Mike Jansen
Al principio solo era el espejo de su dormitorio. Algunas noches se despertaba con el sonido de suaves susurros. Era como si alguien intentara hablarle en el límite de su capacidad auditiva. Sin embargo, los suaves murmullos volvían a adormecerle.
Un día, su mujer le sorprendió dándole un golpecito en el hombro. Él parecía no darse cuenta de lo que lo rodeaba, como si el cuento del espejo lo hubiera atraído.
—No es sano, cariño —le dijo—. Deberías ir al médico.
—No lo sé —dijo él—. ¿Y si me dice que me estoy volviendo loco?
Ella sonrió.
—Hay una pastilla para eso. Ve a verlo.
Por el camino disfrutó de los sonidos de la ciudad, de los coches circulando, del viento entre los árboles. Hasta que miró un escaparate. Pequeñas cosas se movían en los reflejos. Miró a su alrededor y no vio nada. Sin embargo, en las imágenes reflejadas seguían allí. Y volvieron los susurros, tan fuertes que casi podía distinguir las palabras.
Sacudió la cabeza y reanudó el camino hacia la consulta del médico, en el centro de la ciudad, agachando la cabeza para no volver a quedar atrapado por los espejos perdidos. Al doblar la última esquina, levantó la vista para ver la entrada del consultorio. En su lugar, contempló las docenas de grandes ventanas de espejo del nuevo edificio del ayuntamiento.
Los susurros lo golpearon como si hubiera chocado contra un muro de piedra, y cayó de rodillas, intentando taparse los oídos. Ahora llegaban las palabras que hasta entonces se le habían escapado. Su rostro palideció y sacudió la cabeza.
—¡¡Noooooo!!
Agarró el objeto más cercano, un trozo de piedra, y corrió hacia las ventanas, agitando la piedra en la mano. A medida que se acercaba, los espejos parecían serpentear hacia él para agarrarlo. Mientras permanecía inmóvil, vio los movimientos en la imagen del espejo. Movimientos que sabía que no estaban detrás de él ni a su alrededor. Sin embargo, lo asustaron. Cuando sintió que las bocas hambrientas tocaban su carne, gritó y perdió el control de sus intestinos. Su gemido duró solo unos segundos.
—¿Puede decirnos qué ha pasado, señora? —preguntó el policía.
La anciana observaba fascinada el charco de sangre y heces bajo las ventanas del ayuntamiento.
—No estoy segura, agente —dijo—. Me pareció ver a un hombre... estallar contra las ventanas... pero las ventanas parecen limpias.
El oficial miró las superficies espejadas de las ventanas. Estaban impecables. Volvió a mirar a la anciana. Al menos ochenta años, probablemente medicada. Tenía escrito "mal testigo" por todas partes.
—Oiga, agente —preguntó de repente la anciana, ladeando la cabeza—. ¿Oye susurros?
Título original: The tales that mirrors tell
Traducción del inglés: Sergio Gaut vel Hartman
Mike Jansen escribe y publica relatos de SF/F/H desde 1991. Ganador de los premios King Kong 1992, Fantastels 2012, Literary Prize of Baarn, Godijn F/SF award 2020 y Mossy Statue lifetime award 2021. Organizador del Premio EdgeZero, editor de las antologías "En el pólder" de EdgeZero. Autor de varias novelas y antologías. Su sitio es: http://www.meznir.info
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