Aapo Ilves
Érase una vez… La doncella Andra estaba leyendo un libro repleto de sabiduría y se enteró de que su nombre significa "hombre" en griego antiguo.
¡Me vendría bien un hombre; es aburrido estar sola!, pensó Andra y puso un anuncio en el periódico: 'Chica simpática y con buen sentido del humor invita a los hombres a tomar café'.
Al día siguiente, un marinero alto y apuesto llamó a su puerta. Tomaron café y el marinero le contó su triste vida. Dijo que le resultaba difícil dormir en el barco por la noche porque la brisa marina era demasiado fresca y el barco se balanceaba constantemente. El marinero también se quejó de que el café del barco siempre sabía un poco salado.
—No nos quedan galletas. Iré a la tienda; está a la vuelta de la esquina —dijo Andra. Cuando volvió no había nadie en el salón y encontró al marinero en su dormitorio. El marinero estaba metido en la cama y bajo la manta había otro marinero; la expresión de sus rostros era bastante extraña.
—Es el contramaestre —dijo el marinero—, él también tiene problemas para dormir a bordo. Ahora me está enseñando sabiduría marinera.
—¡Sí! —dijo el piloto—. ¡En un barco te huelen de lejos si no sabes marinería!
—Ah —dijo Andra, y volvió al salón, donde encontró a un viejo vestido con una casaca de botones dorados, fumando una asquerosa pipa y viendo la televisión en silencio.
Es el capitán del barco, pensó Andra, que por alguna razón ya no quería estar en su propia casa. Caminó hasta el puerto, encontró un barco solitario y subió a bordo. Se tumbó en una hamaca para descansar. Una suave y cálida brisa marina soplaba desde el ojo de buey y las olas se mecían como si estuvieran cantando nanas. Andra se quedó dormida y cuando despertó, por la mañana, y subió a la cubierta, advirtió que los mástiles de los navíos anclados en el puerto se habían perdido de vista y el oleaje llevaba su propio barco mar adentro.
Es una lástima que aquí no haya marineros, se dijo Andras. Alguien tiró del ruedo de su vestido. Era una niña con el pelo alborotado.
—No sabían navegar. Soy Viiu, el vigía. Vamos, te enseñaré a izar las velas, a poner sal en el café y a gobernar esta nave.
—¿Adónde vamos? —preguntó Andra.
—¿Es importante? —contraatacó Viiu—. Lo importante es que no nos topemos con una mina...
Se oyó un fuerte estruendo y el barco se partió en mil pedazos. En la orilla, el contramaestre se pinzó la barbilla, curtida por los vientos marinos.
—Mientras los tiburones no las ataquen —le dijo al marinero.
—Ah, quién quiere esas cosas —replicó el marinero—; vaciemos la nevera rápidamente y luego llamaremos a los socorristas.
—No puedo llamar, me quedé sin crédito en el teléfono —replicó el contramaestre—. ¡A ver si podemos colarnos en el cine sin entrada!
—¡Sí, dejemos que el capitán resuelva estas cosas! —coincidió el marinero—. Es un hombre mayor.
En algunos cuentos de hadas, es difícil saber a quién le va bien.
Aapo Ilves, nació el 20 de octubre de 1970 en Räpina, Estonia. Es poeta, escritor, dramaturgo, artista y músico. Escribe en estonio, además de hacerlo en võro y seto, otros dos idiomas de Estonia. Ilves también ha escrito canciones y ha publicado nueve libros en solitario, dos CD en solitario y varias otras producciones con sus amigos. También ha escrito muchas obras de teatro y varios libretos para la Ópera Nacional de Estonia.
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