Marcela Iglesias
Y ahí estaba yo, nuevamente.
Después de trabajar por años en Nevada como alguacil, había pedido la baja y me
establecí McAllen, Texas. Me había convertido en un ranger. En
comparación, esto era sencillo. Jamás me acostumbré a encontrarme seres
extraños en el campo, como pasaba en Nevada. Mucho menos tener que reportar que
los encontré. Durante un buen tiempo, los ignoré. Pero después fue imposible.
Se los encontraba por docenas, con artefactos raros. En general, no eran
peligrosos. Pero si se sentían en peligro, atacaban sin siquiera moverse. Emitían
un chillido agudo, casi imperceptible, que te paralizaba y mientras estabas
aturdido por el ruido se subían a sus naves y en cosa de instantes
desaparecían. Nos dimos cuenta de que si usábamos tapones de caucho en los
oídos podíamos neutralizar el efecto del chillido y comenzamos a cazarlos. Yo
hubiera preferido dejarlos ir, pero era un buen elemento, obedecía. Los taser
los paralizaban, igual que a cualquier ser vivo, y estando paralizados les
quitábamos una especie de filtro que se ponían en la boca para poder respirar.
Morían en cuestión de segundos. Teníamos muchos cadáveres de estos seres raros
y con el tiempo fueron llevados a una estación de pruebas de armamento, lo que
después se convirtió en el Área 51. Estaba muy harto de eso. Al final, no nos
hacían daño, ¿por qué exterminarlos?
Cuando llegué
a McAllen mi plan era olvidarlos y lo conseguí durante algunos años, pero desde
hacía un par de meses habíamos estado recibiendo llamadas acerca de
avistamientos extraños. Los más veteranos solo escuchábamos y hacíamos caso
omiso, hasta anteayer que contestó la llamada mi aprendiz, un novato rígido y
apegado a las normas, pero mucho más osado de lo que yo era cuando tenía su
edad. En cuanto recibió la llamada de aquel granjero, decidió ir a investigar.
De nada sirvieron mis intentos de persuadirlo para que no fuera y tampoco mis
órdenes de que se quedara, así que tuve que acompañarlo.
Fue
sorprendente encontrar la nave. Desde aquella primera vez que vi una, hace unos
treinta años, han progresado mucho. Cada vez son más grandes y brillantes. Ésta
tenía marcas de haber sido alcanzada por un rayo. Debe ser por eso que
aterrizó. Encontramos la escotilla abierta. Novato imprudente, entró a
investigar. Yo preferí quedarme afuera. Pasaron largos 10 minutos y el novato
no salió. Seguí esperando y cuando me di cuenta de que había pasado más de una
hora, decidí hacer el reporte. Por nada del mundo iba yo a entrar a ese
aparato.
El grupo de rangers
designado llegó casi inmediatamente. Comenzaron a peinar el terreno para
investigar. Un par fueron designados para entrar a la nave, salieron a los
pocos minutos diciendo que no habían encontrado al novato ni rastros de él.
Cayó la noche
y la investigación se suspendió.
Ayer llegó
una cuadrilla especial, comandada por un oficial joven y prepotente. El segundo
al mando era mayor y parecía más cauto.
Me llevaron a
mí porque era el que había reportado al ranger desaparecido. Los
miembros de la cuadrilla no se veían tan sorprendidos, parecía que tenían
experiencia con sucesos cómo este y que no les afectaban tanto como a mí.
Luego de varias
horas de peinar el campo alrededor encontraron el cuerpo de uno de esos seres.
Parecía muerto. No tenía señales de llevar el filtro que les quitábamos años
atrás. Marcaron un perímetro alrededor del cuerpo y se fueron a otros lados del
campo. Pasaron algunas horas más y comenzaron a retirarse para almorzar.
Mientras
tanto el oficial comenzó a acercarse al cuerpo y les gritó:
—No se
olviden que el alien está muerto sobre la hierba…
El segundo al
mando le contestó:
—No oficial,
no está muerto. Parece. Tenga cuidado al acercarse. Es un estado cataléptico.
Al último que encontramos, lo llevaron al Área 51 para hacerle la autopsia.
Creímos que estaba muerto. Cuando lo pusieron en la cabina presurizada del
avión, se despertó. Fue un desastre. No lo toque. No le dispare. Dejemos
que se vaya en paz.
Estuve de
acuerdo, agradecí que alguien pensara como yo, era preferible dejarlos ir en
paz. Me imaginé al “alien”, por fin tenía un nombre para designarlos,
despertando, emitiendo aquel chillido agudo y haciendo que el avión explotara.
Todos los
miembros del equipo se fueron. Me dejaron a mí, solo, con la consigna de cuidar
el cuerpo hasta que regresaran de comer. Me di vuelta, extraños recuerdos
pasaban por mi mente, imágenes de cada vez que tuve que intervenir en capturas
y muertes de estos seres. Aunque no era lo que yo quería, había recibido una
condecoración por mi eficacia.
Al cabo de un
rato, regresó el segundo al mando. Venía a relevarme.
—Ya no hace
falta que cuides al cuerpo —me dijo—; de aquí en adelante, yo me hago cargo
Respiré
aliviado y comencé a caminar hacia mi vehículo. Recordé que no me había
despedido y me di la vuelta para regresar. El alien se levantaba, ayudado por
el segundo al mando y mientras se levantaba, se iba transformando en mi novato.
Me llené de
terror al percibir el chillido agudo y me paralicé.
Mientras me
metían a la nave escuché decir al oficial que habían tardado mucho tiempo en
encontrarme.
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