jueves, 25 de abril de 2024

RECUERDOS DE UN AYUDANTE DE FOTOGRAFÍA

Rogelio Ramos Signes

No fue la única foto que sacamos ese día; las tomas fueron numerosas. En algunas, ellos aparecen de frente, en hilera, y creo que hay varias que están muy buenas. Otras, donde se los ve desde atrás no me gustan tanto, pero conceptualmente hubiese tenido mucho sentido elegir una de esas: estaban yéndose, estaban alejándose de sus seguidores. Además hubiera pesado, y mucho, la parte lúdica de toda la puesta en escena. ¿Quién es el de traje negro? se hubiesen preguntado quienes no reconocían a Ringo de espaldas. ¿Quién es el que lleva camisa de tela de jean? podrían haber inquirido quienes no distinguían a George. ¿Y el que va todo de blanco? Aquello habría dado que hablar. Hasta se podrían haber organizado concursos para que la gente se arriesgara a decir quién es quién y todo eso. Pero no. La foto no era amable; era hermosa, eso sí.

Ninguno de los cuatro tenía ganas de posar. En los estudios le habían pedido a Ian McMillan que hiciera media docena de tomas, e hizo muchas más. Montó la cámara en medio de la calle, mientras yo le pedía a tres policías que detuvieran el tránsito.

Al principio algunos automovilistas se sintieron molestos y atronaron con las bocinas de sus coches; pero luego, cuando vieron de qué se trataba, detuvieron los motores, se acercaron hasta la pequeña barrera y terminaron aplaudiendo. Algunos corrieron a buscar papel y lápiz para que los muchachos les firmaran autógrafos.

Aunque ellos no estaban de buen talante, igual accedieron a vestirse con ropas totalmente diferentes; incluso Paul (¡cuándo no, haciéndose notar!) decidió no ponerse zapatos, y cruzó la cebra callejera descalzo todas las veces que fue necesario; a veces fumando, a veces no; y siempre con el paso cambiado, como le sugerí. “Esto, sin mucho esfuerzo, va a dar que hablar” les dije, y a los cuatro les agradó la idea. Después se han dicho muchas cosas al respecto (diez mentiras por cada verdad), pero la bola ya había sido echada a rodar, y resultó imparable.

Fue un viernes; el 8 de agosto de 1969 a partir de las 10 de la mañana, exactamente. Lo recuerdo con precisión. En una foto hay una señora mirándolos; en otra están los cuatro sentados en la escalinata del estudio; en otra, tomada desde el lado opuesto de la calle, aparece un ómnibus rojo, de esos de dos pisos; en otra se los ve desde arriba; en otra están esperando, también en línea, pero en la vereda; en otra simplemente payasean; en otra, incluso, no se ve el Volkswagen blanco que se haría tan famoso. LMW 281F, con las dos ruedas izquierdas sobre la vereda de Abbey Road. Imposible olvidarme.

Cuando volví a la Argentina, cuarenta y cinco años después y ya jubilado, pude comprarme un departamento cerca del centro. Recuerdo que lo primero que hice fue encargar una gigantografía para cubrir íntegra una pared de mi pieza, la que está frente a mi cama. Y ahí sigue, cada día, cada noche, acompañándome. Yo fui parte de ella; en realidad, fui parte de la historia de esa fotografía.

A veces, en la penumbra de la habitación, me sirvo un vaso de whisky, me recuesto y pongo el disco. En cuanto John Lennon empieza a decir “shoot me” y da unas palmadas en el micrófono, siento que vuelvo a tener veinte años, que la paz es posible, que todo lo que necesitamos es amor y que el mundo está en orden.

Otras veces, simplemente me despierto.


Rogelio Ramos Signes nació en La Rioja en 1949, pasó su infancia en San Juan, su adolescencia en Rosario, y reside en San Miguel de Tucumán desde 1972. Publicó numerosos cuentos y microficciones en antologías y revistas, y los siguientes libros: Las escamas del señor Crisolaras (cuentos, 1983) Diario del tiempo en la nieve (novela, 1985), En los límites del aire, de Heraldo Cuevas (novela, 1986), Soledad del mono en compañía (poesía, 1994), Polvo de ladrillos (ensayos, 1995), El ombligo de piedra (ensayos, 2000), En busca de los vestuarios (novela, 2005), Un erizo en el andamio (ensayos, 2006), La casa de té (poesía, 2009), Por amor a Bulgaria (novela, 2009), Todo dicho que camina (microrrelatos, 2009), El décimo verso (poesía, 2011) y La sobrina de Úrsula (novela, 2015). Ediciones Desde la Gente le editó la antología Monoambientes, microficciones del NOA (2008); y La aguja de Buffon la antología Cuaderno Laprida (2016) en homenaje a David Lagmanovich.

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