Gerardo Horacio Porcayo
"El juicio final". Hieronymus Bosch
Abrieron las compuertas, solo tras vaciar la carga del crucero interestelar. Hubo quince minutos para la salida de subciudadanos. Luego, nuestro turno. Yo al frente, vi cómo se desplegaban filas de escritorios robot.
—Sus papeles —exigió con esa lámpara-tenaza-sensor y luminaria parlante. Le mostré mi pasaporte. Lo escaneó. Mi código de mutante por accidente laboral era genuino, impecable—. ¿Faltó al último control de proceso metamórfico?
—No, pero ocurrió en la nave, no en un hospital.
—¿Sabe cuántos mutantes comparten estatus?
—Creo que todos.
—Bien —el roboescritorio plegó su brazo multipropósito. Sacó una antena, todos lo imitaron. Dialogaron con sus sonidos de máquina de escribir, luego iniciaron la alarma, cerraron filas en una sola barrera. En respuesta llegaron los autovagones de protección epidemiológica: transparentes, plásticos y multiniveles. Nos distribuyeron en compartimientos según el índice mutante. Baños, regaderas, dormitorios, también eran transparentes.
Empezaron a elevarnos por sobre los módulos de control del cosmódromo.
Pegado a las paredes fui observando la panorámica íntegra. Al norte la colonia de amplios y lujosos domos, al sur, los complejos industriales terraformadores.
—Hubiera sido un buen mundo —me dijo un anciano, plagado de diminutos cuernos inservibles—. Era mi última oportunidad. No resistiré el siguiente viaje. Te aseguro que nos reembarcarán por alguna inconsistencia técnica. No querrán arriesgar su inmaculada colonia a un brote mutante.
—¿En serio?
—Sí. Vele el lado amable, viajarás hacia nuevas estrellas, sistemas solares.
El plural me preguntaba. Busqué en derredor y descubrí el rostro que tratara de evitar. Más me valía empezar a vivir estos viajes. A disfrutarlos. Quizá, con descendencia, alguna nueva colonia nos aceptara.
—Hola —le dije a ella.
—Hola, coincido contigo; más vale empezar a aprovechar nuestro tiempo.
Sonreí, telépata, pensé. No hubo más protocolos. No eran necesarios. El futuro diría el resto. Nosotros también, al menos, un poco.
Gerardo Horacio Porcayo Villalobos (Cuernavaca, Morelos, México, 1966), es uno de los escritores más destacados entre los que cultivan la narrativa conjetural en México. Ha publicado, entre otros trabajos, La primera calle de la soledad, Ciudad Espejo, Ciudad Niebla, Sombras sin tiempo, Sueños sin ventanas, El cuerpo del delirio y Plasma exprés.
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