Iván Bojtor
El tiempo a menudo se compara con una línea recta. Cada línea recta es infinita y cualquier segmento de longitud arbitraria, ya sea de un micrómetro o de diez mil millones de años luz de longitud, puede dividirse en un número infinito de puntos. El tiempo, según esta concepción, es una sucesión de momentos, y cada momento está compuesto por un número infinito de momentos. Si el tiempo es verdaderamente infinito, ¿es posible que se forme de nuevo un universo que sea idéntico en todo a uno que ya existía anteriormente? Es posible, pero la probabilidad es infinitesimal.
A principios de febrero de 1940, en una parada del autobús entre Atenas y Corinto, subió una anciana, "delgada y arrugada, pero con grandes ojos vivos". Cuando le pidieron el precio del billete, simplemente se quedó junto al conductor, con los ojos muy abiertos, sin entender. Como no tenía dinero, el revisor la echó en la siguiente parada. Resultó ser la parada de Eleusis. El conductor intentó arrancar el autobús, pero por más que lo intentó una y otra vez, el motor no arrancó. Al final, a uno de los impacientes pasajeros se le ocurrió la idea de salvar la situación: reunir el precio del billete de la anciana. Ella volvió a subir al autobús, recibió su billete y el motor del autobús arrancó. Entonces la anciana les dijo:
—Deberíais haberlo hecho antes, pero sois egoístas, y ya que estoy entre vosotros, os diré algo más: sufriréis por la forma en que vivís, ni siquiera tendréis hierba ni agua.
Antes de terminar su amenaza, la anciana se convirtió en niebla y desapareció del vehículo. Nadie la vio bajar. Los pasajeros se miraron unos a otros, examinaron el talonario de billetes para asegurarse de que realmente habían dado uno.
(La Hestia, 7 de febrero de 1940)
Los agricultores locales en Eleusis, hasta principios del siglo XIX, cubrían con flores la estatua de Santa Demetra una vez al año, porque creían que ella aseguraba la fertilidad de sus tierras. (Esta serie de rituales se interrumpió en 1820, cuando E. D. Clarke se llevó la estatua a Inglaterra.) ¿Quién era Santa Demetra? Nadie más en el mundo la conocía excepto en Eleusis; ni siquiera está canonizada. F. Lenormant, un arqueólogo, escuchó la historia de Santa Demetra de un sacerdote: era una anciana de Atenas a quien le sucedió una gran desgracia cuando un turco secuestró a su hija. La buscó durante años, recorrió el mundo hasta que descubrió dónde la llevaban. Un héroe pallikar[1] corrió en su ayuda y liberó a su hija de la prisión.
(Mircea Eliade: Historia de las creencias y las ideas religiosas)
Hades secuestró a la hija de Deméter, a espaldas de su madre, Zeus se la entregó. Perséfone gritó. Los picos de las montañas y las profundidades del mar resonaron con el sonido de su voz inmortal. Su madre, Deméter, escuchó. Un agudo dolor agarró su corazón, arrancó su cabeza, arrojó su manto y voló como un pájaro sobre las aguas y la tierra, buscando a su hija. Inútilmente la buscó. Cuando supo que Hades había secuestrado a su hija, y con el permiso de Zeus, abandonó el Olimpo y descendió a la tierra de los mortales. Desfiguró su forma; nadie la reconoció, ni hombre ni mujer. Se parecía a una anciana que nunca más podría dar a luz ni recibir los regalos de la diosa del amor. En Eleusis se convirtió en la nodriza del hijo más joven del rey. La reina le dio la bienvenida con estas palabras:
—En tus ojos se ve la nobleza y la dignidad.
Más tarde, se construyó un santuario para sí misma. Se retiró allí, y en ese mismo lugar lamentó a su hija. Amenazó a los hombres y a los dioses con una terrible hambruna para recuperar a su hija. Envió un año terrible a la tierra. Ninguna semilla germinó. Habría destruido a la humanidad, y los dioses ya no habrían sido venerados ni sacrificados más... (Károly Kerényi: Mitología griega)
Eudemos escribió sobre los seguidores de Pitágoras: afirmaban que todo lo que ha sucedido volverá a suceder exactamente de la misma manera; me estarán escuchando de nuevo, estaré diciendo estas mismas palabras de nuevo, y mi mano estará jugando con la misma vara, al igual que todo lo demás se repetirá. Esta enseñanza dice que no hay eventos únicos; nada sucede solo una vez (como ejemplo, algo citado con frecuencia: el juicio a Sócrates; tampoco eso ha sucedido solo una vez). El evento que está ocurriendo ahora ya ha ocurrido y volverá a ocurrir, una y otra vez. En el tiempo considerado infinito, estas historias casi idénticas parecen repetirse a intervalos tan cortos que desafían los límites del cálculo de probabilidad. No puedo afirmar que las tres historias de Eleusis se ajusten a lo descrito por Eudemos. Tampoco puedo afirmar con certeza que el culto a Santa Demetra no sea la continuación del culto de la antigua diosa, ni que Santa Demetra haya sido sacada del autobús en la parada de Eleusis. Sin embargo, me asalta una sensación extraña y aterradora que quizás no me atreva a describir.
Nuestra teoría del tiempo infinito está muriendo.
Título original: Eleusziszi kollázs
Traducción del húngaro: Sergio Gaut vel Hartman
[1] Noble guerrero del Medioevo griego.
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