sábado, 25 de enero de 2025

LA BÚSQUEDA

 Marcela Iglesias




Y ahí estaba yo, nuevamente. Después de trabajar por años en Nevada como alguacil, había pedido la baja y me establecí McAllen, Texas. Me había convertido en un ranger. En comparación, esto era sencillo. Jamás me acostumbré a encontrarme seres extraños en el campo, como pasaba en Nevada. Mucho menos tener que reportar que los encontré. Durante un buen tiempo, los ignoré. Pero después fue imposible. Se los encontraba por docenas, con artefactos raros. En general, no eran peligrosos. Pero si se sentían en peligro, atacaban sin siquiera moverse. Emitían un chillido agudo, casi imperceptible, que te paralizaba y mientras estabas aturdido por el ruido se subían a sus naves y en cosa de instantes desaparecían. Nos dimos cuenta de que si usábamos tapones de caucho en los oídos podíamos neutralizar el efecto del chillido y comenzamos a cazarlos. Yo hubiera preferido dejarlos ir, pero era un buen elemento, obedecía. Los taser los paralizaban, igual que a cualquier ser vivo, y estando paralizados les quitábamos una especie de filtro que se ponían en la boca para poder respirar. Morían en cuestión de segundos. Teníamos muchos cadáveres de estos seres raros y con el tiempo fueron llevados a una estación de pruebas de armamento, lo que después se convirtió en el Área 51. Estaba muy harto de eso. Al final, no nos hacían daño, ¿por qué exterminarlos?

Cuando llegué a McAllen mi plan era olvidarlos y lo conseguí durante algunos años, pero desde hacía un par de meses habíamos estado recibiendo llamadas acerca de avistamientos extraños. Los más veteranos solo escuchábamos y hacíamos caso omiso, hasta anteayer que contestó la llamada mi aprendiz, un novato rígido y apegado a las normas, pero mucho más osado de lo que yo era cuando tenía su edad. En cuanto recibió la llamada de aquel granjero, decidió ir a investigar. De nada sirvieron mis intentos de persuadirlo para que no fuera y tampoco mis órdenes de que se quedara, así que tuve que acompañarlo.

Fue sorprendente encontrar la nave. Desde aquella primera vez que vi una, hace unos treinta años, han progresado mucho. Cada vez son más grandes y brillantes. Ésta tenía marcas de haber sido alcanzada por un rayo. Debe ser por eso que aterrizó. Encontramos la escotilla abierta. Novato imprudente, entró a investigar. Yo preferí quedarme afuera. Pasaron largos 10 minutos y el novato no salió. Seguí esperando y cuando me di cuenta de que había pasado más de una hora, decidí hacer el reporte. Por nada del mundo iba yo a entrar a ese aparato.

El grupo de rangers designado llegó casi inmediatamente. Comenzaron a peinar el terreno para investigar. Un par fueron designados para entrar a la nave, salieron a los pocos minutos diciendo que no habían encontrado al novato ni rastros de él.

Cayó la noche y la investigación se suspendió.

Ayer llegó una cuadrilla especial, comandada por un oficial joven y prepotente. El segundo al mando era mayor y parecía más cauto.

Me llevaron a mí porque era el que había reportado al ranger desaparecido. Los miembros de la cuadrilla no se veían tan sorprendidos, parecía que tenían experiencia con sucesos cómo este y que no les afectaban tanto como a mí.

Luego de varias horas de peinar el campo alrededor encontraron el cuerpo de uno de esos seres. Parecía muerto. No tenía señales de llevar el filtro que les quitábamos años atrás. Marcaron un perímetro alrededor del cuerpo y se fueron a otros lados del campo. Pasaron algunas horas más y comenzaron a retirarse para almorzar.

Mientras tanto el oficial comenzó a acercarse al cuerpo y les gritó:

—No se olviden que el alien está muerto sobre la hierba…

El segundo al mando le contestó:

—No oficial, no está muerto. Parece. Tenga cuidado al acercarse. Es un estado cataléptico. Al último que encontramos, lo llevaron al Área 51 para hacerle la autopsia. Creímos que estaba muerto. Cuando lo pusieron en la cabina presurizada del avión, se despertó. Fue un desastre. No lo toque. No le dispare. Dejemos que se vaya en paz.

Estuve de acuerdo, agradecí que alguien pensara como yo, era preferible dejarlos ir en paz. Me imaginé al “alien”, por fin tenía un nombre para designarlos, despertando, emitiendo aquel chillido agudo y haciendo que el avión explotara.

Todos los miembros del equipo se fueron. Me dejaron a mí, solo, con la consigna de cuidar el cuerpo hasta que regresaran de comer. Me di vuelta, extraños recuerdos pasaban por mi mente, imágenes de cada vez que tuve que intervenir en capturas y muertes de estos seres. Aunque no era lo que yo quería, había recibido una condecoración por mi eficacia.

Al cabo de un rato, regresó el segundo al mando. Venía a relevarme.

—Ya no hace falta que cuides al cuerpo —me dijo—; de aquí en adelante, yo me hago cargo

Respiré aliviado y comencé a caminar hacia mi vehículo. Recordé que no me había despedido y me di la vuelta para regresar. El alien se levantaba, ayudado por el segundo al mando y mientras se levantaba, se iba transformando en mi novato.

Me llené de terror al percibir el chillido agudo y me paralicé.

Mientras me metían a la nave escuché decir al oficial que habían tardado mucho tiempo en encontrarme.

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