levantaba del suelo. Eso te hizo pensar que por fin habías encontrado a una mujer-pluma, de esas que saben volar y la deseaste poderosamente. Sabías que ella te escuchaba con atención y te gustaba saber que lo hacía.

Eras un hombre atractivo al que nadie podía resistirse, según lo que te habían dicho tus amigos. Estabas seguro de que ninguna mujer era capaz de elevarse en serio, porque todas eran unas mojigatas al final de cuentas.

Habían pasado ya tres días desde la primera vez que la viste poniendo atención a la clase con sus ojos brillantes y su mirada tranquila. Te había llamado la atención de una manera peculiar y para ti fue fácil acercarse porque tenías una auto confianza forjada en la cotidiana conquista de chicas. Supiste que todo iba fluyendo de la mejor manera durante esos días de taller literario, porque lograron una conexión inigualable. Querías, sin dudarlo, tener una relación con una mujer linda, tierna y posiblemente voladora como ella.

—Vamos, te invito a cenar —le dijiste y aceptó. Era bonita y tenía un cuerpo hermoso. La atracción era poderosa y además se entendían bien.

Vino, pizza, ensalada; otra vez vino, café no, ni postre porque vendría algo más dulce que un pastel.

Una habitación cómoda fue el escenario. No parabas de hablar porque te gustaba mostrar tu ingenio e intelecto y dominar las conversaciones con aquellas divagaciones de cultura que solían darte un buen lugar en la sociedad que frecuentabas.

Ella se acercó y puso sus labios suavemente sobre los tuyos. Con ese delicado beso tu confianza se tambaleó, pero te entregaste al momento. Con los ojos cerrados, recorriste su cara y bajaste hasta su cuello. Sentiste cómo se erizó y la estática generada se convirtió en luminiscencia. Se tendió en la cama y tú te quitaste la ropa poco a poco mientras ella hacía lo mismo. La miraste recostada y ardiente invitándote a ir a su lado. Tus manos recorrieron cada palmo de su piel hasta detenerte en sus pechos redondos. Sus pezones expuestos a tus dedos, se pusieron erectos y duros. Nunca antes habías tenido esa sensación y sabías que ella estaba disfrutando. La acariciaste con fruición y ella te pedía más.

Metiste la lengua en su sexo y su sabor se desparramó por toda tu boca; era un dulzor que nunca antes habías probado. Ella gritaba y temblaba, y orgasmo tras orgasmo se elevaron. Te aferraste a su cuerpo, pero no pudiste seguirla en su elevación y caíste a la cama.

 Ella entonces, aún con el placer en el rostro, te miró desde arriba, pero viste que en un instante, esa mirada se transformó en decepción.

—Lo siento —susurró, y tú creíste entender aquello porque tú también sentías y querías más.

 Desnuda y extremadamente sensual, fue descendiendo hacia ti decidida a que no te soltaras de nuevo. Nunca habías sentido tal excitación antes y tu erección recibió su humedad que se derramó en la tuya.

Esta vez, llegaron unidos al cielo raso, pero todo quedó en blanco después de eso; perdiste el conocimiento al no poder resistir aquel intenso placer.

—Lo siento —te dijo, y tú abriste los ojos al oír su voz. Veías borroso y casi no recordabas qué había pasado; no supiste si había sido un sueño. Paulatinamente todo se puso en orden en tu cabeza y en la media luz en la que te encontrabas te notaste aún desnudo, frío y mojado. ¿Era la humedad del acto sexual?

Sentiste un dolor agudo en el vientre y no te pudiste incorporar. La miraste y viste que tenía un cuchillo en la mano.

—No es posible que haya sucedido otra vez. De verdad que tú habías logrado que ese oscuro lado de mi corazón se llenara de luminiscencia. La elevación que estábamos logrando me hizo creer que recuperaría la razón, pero no fue así. Lo siento, ay, ¡cómo lo siento! Y es que en esto soy irreductible. No perdono, bajo ningún pretexto, que siendo mi amante no sepas volar.

Te quedaste ahí sin que tu soberbia te pudiera salvar.

Itzel Alejandra Flores García estudió la licenciatura en Literatura Latinoamericana en la Universidad Iberoamericana y se ha dedicado a la docencia y al fomento de la lectura como actividad principal desde hace 25años. Estudió la maestría en Historia del Pensamiento en la Universidad Panamericana y ha incursionado en el ámbito editorial en Alfaguara Penguin Random House y en Editorial Soconusco Emergente. Ha publicado algunas ficciones y microficciones en el blog SINERGIA del Taller 9 de escritura creativa dirigido por Sergio Gaut vel Hartman. Es autora del libro de ensayos. La voz que se hace escritura. La palabra. que se hace voz, que recoge lo más importante de sus tesis de licenciatura, publicado por Editorial Soconusco Emergente en 2023.




 

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